Ultimátum de Puigdemont hacia Moncloa
Carles Puigdemont ha fracasado con su proyecto personalista de presentarse a las elecciones catalanas bajo la promesa de volver para el debate de investidura de la mano de la amnistía a medida arrancada al Gobierno de Pedro Sánchez. Junts no consiguió su objetivo de disputar la victoria a Salvador Illa y se quedó en segunda posición con 35 escaños, tres más que en 2021, eso sí. Ni con el perdón del procés ni con el poder que le otorgan sus siete diputados en el Congreso ha logrado Puigdemont imponerse a los socialistas en Cataluña, claros vencedores con 42 escaños, siete más que los neocovergentes en este particular duelo en el Parlament.
Eso sí, el candidato de Junts no renunció a formar gobierno, tendió la mano a ERC y emplazó a los republicanos a renunciar a un pacto con el PSC en una comparecencia tras conocer los resultados en la que habló de gobierno de «obediencia claramente catalana». Una amenaza directa a Sánchez al asegurar que la distancia entre el PSC y Junts en el Parlament «no es diferente» a la del PP y el PSOE en el Congreso. Es decir, reclamando que le deja gobernar para fortalecer su apoyo al Ejecutivo en Madrid.
En el bando independentista, los neocovergentes resistieron y barrieron a los republicanos en su particular duelo fratricida, aunque la mayoría secesionista se esfumó tras más de una década de procés. Un varapalo histórico pese a dejar a los republicanos a 15 escaños de distancia, muy mermados por su gestión al frente del Govern de la Generalitat. De hecho, ERC podría sumar y reeditar un hipotético tripartito con el PSC y los comunes que le permitiría seguir en la Generalitat, un escenario que borraría de la gobernabilidad a Junts. «Una mayoría tan justa continúa siendo una mala opción para el país», aseguró Puigdemont sobre esta alianza añadiendo presión a ERC. Otra de las opciones sería un pacto entre el PSC y Junts. Una sociovergencia posible a nivel numérico, pero que el propio Puigdemont ha rechazado a lo largo de toda la campaña.
Caras largas
El ambiente gélido y el mutismo en el pabellón multiusos de Argelèrs-sur-Mer, fortín electoral de Puigdemont en el sur de Francia a lo largo de la campaña, fueron la tónica dominante durante la noche de ayer, una estampa completamente opuesta a las jornadas de mítines organizadas por Junts con simpatizantes del prófugo provenientes de toda Cataluña a lo largo de los últimos 15 días. Caras largas en los rostros de Puigdemont y sus principales colaboradores -con el secretario general Jordi Turull al frente-, todos ellos en el sur de Francia volcados con una candidatura personalista, que el huido ha liderado diluyendo incluso las siglas del propio partido.
En 2021, los neoconvergentes quedaron por detrás del PSC y Esquerra con 32 escaños y el 19,7% de los votos, un diputado menos que Illa y Pere Aragonès. Entonces, eso sí, Puigdemont no lideró la candidatura y fue Laura Borràs, condenada por corrupción en 2023, quien concurrió a las urnas y quedó por detrás de sus principales rivales. Ayer, el huido se impuso con claridad al candidato republicano y logró ser la fuerza de referencia del separatismo pese a quedar más lejos que nunca del PSC, disparado en lo alto de la tabla y con la posibilidad de sumar gracias al mencionado tripartito con ERC y los comunes.
De hecho, Puigdemont empezó la campaña eclipsado por el efecto Sánchez y su amago de dimisión al frente del Gobierno, una maniobra que sorprendió y molestó sobremanera en el seno del partido neoconvergente por el intento de polarización socialista. Junts elevó entonces el tono entre críticas y soflamas para «culminar» el referéndum ilegal del 1-O. Tampoco escatimó en reproches contra Illa y su papel de «gobernador civil» y en continuas llamadas al voto útil independentista para frenar un Govern «controlado por Madrid» en referencia al PSC. «Que no se disperse ninguno», fue la consigna en el cuartel electoral de Puigdemont en el sur de Francia. Ayer, lamentaba que la campaña se haya planteado en clave española.
El miedo creciente a perder la mayoría independentista, materializado ayer en las urnas y palpable en las encuestas desde hace meses, llevó a Puigdemont redoblar sus apelaciones a la movilización a lo largo de la campaña y a reclamar el voto a todos los independentistas, «incluso a aquellos decepcionados» por la gestión de los partidos. También a situar su hipotético regreso en el centro del discurso y a repetir consignas grandilocuentes sobre su autoproclamada condición de «presidente legítimo» de Cataluña como reclamo electoral.
«Es hora de volver a casa y estoy convencido de que será así porque la ley de la amnistía lo prevé», aseguró ayer mismo, antes de conocer el resultado de las urnas. En este sentido, el sometimiento del PSOE y las concesiones arrancadas a Sánchez a cambio de mantenerse en La Moncloa han sido otra de las constantes en el partido neoconvergente.
Amenazas que ayer culminó el líder huido al exigir a Sánchez que le deje gobernar en Cataluña pese al descalabro independentista y a la victoria de Illa en las urnas.