La UE inicia su ciclo más complejo por el peso de la derecha radical>

Orbán ya había advertido desde un principio que no apoyaría en ningún caso la reelección de Ursula von der Leyen como presidenta de la Comisión Europea porque la responsabiliza de haber acosado a su país al aplicar sanciones por incumplimiento de sus obligaciones en materia de Estado de Derecho. Meloni, por su parte, ha denunciado el reparto institucional como parte de un complot «de la oligarquía política europea».

El paquete, que incluye al portugués António Costa en la presidencia del Consejo Europeo y a la primera ministra de Estonia, Kaja Kallas, como alta representante al frente de la diplomacia europea, fue discutido en la noche del jueves en la cena de los presidentes europeos, en la que Pedro Sánchez estaba siendo representado por el canciller alemán, Olaf Scholz.

Tendencia a la división

Sin embargo, en las discusiones previas sobre la orientación política de la legislatura en los aspectos fundamentales, se ha puesto de manifiesto que es imposible seguir ignorando la opinión de los partidos de la derecha radical, que han aumentado claramente su representación en las elecciones europeas. Hasta la presidenta de la Eurocámara, la maltesa Roberta Metsola, ha reconocido en la reunión que las instituciones europeas «necesitamos centrarnos en cumplir nuestras promesas, debemos medir el impacto de nuestras decisiones, qué costes van a tener y su impacto en la sociedad. Ahora la responsabilidad está en nuestro campo y si no cumplimos entonces los enemigos de la UE aún tendrán más votos».

Pero la principal debilidad de las fuerzas euroescépticas y populistas de derecha es su tendencia irrefrenable a la división. Si se sumasen los 83 diputados del grupo de Conservadores y Reformistas (ECR) de Meloni con los 58 de Marine le Pen (Identidad y Democracia, ID) superarían a los socialistas; y si se sumasen una parte de los 45 no inscritos o del paquete de 42 nuevos diputados de partidos sin afiliación europea, asustarían incluso al Partido Popular Europeo, el mayor de la Eurocámara.

Este jueves mismo, Metsola llegó a la reunión del Consejo Europeo con la amenaza de que el segundo grupo más importante, ECR, podría partirse en dos si los polacos del partido Ley y Justicia (PiS) deciden irse. Los nacionalistas polacos, que han perdido el poder en Varsovia y necesitan cobijar a un máximo de cargos, han amenazado a Meloni con abandonar el grupo y crear otro con representantes de países de Europa Central y Oriental, lo que dejaría a la italiana en una situación de fragilidad, pero al mismo tiempo le permitiría desvincularse de los socios más incómodos por su derecha y tal vez establecer una nueva relación con los populares.

El factor Ucrania

Eso explicaría la vehemente reacción del actual primer ministro polaco, Donald Tusk (PPE), para quien «no hay Europa sin Italia, nadie respeta más que yo a Meloni», porque aislar a un PiS que se radicaliza podría ser beneficioso para consolidar su mayoría en Polonia.

Orbán está también en esta discusión porque, a pesar de las coincidencias, al húngaro le separa tanto de Meloni como del PiS su actitud reticente a socorrer a Ucrania. Este jueves fue el único gobierno que no quiso ratificar el mandato y la financiación del Mecanismo Europeo para la Paz, que es el instrumento por el que se encamina la ayuda militar y financiera a Kiev. Orbán ha estado llamando sin éxito a la puerta de ECR, pero podría acabar alojándose en el más radical ID si se cumplen los pronósticos y la Agrupación Nacional que lo controla acabase ganando claramente las elecciones legislativas en Francia.

Metsola también dijo a los líderes europeos que si se cierra ahora el paquete de nombramientos sería posible someter a votación la renovación del mandato de Von der Leyen el próximo día 18, con lo que todos podrían irse de vacaciones con tranquilidad. Pero antes, la semana que viene deben terminar de formarse los grupos políticos en la Eurocámara, lo que definirá con más claridad la situación política real en la UE.