Illa forma un gobierno discreto y abierto a futuros pactos con Junts

No hay que olvidar que el anterior presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, tuvo que anticipar las elecciones autonómicas de de mayo porque Comunes votó en contra de sus presupuestos, y que ERC está en plena guerra fratricida como se hizo evidente en el ajustado resultado de la consulta a las bases sobre el pacto con los socialistas. Además los republicanos están pendientes del congreso que el próximo 30 de noviembre va a decidir la dirección y el rumbo del partido.

Illa es consciente de sus equilibrios actuales pero piensa también en los futuros, que hoy podrían parecer imposibles, como con el sector moderado de Junts. La elección de Ramon Espadaler como consejero de Justicia y de Miquel Sàmper como consejero de Empresa y Trabajo tienen que ver con esta voluntad así como la de gobernar en serio y hacer que las cosas pasen. Alicia Romero, la nueva consejera de Economía, y Ramon Espadaler son tal vez los consejeros que más se parecen a la personalidad de Salvador Illa, así como el secretario del Govern, Javier Villamayor, y el consejero de Presidencia, Albert Dalmau, gerente hasta ahora del Ayuntamiento de Barcelona.

Espadaler fue el primer nacionalista relevante en abandonar el maximalismo para permanecer en la moderación en los momentos más amargos y violentos de la historia reciente de Cataluña. En 2015 dejó el gobierno de Artur Mas por su deriva independentista. Las calles estaban incendiadas, la institucionalidad catalana había saltado por los aires y había dudas sobre a quién guardaban lealtad los Mossos, unas dudas que con el paso del tiempo quedó demostrado que no eran infundadas, por no hablar de las estampas que nos han dejado estos últimos días. Que el PSC pudiera ganar las elecciones autonómicas de 2021 y las del pasado mes de mayo no se podría entender sin la determinación de personas como Ramon Espadaler y Salvador Illa se lo ha querido agradecer.

Más de última hora y oportunista ha sido la conversión del consejero de Interior de Quim Torra, Miquel Sàmper, pero también ha tenido premio: tendrá la consejería de Empresa y Trabajo. Dejando a un lado sus derivas ideológicas en el terreno simbólico, de un extremo a otro mientras estuvo en Junts, un consejero de tradición liberal en el departamento de empresarios y sindicatos compensará el acento izquierdista que tendrá este gobierno sobre todo por su alianza con los Comunes y también con Esquerra.

La elección de una diputada correcta y educada como Sílvia Paneque para la portavocía del Govern asegura unas ruedas de prensa menos violentas con los periodistas que se dirijan a ella en español. La insolencia e incluso violencia verbal que hasta ahora los distintos portavoces de los gobiernos independentistas habían ejercido contra el uso del español en sus comparecencias había traspasado lo simbólico para llegar a una manifiesta ofensa personal. También consejera de Territorio.

En cumplimiento de uno de los compromisos que el PSC contrajo con Esquerra para la investidura de su candidato, Francesc Xavier Vila continuará al frente de la política lingüística, pero con rango de consejero. Será una prueba delicada para Salvador Illa, que tendrá que definir un modelo de patrocinio del catalán que contente a Esquerra pero sin ser agresivo con el español. Esta nueva consejería no será la más importante del nuevo Govern pero cualquier desliz puede tener consecuencias políticas de alta consideración para el presidente. El equilibrio que tendrá que hacer para contestar a unos y a otros determinará el prestigio o desafección que tenga su gobierno en el resto de España.

Albert Dalmau y Javier Villamayor son hombres de probada eficacia resolutiva y que huyen del conflicto tanto como el presidente que les ha nombrado. Lo mismo puede decirse de la actual directora general de Patrimonio Cultural y nueva consejera de Cultura, Sònia Hernández, de perfil técnico. Estuvo, entre otros destinos, en Aguas de Barcelona como responsable de exposiciones y actividades del museo de la compañía. Lista. Ambiciosa. No se le conoce ninguna militancia política.

Alicia Romero, amable, pragmática y especialista en tejer complicidades, fue durante la pasada legislatura la portavoz del PSC en el Parlament y en la negociación presupuestaria con Pere Aragonès logró arrancarle los compromisos de construir la Ronda Norte, la ampliación del Aeropuerto de Barcelona y el macrocomplejo de ocio Hard Rock. Romero entronca con los ministros de Economía de los primeros gobiernos de Felipe González, de izquierdas pero 'pro business', como fue el caso de Miguel Boyer y Carlos Solchaga. Si algunos presidentes anteriores han reservado esta consejería para profesores de trayectoria y prestigio universitario -Artur Mas nombró a Andreu Mas-Colell y Pasqual Maragall y José Montilla confiaron en Antoni Castells- Salvador Illa, fiel a su carácter y manera de entender la política, ha nombrado a una persona centrada, no dogmática y en cuya capacidad de trabajo y de relacionarse con el distinto tiene depositada su más absoluta confianza.

Hay más dudas sobre la elección de la alcaldesa de Santa Coloma de Gramenet, Núria Parlon, como consejera de Interior. Para un departamento tan sensible, Parlón tiene un perfil menos discreto, más pintoresco y con unas veleidades ideológicas que si le brotan durante su ejercicio del cargo no ayudarán al presidente a transmitir su mensaje responsable y moderado.

Pero el que de momento ha sido el anuncio más polémico y sorprendente es el de recuperar a Josep Lluís Trapero director general de los Mossos. La humillación que sufrió el Cuerpo por la huida de Carles Puigdemont en su regreso a España hace imprescindible una renovación total de la cúpula pero que el elegido para abrir un tiempo nuevo sea precisamente Trapero ha desconcertado y disgustado a muchos.

Aunque ahora los independentistas le desprecien, porque durante el juicio del Supremo al proceso independentista se desmarcó de la estrategia golpista, la verdad es que el mayor Trapero mantuvo posiciones por lo menos ambiguas durante el golpe al Estado. Su asistencia a la fiesta veraniega en casa de la periodista Pilar Rahola en Cadaqués, junto al entonces presidente Puigdemont, Joan Laporta, y otras personalidades de marcado carácter independentista, fue algo más que una coincidencia. La pasividad de los Mossos durante la jornada del 1 de octubre, permitiendo que los centros de votación abrieran con total normalidad, forma parte también de su inquietante currículo.