El primer debate presidencial arranca sin apretón de manos entre Biden y Trump

El presidente de Estados Unidos, el demócrata Joe Biden, y su rival, el exmandatario republicano Donald Trump, evitaron estrecharse la mano al iniciar el primer debate electoral televisado de las elecciones del próximo 5 de noviembre.

El primero en entrar fue Biden, quien saludó sonriendo a los moderadores, y luego entró Trump, mucho más serio, quien no miró a su contrincante. Tal como estaba acordado, el actual mandatario se situó en el podio ubicado en el lado derecho de la pantalla y el exmandatario en el izquierdo.

El primer cara a cara de este año tiene lugar en los estudios de la cadena CNN en la ciudad de Atlanta (Georgia), con una duración de 90 minutos y sin presencia de público. La cita ocurre en un momento trascendental dado que ambos candidatos están empatados en las encuestas y cualquier error que se haga viral podría decantar la balanza.

Es el debate más temprano que se recuerda, pues la campaña electoral todavía no ha arrancado oficialmente, pero ambos aspirantes tienen prisa para ganarse el voto anticipado que en algunos estados comenzará en septiembre.

El debate llega con Trump y Biden empatados en las encuestas, aunque el primero tiene una mínima ventaja que, en las elecciones estadounidense, le da alrededor de un 66% de posibilidades de ganar las elecciones, según los expertos en estadística electoral. Pero, al margen de ello, el encuentro viene marcado por una cuestión clave, creada por Donald Trump: las drogas. El candidato republicano ha decidido acusar a Biden de drogarse para mejorar su agilidad mental y su capacidad dialéctica en el debate.

Trump ha insistido en los últimos días que Biden va a estar "con un subidón por las drogas", entre las que se incluye "una inyección muy gorda en el culo", aunque el sábado, en un mitin en Philadelphia, subió la escala y habló ya de cocaína. Su asesora Marianete Miller Meeks ha dicho que el presidente recibirá Adderall, un fármaco que se emplea para tratar la narcolepsia y mejorar la concentración, y el congresista por Missouri, Eric Burlison, ha sugerido que lo que va a hacer Biden es beber mucho Mountain Dew, una bebida perfectamente legal pero con una cantidad de azúcar suficiente para matar a una ballena azul.

LOS MISMOS ATAQUES, OPONENTES DIFERENTES

Todas esas acusaciones siguen exactamente la pauta de 2016 cuando Trump también acusó a su entonces rival demócrata, Hillary Clinton, de drogarse en vísperas del tercer y último debate antes de las elecciones. En esta ocasión, sin embargo, la campaña de Trump está mucho más organizada que entonces -y también que en 2020-, así que el mensaje está más coordinado. Asimismo, el candidato republicano y sus asesores han dirigido sus ataques hacia la televisión que organiza el debate, CNN, y hacia los dos moderadores de éste, Joe Tapper y Dana Bash.

Las críticas del equipo de Trump se basan en la línea editorial demócrata de CNN, las críticas que Tapper dedica al ex presidente casi a diario (aunque Bash ha sido republicana la mayor parte de su vida) y en el formato del debate -90 minutos sin interrupciones, sin público, sin asesores y con los micrófonos conectados solo cuando es el turno de hablar de cada uno- no es favorable al candidato republicano.

La presencia de público siempre es una inyección de energía para Trump, que suele estar muy pendiente de las reacciones que sus palabras y gestos provocan en la audiencia. El candidato republicano, además, tiende a interrumpir a sus oponentes, lo que dio pie a que Biden, en septiembre de 2020, exclamara "!Pero, por el amor de Dios! ¿Es que no se va a callar nunca este hombre?"