¿Por qué Trump no tiene vergüenza a la hora de hacer caja desde la Casa Blanca?
El mismo presidente que ha pedido a las familias estadounidenses sacrificios para librar una disparatada guerra comercial, está dispuesto a aceptar como «regalo» un Boeing 747-8 valorado en 400 millones de dólares para ser utilizado como Air Force One. Resulta que el impaciente Trump se ha cansado del modelo actual con 40 años de servicio y con retrasos acumulados en su renovación. La idea es que este opulento y transparente «palacio volador» sea adaptado a las necesidades presidenciales y termine como atracción en la futura Trumpolandia, la biblioteca-museo que tienen todos los expresidentes desde FDR.
Tan magnánimo presente está considerado como la donación más valiosa recibida por EE.UU. por parte de un Gobierno extranjero. Y aunque todo apeste, un inverosímil contrato redactado por la su-fiscal-general de Trump justifica esta donación «sin coste» canalizada a través del Pentágono. A pesar de toda la normativa federal contra la corrupción y la expresa prohibición constitucional de que ningún alto cargo del Gobierno acepte sin permiso del Congreso regalos «de ningún Rey, Príncipe o Estado extranjero».
Los dos hijos mayores del presidente tampoco han perdido el tiempo. En un maratón de pelotazos sin precedentes para la familia de un presidente en ejercicio, Eric y Donald Jr. están cerrando toda clase de operaciones multimillonarias desde Europa a Oriente Próximo, apalancados en el nombre y poder de su padre. Sin olvidar los pingües beneficios de sus propios chanchullos en criptomonedas y redes sociales. Los conflictos de intereses de la familia Trump empiezan a superar incluso a los de aquellos dueños de esclavos que también fueron presidentes.