El Papa concluye los ritos de la Sede Vacante con la toma de posesión de la catedral de Roma

Javier Martínez-Brocal

Javier Martínez-Brocal

Corresponsal en El Vaticano

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León XIV salió este domingo del Vaticano para la ceremonia de toma de posesión de la catedral de Roma, San Juan de Letrán, y recuperó la tradición de detenerse unos instantes en el ayuntamiento de la Ciudad Eterna para saludar al alcalde. Además, tiene previsto trasladarse también a la basílica de Santa María la Mayor para rezar ante la tumba del Papa Francisco. Durante una tarde romana que empieza a ser primaveral, aseguró a los habitantes de la capital de Italia que desea «compartir sus alegrías y dolores, fatigas y esperanzas».

Con estos primeros encuentros de su Pontificado, la Iglesia católica se está familiarizando con el estilo del nuevo Papa, que con una sonrisa tímida escucha a quienes se acercan a él, pero que evita las distancias cortas con las multitudes. Lo cierto es que por ahora se ciñe al protocolo establecido y que subraya el aspecto espiritual y solemne del papel que se le ha encomendado.

Juan Pablo I fue el último Pontífice que, en 1978, se detuvo a los pies de la escalera que conduce al Campidoglio, el ayuntamiento de Roma, durante el trayecto en coche que le llevaba desde el Vaticano hasta la catedral de San Juan de Letrán, para recibir el saludo del alcalde de Roma. León XIV lo ha recuperado y se ha detenido en el centro de la Ciudad Eterna para escuchar al alcalde.

«Gracias por haber renovado esta costumbre, pues confirma su cariño por Roma, y le aseguro que responderemos a él», le ha saludado el alcalde socialista Roberto Gualtieri. «Esta ciudad está lista para acompañarle, para ayudar a afirmar el paradigma de una nueva política, de nuevas relaciones entre los pueblos y los Estados, de un modelo social mejorado. Este mensaje es el precioso testimonio que el Papa Francisco nos ha dejado para el Jubileo y que, estoy seguro, la Iglesia seguirá llevando adelante en los caminos que usted sabrá indicar», ha añadido. También le ha asegurado la plena colaboración para recibir a cientos de miles de personas en el Jubileo de los jóvenes a finales del mes de julio.

El Papa ha respondido que se considera «romano» y le ha confesado que siente «la grave pero apasionante responsabilidad de servir a todos en esta ciudad, teniendo en el corazón en primer lugar la fe del pueblo de Dios, y después el bien común de la sociedad». «Para este último fin somos colaboradores, cada uno en su ámbito institucional», ha asegurado.

En la catedral de San Juan de Letrán ha presidido un rito que tenía muchos elementos parecidos a la misa de inicio de Pontificado. Los católicos han aplaudido cuando León XIV, con la mitra en la cabeza y el pastoral en la mano, se ha sentado en la antigua cátedra que representa el lugar desde el que predica el obispo. También se ha celebrado el rito de la obediencia, un reconocimiento público de su ministerio protagonizado por doce personas de la diócesis, entre sacerdotes, religiosos y laicos. Muchos lo hacían besando el anillo e hincando la rodilla como señal de respeto. Además, León ha cantado algunas de las oraciones y ha leído la homilía que llevaba preparada sin improvisar ningún párrafo.

«Quisiera expresaros todo mi cariño, con el deseo de compartir con vosotros, en el camino común, alegrías y dolores, fatigas y esperanzas», se ha presentado en la homilía al pueblo de Roma. «Del mismo modo, os ofrezco todo lo poco que tengo y que soy, y eso lo confío a la intercesión de los santos Pedro y Pablo y a la de tantos otros hermanos y hermanas cuya santidad ha iluminado la historia de esta Iglesia y las calles de esta ciudad», ha añadido.

Para explicar cómo desea trabajar, ha recordado que «la Iglesia de Roma tiene una misión única, perfectamente indicada por lo que está escrito en la fachada de esta catedral, ser madre de todas las Iglesias» y ha apuntado que a su predecesor el Papa Francisco le gustaba destacar «la dimensión materna de la Iglesia», con características como «la ternura, la disponibilidad al sacrificio y esa capacidad de escucha que permite no sólo socorrer, sino a menudo prever las necesidades y las expectativas, antes incluso de que se formulen». Por eso, él mismo se ha comprometido a ponerse «en la medida de lo posible, a la escucha de todos, para aprender, comprender y decidir juntos». «Les pido que me ayuden a realizarlo mediante un esfuerzo común de oración y de caridad».

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