Trump materializa su amenaza e impone aranceles a México, Canadá y China desde el martes
Doce días después de jurar el cargo y de su vuelta a la Casa Blanca, Donald Trump ha empezado una guerra comercial con sus vecinos más cercanos, México y Canadá, y con uno de sus principales socios y competidores. Lo avisó durante la campaña, lo cuantificó por primera vez después de haber ganado y lo recalcó el viernes desde el Despacho Oval: los aranceles eran inminentes, no había nada que pudiera hacerse para detenerlos y no serán el último paso.
Este sábado, las autoridades canadienses fueron informadas de que todos los productos recibirán un arancel adicional del 25% respecto a lo que ya existe, salvo todo lo que rodee la energía, que será del 10%. Empezará a aplicarse desde el martes y permanecerán hasta que "el asunto de las sobredosis de fentanilo se resuelva". El presidente, pasando el fin de semana en su campo de golf y residencia de Florida, no parecía tener prisa en firmar la orden ejecutiva, mientras la tensión crecía entre sus todavía socios en un área comercial especial.
La explicación oficial es que los aranceles, del 25% a sus vecinos del norte y del sur y del 10% al gigante asiático en general, son un castigo por permitir que drogas e inmigrantes lleguen a Estados Unidos. La estructural, que Donald Trump no cree en la economía como el resultado de la cooperación entre agentes libres, sino que la ve, y así entendió sus negocios durante décadas, como un juego de suma cero en el que siempre tiene que haber un ganador. Y la principal potencia económica y militar del planeta debe ser, siempre, el ganador. "Creo que podría haber alguna perturbación temporal y de corto plazo y la gente lo entenderá [...] Los aranceles nos harán muy ricos y muy fuertes", prometió.
Desde hace años el presidente de Estados Unidos no oculta que cree que todo el planeta trata mal a su país, de forma injusta, abusiva, aprovechada. Por eso el viernes dejó claro que los siguientes en la lista son los países europeos, aunque no tengan frontera, nada que ver con las drogas, la inmigración y otros problemas. No es desde luego el primer presidente que tira de aranceles, ni será el último. Sus predecesores lo hicieron con alegría en momentos puntuales o para sectores puntuales, sobre todo el acero a los productos agrícolas pasando por los coches. E incluso quienes tenían buenas relaciones internacionales los mantuvieron en parte, como Biden, con productos muy sensibles para España.
Pero la visión de Trump es maximalista. Un reciente cálculo del Laboratorio de Presupuesto de Yale estimó que la decisión podría suponer un golpe anual para los hogares de aproximadamente 1.300 dólares, pero la Administración confía en usar toda su capacidad para presionar a sus vecinos para que devuelvan el golpe y lo acepten sin más, sin replicar. El viernes, el líder canadiense saliente Justin Trudeau [cuyo padre se enfrentó a aranceles a los metales por parte de Richard Nixon] advirtió de que el país tiene lista "una respuesta inmediata, determinada, con fuerza pero razonable". "Las medidas que está tomando el presidente contra Canadá... van a repercutir negativamente en Estados Unidos", avisó también Mark Carney, ex gobernador del Banco de Inglaterra, que tiene papeletas para acabar siendo el próximo primer ministro canadiense. "Igualaremos dólar por dólar los aranceles estadounidenses [...] Vamos a plantar cara a un matón, estamos unidos". En el primer mandato de Trump, la respuesta canadiense, como la de la UE, se centró en productos típicos de estados tradicionalmente republicanos, como el bourbon o los pantalones vaqueros.
La situación con México es más delicada aún, y su margen de respuesta, menor. Durante décadas, los vínculos se han entrelazado de una forma que es imposible de cortar de golpe sin consecuencias, como ocurrió con el Brexit. La frontera es una preocupación real, pero Trump y sus asesores creen que las importaciones de coches y de acero de México están debilitando a los fabricantes estadounidenses y que por eso el Acuerdo Estados Unidos-México-Canadá (USMCA, por sus siglas en inglés), firmado por Trump en 2020 para reemplazar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA), necesita ser actualizado. O incluso abandonado.
Trump ha garantizado que los aranceles no serán inflacionarios en casa y que serán todo beneficios. Incluso su equipo especula alegremente con la idea de poder prescindir de impuestos sobre la renta gracias a que los países extranjeros van a pagarlo todo con estas tasa adicionales. El problema principal es que la economía de 2025 en el continente no tiene una separación clara y marcada entre importaciones y exportaciones. Las cadenas de suministro funcionan de forma integrada sin prestar mucha atención a las fronteras. Los productos y materias primas circulan de norte a sur constantemente mientras se da forma al bien final. La riqueza y los empleos se crean como una autopista de doble sentido, así que subir los aranceles inevitablemente tendrá consecuencias para la economía estadounidense, incluso si México o Canadá no replicaran con la misma medida.
Por no hablar del impacto en la energía, ya que más de la mitad del petróleo que importa Estados Unidos es canadiense, o el hecho de que aproximadamente la mitad de las frutas y verduras frescas de Estados Unidos llega de México, que, a su vez, es el primer destino de las exportaciones agrícolas norteamericanas. Las subidas de precios serán inmediatas en productos como los aguacates, los tomates cherry, unos populares camiones amarillos de juguete, el tequila, el sirope de arce, los teléfono móviles o incluso herramientas básicas.
Los cuatro tramos de aranceles de Trump a los productos chinos en 2018-2019 abarcaron importaciones valoradas en aproximadamente 360.000 millones de dólares en ese momento. Los nuevos aranceles a Canadá y México, más los aranceles adicionales a China, cubrirían (si todos los artículos están sujetos a la medida) importaciones valoradas en más de 1,3 billones de dólares en 2023, según estimaciones de The Wall Street Journal. Según datos de la Oficina del Censo, Canadá y México juntos suministraron alrededor del 28% de las importaciones de Estados Unidos en los primeros 11 meses de 2024. China representó un 13,5% adicional.