¿Por qué Estados Unidos no debería prescindir de sus tradicionales aliados?

En la cumbre celebrada esta semana, Donald Trump adelantó su vuelta a Washington por la escalada bélica entre Israel e Irán, entre crecientes especulaciones sobre una implicación directa del Pentágono. Antes de marchar, Trump demostró que prefiere las malas compañías 'nivel Putin' a sus aliados tradicionales, sometidos al gran dilema diplomático de utilizar adulación o firmeza para lidiar con el ocupante de la Casa Blanca.

El contraste no puede ser más elocuente con lo ocurrido en la cumbre de Kananaskis de 2002, famosa en España por la imagen de José María Aznar y George W. Bush con los pies sobre sobre la mesa. El año antes de la invasión de Irak, la Casa Blanca buscaba respaldo internacional para el uso de la fuerza contra el supuesto arsenal no convencional atribuido a Sadam Husein. Y, ante la reticencia de Francia y Alemania, sólo encontró comprensión en lo que posteriormente se conoció como el «trío de las Azores».

En aquella ocasión, Bush hijo puso a prueba las resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Pero por lo menos se molestó en buscar aliados, como demostró Bob Woodward en su libro 'Plan de Ataque'. En una conversación telefónica entre la Moncloa y la Casa Blanca, Bush hijo relata a su interlocutor español cómo había dado la orden de invasión al general Franks. Ante el peso de tan difícil decisión, Aznar insiste a su amigo americano: «Nunca te sientas solo en momentos como éstos. Sabes que hay muchos de nosotros que estamos contigo». Bush responde: «Lo tengo clarísimo». Y Aznar remata: «Acuérdate de que estamos contigo. Vas a poder ver siempre un bigote junto a ti».