El Gobierno alemán reconoce la recesión y rebajará hoy las previsiones oficiales

Para 2025 se mantienen expectativas oficiales optimistas, con un aumento del PIB alemán del 1,1%, y en 2026, del 1,6%. Pero el gobierno germano lleva años revisando a la baja ilusionadas previsiones como esa y la economía alemana no alberga duda alguna de que se encuentra en un periodo prolongado de estancamiento, cuando no de caída. Y el diagnóstico está claro: las empresas no invierten, debido fundamentalmente a los altos precios de la energía, y los particulares no consumen, debido a la menor capacidad de gasto y a la incertidumbre.

Todos los analistas coinciden en el efecto devastador que la política energética de la 'coalición semáforo' está ejerciendo sobre la economía alemana. Una fuente tan poco sospechosa de hacer leña del árbol caído, como el exministro de Economía, el socialdemócrata Sigmar Gabriel, ha lamentado en público la «silenciosa muerte lenta de la economía alemana» y ha acusado al actual gobierno de estar «arruinando intencionadamente un pilar de nuestra economía», en referencia al sector automovilístico.

Gabriel aboga por paralizar la prohibición de los motores de combustión en la UE y critica lo que considera un cambio demasiado rápido hacia la electromovilidad. Recientemente, Gabriel dimitió como presidente del consejo de supervisión de la filial siderúrgica de Thyssenkrupp y advirtió en su salida que «la protección del clima también fracasará al final si perdemos nuestra capacidad de innovar y nuestro desempeño económico debido a una energía costosa, una infraestructura en ruinas, una digitalización inadecuada, una burocracia excesiva, un capital de crecimiento insuficiente y un sistema educativo en constante deterioro».

El sector automovilístico alemán parece haber caído en una espiral de recortes de empleo y cierres de fábricas en su país de origen, además de declaraciones erráticas de sus directivos en las que se apuesta y se desiste de la estrategia de la movilidad eléctrica. La empresa automovilística Volkswagen, por ejemplo, se ha visto obligada a tomar medidas drásticas a pesar de unas ventas récord de 322.000 millones de euros en 2023, con la reducción de hasta 30.000 puestos de trabajo.

Sucesivamente, grandes proveedores caen en quiebra y se difumina una red de fabricación que ha sostenido durante décadas a este pilar de la economía germana: los coches eléctricos prescinden de muchos de los componentes que todavía producen los proveedores de la industria automovilística, como cajas de cambios y otros componentes, sin que aparezca la infraestructura suficiente para surtir de componentes a la electromovilidad.

La industria alemana soporta en su conjunto una caída de los pedidos del 5,8%, la nueva mayor caída desde enero, según la Oficina Federal de Estadística. Los economistas sólo esperaban una caída del 2%, pero «los indicadores adelantados caen, las previsiones caen, las malas noticias no cesan», según el experto del LBBW, Jens-Oliver Niklasch, «todo habla de recesión». El economista jefe del Commerzbank, Jörg Krämer, describe los últimos datos como una amarga decepción. «No hay señales de la ansiada recuperación económica», reconoce. La Cámara de Comercio e Industria de Alemania (DIHK), por su parte, admite que «esto acaba con las esperanzas de un pronto cambio».

Sin grandes pedidos, la industria alemana permanece en su nivel más bajo desde la pandemia y, «con la caída actual, las esperanzas de que los pedidos hayan tocado fondo han vuelto a desaparecer«, reconoce el Ministerio Federal de Economía. El director del Instituto IMK, Sebastian Dullien, sentencia que »las tres principales áreas clave de la industria alemana se ven enormemente afectadas por la fase débil: la fabricación de automóviles, la ingeniería mecánica y la química« y añade que »el actual empeoramiento de la situación en la industria implica un riesgo de caída para la ya nada optimista previsión de 2025«.