Vuelco al modelo industrial de España sin luz ni taquígrafos

Pedro Sánchez lo ha visto claro: es la oportunidad de cambiar el modelo de actividad industrial de España en favor de compañías afines sin dar explicaciones, una estrategia pandémica. Solo que esta vez le ha faltado confinarnos en casa y doparnos con aquellos discursos a lo venezolano mientras hacía lo que le venía en gana a golpe de decreto.

La energía verde se convierte en recursos fósiles y los delirios 'woke' en torno a la sostenibilidad y el 'happyflowerismo' se aparcan para multiplicar el gasto en Defensa. Cañones y balas para frenar el avance del ejército de la 'fachosfera' y la quinta columna de los bulos reaccionarios. El modelo industrial pasa de un extremo a otro con un Sánchez que no se despeina y unos socios de Gobierno a la izquierda a los que ya no les queda ni un pelo de tanto como se los están tomando. ¡Quién nos lo iba a decir! El Gobierno más socio progresista en favor de la escalada armamentística.

Es la guerra ideológica de Gila. Cualquier día sale Pablo Iglesias con una camiseta en favor de la energía nuclear y una gorra del movimiento MAGA (ya saben, el eslógan 'Make America Great Again!' que identifica a Trump y a sus seguidores). Ahí están amagando y sin hacer nada, mientras su patrón en el Consejo de Ministros gira todo a estribor los fundamentales industriales del país sin dar una explicación en el Parlamento.

Y he ahí otra situación digna de estudio: desprecian las capacidades del Congreso al tiempo que lo temen como un nublado. Algo tendrá la casa de la Carrera de San Jerónimo cuando ni los mandamases públicos ni los gerifaltes de la gran empresa privada van a dar explicaciones cuando les corresponde.

Esta misma semana les tocaba a los presidentes de Telefónica e Indra. El primero hizo mutis por el foro, con enorme escandalera para PP y Vox; el segundo, Ángel Escribano sí dio la cara al tiempo que lanzaba la liebre de que Minsait –la joyita de la corona de Indra– no se vende para que nadie se fijara en que la operación es hacerse con Santa Bárbara. Esa y la adquisición de su propia empresa, Escribano Mechanical. Poco se habla del asunto y chicha haberla, hayla. ¿Se atreverán?

Al final, chapa, pintura y pegatinas, que diría alguno, para tunear un capitalismo de amiguetes donde no acuden al Congreso a dar explicaciones de nada pero presumen de transparencia y buen hacer. A unos les espera todavía las juntas de accionistas para sacarles los colores y preguntarles la lección; a los otros, los tribunales, después de que el líder de la oposición, Alberto Núñez-Feijóo haya anunciado que no tolerará que se aumente el gasto en Defensa y Seguridad sin someterlo a votación en el legislativo. Todo para el pueblo pero sin el pueblo.

Ahora que claro como pocos, el nuevo presidente de Indra. Si alguno pensaba que iba al Congreso a pasearse como otros, les digo yo que no fue así. Contestó a todo lo que se le preguntó, sin complejos, y desveló alguna, más de una, de sus intenciones. Quiere que Santa Bárbara vuelva a ser del Estado español, a través de Indra, lógico, mientras los actuales dueños de la filial española, la norteamericana General Dynamics, se lo ha tomado como una auténtica afrenta y amenaza con irse y vender pero con todas las de la ley: las patentes son suyas. Si alguien quiere conocimientos ajenos, que se busque la vida.

Y mientras el futuro canciller del partido democristiano CDU/CSU, Friederich Merz, ha pactado con socialdemócratas y verdes para un cambio constitucional que eleve el tope de deuda en Alemania y plantar cara a los retos del futuro de la UE; en España se han abierto las puertas de La Moncloa a Bildu, quizás para que Mertxe Aizpurua ponga titulares en 'Egin', y se nos ha dicho que no hay intención alguna de forjar una alianza parlamentaria suficiente para un asunto de Estado semejante. El Partido Popular dice que esto es una autocracia. Pues... si no lo es se le parece bastante. Habrá que rearmarse también de manera individual, aunque sea moralmente, porque esto es la guerra y no se hacen prisioneros.