Británicos en España: mucho más que 'balconing' y jubilados en chanclas con calcetines

En 2023, el Reino Unido volvió a ser, un año más, el principal emisor de turistas hacia España, con más de 17,3 millones de visitantes, según el Instituto Nacional de Estadística (INE). Representaron el 20,4% del total de turistas internacionales que llegaron al país, y su gasto superó los 19.000 millones de euros. En términos medios, cada turista británico gastó 166 euros diarios y se quedó 6,9 noches. Pero estas cifras agregadas ocultan matices fundamentales. No todos los británicos que viajan a España lo hacen con las mismas motivaciones, ni desde los mismos lugares, ni buscando el mismo tipo de experiencias. En el 2023 predominaron los turistas de clase media (58%), con estudios superiores (72%), así como los que viajaron en pareja (36%), seguidos de aquellos que viajaron en familia (27%). Su edad media se situó en 45,6 años, por encima de la media de edad del total de turistas (44,1 años).

Las principales actividades que realizaron fueron el disfrute de la playa (76%), realizar compras (55%) y visitas a ciudades (54%), decantándose mayoritariamente por el viaje sin paquete turístico (58%). Y sus destinos favoritos fueron Canarias (31%), Baleares (21%) y Andalucía (15%), de acuerdo con una estimación de Turespaña basada datos del INE.

Imagen principal - Turistas en diferentes puntos de España
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Turistas en diferentes puntos de España

Buena parte de los turistas británicos que se concentran en destinos como Magaluf (Mallorca), Salou (Tarragona) o Benicàssim (Castellón) proceden de ciudades del norte y centro de Inglaterra como Manchester, Liverpool, Birmingham, Leeds o Sheffield. En muchos casos, se trata de viajeros de clase trabajadora, con ingresos medios o bajos, que acceden a paquetes vacacionales de grandes agencias, asequibles, que incluyen vuelos de bajo coste, hoteles económicos y acceso a una oferta nocturna exuberante. Y es que según informaciones de la prensa británica, para muchos jóvenes de estas áreas postindustriales, el turismo internacional representa «una forma de escapismo social más que un ejercicio de descubrimiento cultural».

El perfil medio en destinos como Magaluf tiende a concentrarse en el rango de edad de entre 18 y 30 años, con una distribución relativamente equilibrada entre hombres y mujeres. Sin embargo, en zonas como las Islas Canarias o la Comunidad Valenciana, donde se encuentran núcleos importantes de turismo familiar y residencial británico, el perfil es sensiblemente diferente: más adulto, con una edad media de 45 años, predominio de parejas o familias, y una representación femenina ligeramente mayor. Según un estudio publicado en 2023 por el Observatorio Turístico de Canarias, coordinado por la Universidad de La Laguna (ULL) y la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), el 55,8 % de los turistas británicos que visitaron Canarias eran mujeres y el 44,2 % hombres, y casi un 20% de los turistas viajaron con niños.

La motivación principal sigue siendo el ocio. Según Turespaña, el 93% de los turistas británicos que llegaron a España en 2023 lo hicieron por vacaciones. La estancia es mayoritariamente hotelera (69%), y una parte creciente del turismo británico parece estar buscando experiencias más allá del sol y la playa, como gastronomía, patrimonio, festivales o turismo deportivo. En ciudades como Valencia o Málaga se ha notado además un aumento del llamado turismo de 'city break', de corta duración pero alta intensidad de consumo, protagonizado por viajeros de entre 45 y 65 años con mayor nivel educativo y poder adquisitivo medio o alto, provenientes de ciudades como Londres o Edimburgo.

En el extremo opuesto, los destinos más saturados como Magaluf, Lloret de Mar o Playa de las Américas en Tenerife siguen atrayendo a una franja de turistas que se identifica menos con el entorno cultural español y más con una recreación hedonista y anglófona del ocio. En reportajes de medios locales como 'The Guardian' o ITV News, jóvenes de ciudades como Bolton, Preston o Middlesbrough explicaban su preferencia por destinos donde, en palabras de uno de ellos, «todo está permitido, puedes beber a cualquier hora y nadie te juzga», a diferencia del Reino Unido, donde además el alcohol es más caro. El 'todo vale' se convierte así en parte del atractivo, aunque también en fuente de conflictos.

Las tensiones con los residentes locales ya obligaron en el pasado a varias administraciones autonómicas a tomar medidas. El Govern balear aprobó en 2020 un decreto que prohíbe la venta de alcohol en tiendas entre las 21.30 y las 8.00 horas en determinadas zonas turísticas, limita los 'pub crawls', recorridos organizados por varios bares o pubs en una misma noche, en los que los participantes consumen alcohol en cada local y, habitualmente, lo hacen en grupo, siguiendo una ruta preestablecida y guiados por animadores turísticos, y penaliza prácticas como el 'balconing'. También se han impulsado campañas institucionales, como 'Enjoy & Respect' en Cataluña o 'Think Before You Drink' en Mallorca, dirigidas específicamente a jóvenes británicos, en colaboración con ministerio de Exteriores británico.

Desde la perspectiva española, el perfil del turista británico continúa siendo contradictorio. Por un lado, es percibido como un cliente económico clave, con fidelidad demostrada (ocho de cada diez repiten visita, según el Cabildo de Tenerife); por otro, para muchos sigue asociado a conductas incívicas. El propio gobierno británico ha intentado modular el comportamiento de sus nacionales en el extranjero. En 2021, por ejemplo, el ministerio de Asuntos Exteriores emitió una guía de comportamiento para vacaciones en España, recordando que «el desorden público, los insultos a la autoridad y el consumo de alcohol en la vía pública pueden ser sancionados severamente». La preocupación no es solo reputacional: los costes diplomáticos y consulares derivados de arrestos, hospitalizaciones o repatriaciones han sido históricamente elevados.

Pero lo cierto es que en zonas como Benidorm, que recibió más de 2,7 millones de visitantes en 2023, alrededor del 30% de ellos británicos, la convivencia es más estable y poco conflictiva, posiblemente porque muchos de esos visitantes son pensionistas, familias o trabajadores británicos que residen parcialmente en España, en ocasiones desde hace décadas. Y porque el perfil de turistas también se ha ampliado.

Desde el otro lado, la imagen que los británicos tienen de España también está cargada de ambivalencias. La gastronomía, el sol y el carácter «relajado» de los españoles son atributos frecuentemente mencionados como atractivos, sobre todo por quienes buscan escaparse, al menos unos días, del cielo gris de este lado del Canal.

No todos los visitantes, en todo caso, reproducen estos clichés. En festivales como el FIB de Benicàssim o en rutas enoturísticas de La Rioja, se detecta un perfil de visitante británico con mayor conocimiento del país, interés genuino por la cultura local, dominio del idioma español y hábitos de consumo respetuosos. Son, en general, viajeros de clase media, con formación universitaria, procedentes de Londres, Oxford, Bristol o Edimburgo. Su presencia pasa más desapercibida en la prensa, pero contribuye a diversificar y desestacionalizar el modelo turístico.

Imagen principal - Arriba, jóvenes británicos en la calle Punta Ballena de Magaluf. 2. Esperando fuera de una de las discotecas. 3. De paseo por las Ramblas de Barcelona
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Arriba, jóvenes británicos en la calle Punta Ballena de Magaluf. 2. Esperando fuera de una de las discotecas. 3. De paseo por las Ramblas de Barcelona Jaime Reina // ABC// EFE

Hablar del 'turista británico' como una categoría única resulta engañoso, ya que bajo ese paraguas caben jóvenes de Manchester en viajes de fin de curso, jubilados de Devon que pasan el invierno en Torrevieja, parejas de clase media londinense que visitan museos en Málaga, y familias de Birmingham que buscan vacaciones baratas en Salou. Todos ellos participan, de forma desigual, en un fenómeno que no solo mueve millones de euros cada año, sino que también transforma la vida cotidiana de muchas localidades españolas.

En ese mosaico de hábitos, lenguas, horarios y códigos sociales, conviven sin mayor fricción el 'full English breakfast' y las tostadas con tomate y aceite, como dos maneras distintas de empezar el día que, verano tras verano, han aprendido a coexistir en el mismo chiringuito.