Así que, para disipar todas las dudas, 2001 (con o sin odisea en el espacio) prácticamente cerró con un acontecimiento que dejaba claro que habíamos entrado en otro siglo, en otra era, en otra pantalla del videojuego (una de las disciplinas creativas, por cierto, que han marcado estos 25 años): la caída de las Torres Gemelas como metáfora de todo lo que estaba por venir. Y aunque hablamos de un evento más propio de la política internacional, podemos llevárnoslo al terreno del arte, a tenor de lo expresado por pensadores como K. Stockhausen que vería en esa imagen «la mayor obra de arte de todos los tiempos». ¡Ríete, Cattelan, de tu plátano!
Así que la Historia, desde esta catástrofe, se lo iba a poner difícil al arte del siglo XXI, 25 años después, para fijar las (auténticas) grandes propuestas que han dejado estas dos décadas y media. Y esa imagen, en la retina de todos, fue convertida por el creador y pensador Joan Foncuberta en uno de sus 'Googleramas', una de sus series más destacadas de este periodo, con la que ilustramos la portada de este especial.
De hecho, con Fontcuberta (y con otros 24 grandes nombres de la creación artística en nuestro país, tantos como años cumple ya el primer cuarto de este siglo) empezamos un exhaustivo repaso por los nombres propios y tendencias de esta porción de centuria.
Redes sociales, NFTs e inteligencia artificial
Obviamente, del auge de internet, redes sociales, NFTs e inteligencia artificial como herramienta creativa empiezan a poblarse las respuestas. Recordemos el hito de Beeple, que en marzo de 2021 vende en la casa de subastas Christie's la obra 'Everyday: The First 5000 Days', por cerca de 70 millones de euros: «Entre el entusiasmo acrítico y la alarma apocalíptica, la IA generativa ha revolucionado los modos de producción de imágenes, inaugurando un nuevo paradigma de colaboración humano-máquina», argumenta el catalán, que prosigue: son estos años de «desmaterialización y masificación de imágenes, internet, redes sociales, teléfonos inteligentes y mensajería instantánea; la omnipresencia de las cámaras de vigilancia; los drones y satélites».
En frente, «la reivindicación de la foto vernacular y de los archivos como motor narrativo y político». Todo ello ha generado una nueva «condición postfotográfica» propia de esta era. Por eso, si se tiene que quedar con un nombre propio definitorio de este periodo, lo hace con Hito Steyerl.
«La burbuja del NFT marcó un punto de inflexión al legitimar institucionalmente y en el mercado un arte nativo digital»
María Santoyo
Directora de PhotoEspaña
A Fontcuberta lo cita María Santoyo, directora de PHotoEspaña, su «furia de las imágenes», lo que ha convertido la foto «de medio especializado a la principal forma de comunicación del planeta». E incide en la herencia de lo que fue «un net.art muy minoritario», que ha dado pie a prácticas artísticas basadas en códigos, datos y entornos virtuales que «han redefinido la noción de obra, autoría y circulación de la misma».
«Tras el auge y caída del metaverso, la burbuja del NFT marcó un punto de inflexión al legitimar institucionalmente y en el mercado un arte nativo digital», señala Santoyo. Debates profundos en cuanto a ética o derechos se cruzan, en su opinión, con «propuestas de creatividad innegable, figuras pioneras como Albertine Meunier o Mario Klingemann, y emergencias a tener en cuenta como Sofía Crespo / Entangled Others». A las obras generativas de autores como Refik Anadol nos pide prestar atención, en una opinión similar, Miren Arzalluz, la directora del Museo Guggenheim-Bilbao.
En la misma dirección, la opinión de Isabel Muñoz, fotógrafa y Premio Nacional, que ve cómo la IA «cambiará a corto plazo nuestra forma de percibir el arte» y remarca los procesos disruptivos de las redes sociales, «las nuevas enciclopedias».
Descolonización, migración y globalización
Porque estos han sido años, más que de cambios (que también), de desplazamientos. Hay uno, hoy evidente, que queda personalizado en la cita artística de las últimas décadas más mencionada por nuestros encuestados: La Documenta 11 de Kassel, celebrada en 2002. «Fue dirigida por primera vez por un curador no europeo, Okwui Enwezor –recuerda Guillermo Solana, director artístico del Museo Thyssen–, con un equipo curatorial internacional (Carlos Basualdo, Ute Meta Bauer, Susanne Ghez, Sarat Maharaj, Mark Nash y Octavio Zaya) y con artistas del Sur Global, suscitando cuestiones centrales hoy sobre descolonización, migración y globalización».
Bárbara Rodríguez Muñoz, desde el Centro Botín, considera que esta quinquenal vivió «un punto de inflexión» al transformar la cita en «un evento global y poscolonial», con plataformas en cuatro continentes, que Carolyn Christov-Bakargiev amplió en Documenta 13, «incorporando el enfoque interdisciplinario y de investigación, poniendo en el centro ecología, materialidad y formas de conocimiento alternativas» y que, para Chus Martínez, directora del Institute of Arte del FHNW Academy of Art and Design de Basilea, que trabajó en ella, «expandió la noción de inteligencia más allá de lo humano, incorporando lo vegetal, lo animal y lo geológico como agentes activos de sentido. Desde entonces, la idea de coexistencia y 'pensamiento en la materia' se volvió central en el arte».
En este sentido, la comisaria Estrella de Diego no se olvida tampoco de la 30 Bienal de Sao Paulo, la de Luis Oramas, en 2012, con su «también regreso a la materialidad» (los tapices, la cerámica...), a los sentidos y la poesía, «lejos del documento».
Y el arco se cierra en Documenta 15, en la que coinciden Manuel Borja-Villel, penúltimo director del Reina Sofía, y Elvira E. Ose, actual responsable del MACBA. Para el primero, la Documenta de Ruangrupa reflejó cambios a muchos niveles: el comisariado no recaía en un curador estrella, sino en un colectivo. «Lo importante no era la representación sino el encuentro y la negociación. Y finalmente se daba voz y lugar a una serie de prácticas situadas más allá del sistema arte», expresa Borja-Villel.
Dyangani Ose pone el foco en cómo esta edición, con la retirada de 'People's Justice', del colectivo Taring Padi, «marcó otro antes y después, pues puso en alerta a agentes de visiones más conservadoras del mercado del arte y de la obra objetual»: «Pero consiguió, pese a la problemática acusación de antisemitismo, defender que la pluralidad de experiencias del arte, su carácter colectivo y social y su transdisciplinariedad son necesarias para el siglo XXI. Las consecuencias de una cultura de la censura que ya se iniciaron ahí han minado no solo Documenta 16 sino también la cultura institucional alemana».
Pero no nos ocupemos tan solo de una cita específica, porque los movimientos en el mundo del arte se han dado en muchas direcciones. Álvaro Rodríguez Fominaya, director del MUSAC, y Óscar Hormigos, director creativo de Solo Contemporary, tienen clarísimo que la descentralización de lo artístico ha beneficiado al sudeste asiático. Para el canario, «nuevas instituciones museísticas como la Galería Nacional de Singapur, M+ de Hong Kong o el próximo Guggenheim de Abu Dhabi, junto a las bienales de Sharjah, Guangzhou, Gwangju, Shangai o Taipei marcan una nueva era». Para el responsable de una de las colecciones privadas más vinculadas al siglo XXI, «centros estratégicos de producción, coleccionismo y museos en China, Japón, Corea o Emiratos rompieron la hegemonía cultural occidental».
La comisaria Lorena Martínez Corral destaca la Bienal de Venecia de 2005 porque fue dirigida por dos mujeres (y españolas): su madre, María Corral, y Rosa Martínez
Y con todo y con eso, Venecia, seguirá siendo Venecia, y algunos encuestados traen a colación algunas de sus ediciones: Miguel Zugaza rememora la de 2001, la del año de la Caída de las Torres, de los últimos coletazos de Harald Szeemann; «canto del cisne de una época en el arte y en el comisariado ante las crisis sucesivas de la globalización en el nuevo siglo», en la que Cy Twombly creó la serie 'Lepanto', descubrimos a Ernesto Neto y el trabajo de Chantal Akerman: «El arte como memoria, alegato y presagio. Un cambio de agujas». La comisaria Lorena Martínez de Corral, la 51 de 2005, la que marcó un hito en más de un siglo, porque fue dirigida por dos mujeres (y españolas): su madre, María Corral, y Rosa Martínez.
Mujeres
'Reconocimiento' y 'restitución' serían otros de los términos que se graban en letras de oro en estos años. De un lado, las mujeres –creadoras, gestoras, comisarias, directoras– empiezan a ocupar los espacios que se merecen. «Es la progresiva incorporación, que tiende a ser igualitaria y paritaria, en las programaciones de los principales museos y citas internacionales, y que podría simbolizarse en la Bienal de Venecia de 2005 y en la de Cecilia Alemani de 2022», precisa Juan Antonio Álvarez Reyes, ex director del CAAC.
Sus palabras se apoyan en las de Blanca de la Torre, actual responsable del IVAM: «Los museos han iniciado por fin un proceso de revisión interna del canon, replanteando la narrativa histórica tradicional y rompiendo con la idea de un arte centrado exclusivamente en grandes genios». Y así, enumera, han llegado las grandes retrospectivas de Artemisia Gentileschi en la National de Londres o de Carmen Herrera en el Whitney; históricas y contemporáneas, todas ellas necesitadas del cambio de mentalidad. De Maruja Mallo en el Reina Sofía a Hilma af Klint (la menciona Guillermo Solana), en el Guggenheim. «En todos los casos, más vale tarde que nunca», remata la joven directora.
Politización
Era necesario escucharlas a ellas y era necesario escuchar otras realidades. En este sentido, tanto Borja-Villel como Carles Guerra, próximo comisario en el Pabellón Español en Venecia, introducen en este repaso el discurso de Emmanuel Macron en Ouagadougou (2017). Y subraya este último: «En una de las principales universidades de Burkina Fasso, abrió la puerta a una operación masiva de restituciones en el ámbito del patrimonio y las relaciones con África. El informe que publicaron Felwine Sarr y Bénédicte Savoy el año siguiente sustanció un nuevo paradigma, no sólo en relación al patrimonio sino respecto a las formas de concebir la producción cultural. Desde entonces, 'restituir', 'restaurar', 'reparar' y 'curar' se han convertido en palabras clave de las políticas culturales y del mundo del arte». Alejandra Riera y Forensic Architecture están en su podio de honor de los nombres que han dado los últimos 25 años.
Años en los que no hemos dejado de hacer política, como argumenta ahora el crítico Fernando Castro Flórez: «El arte reacciona como puede a acontecimientos traumáticos como #BlackLivesMatter, se posiciona con el #MeToo, clama por la paz en relación con la Guerra de Ucrania o denuncia el genocidio que Israel está perpetrando en Gaza. Esa 'politización del arte' encarna la honra ética de lo contemporáneo».
El discurso de Emmanuel Macron en Ouagadougou (2017) «abrió la puerta a una operación masiva de restituciones
Carles Guerra
Próximo comisario en el Pabellón Español en Venecia
Le toma el relevo en el argumento Manuel Segade, actual director del MNCARS: «En 2022 comenzaron los bombardeos rusos sobre Ucrania y, en 2023, los israelíes sobre la población civil gazatí. El 'Guernica' –una obra cuya versión en tapiz se cubrió en Naciones Unidas en 2003 en plena guerra de Irak– salió de nuevo a la calle. Sus mujeres en duelo aparecían en carteles de protesta de manifestaciones en todo el mundo que pedían el fin de la masacre. A pesar de estar a punto de entrar de lleno en el segundo cuarto del siglo XXI, el siglo XX se está haciendo, también en el ámbito cultural, muy largo».
Si nos llevamos estas temáticas a nuestro terreno, Castro Flórez pone el acento en «el año en el que en España vivimos indignadamente»: «Estábamos asfixiados por el 'austericidio' y surgió un clamor popular contra una forma de gestión geo-política que apuntalaba un capitalismo cansino. La acampada en Sol fue un acontecimiento que demostró que el diagnóstico del 'Fin de la Historia' fukuyamiano era cosa del pasado. En diciembre de 2011, en 'Artforum', M. Borja-Villel consideró que esa okupación podía ser entendida en clave artística». Desde entonces, apostilla, no faltaron intervenciones y presencias en bienales e incluso dinámicas archivísticas que monumentalizaron el antagonismo.
Ecosostenibilidad
No fue la única voz que se alzó por una causa justa en este periodo. En estos años aprendimos palabras como 'Antropoceno' y 'ecosostenibilidad'. Lo explica bien Blanca de la Torre, que además ha sido la última comisaria de la Bienal de Helsinki, que, pese a su juventud (nació en esta década), es de las citas más concienciada con esta cuestión: «La orientación hacia la sostenibilidad se ha convertido en uno de los grandes hitos del mundo del arte en el primer cuarto de siglo. Durante años me resultó frustrante comprobar que, aunque en museos e instituciones se escuchaban discursos supuestamente comprometidos con lo social, casi nadie prestaba atención a la ecología, y yo me sentía una rara avis. Me suponía un esfuerzo constante demostrar que las artes desempeñan un papel esencial en la configuración de una nueva cosmovisión necesaria para afrontar una conciencia colectiva post-fosilista y post-antropocéntrica». A esta dinámica se han unido en nuestro país museos como el Thyssen con sus acuerdos con TBA-21.
De Maurizio Cattelan a Jeff Koons
Ocupémonos de los nombres propios que han marcado estos lustros. ¿Echan de menos el plátano de Maurizio Cattelan? En realidad ha sido prácticamente obviado por nuestros encuestados, que, acotando 'fenómenos', mencionan más a Yayoi Kusama, para el galerista Guillermo de Osma, continuadora de esa estela de artista-promotor y actor directo en el mercado del arte que ya iniciaran a finales del siglo pasado Jeff Koons o Damien Hirst, que han seguido dando titulares en este. Se repite el de Olafur Eliasson, con su 'Weather Project' de 2003 en la Tate como «una de las primeras grandes especulaciones de la inmersión en el arte», para Elvira D. Osé y Óscar Hormigos; esa exposición de Dieter Roth en el Schaulager de Basel en 2003, que fue lo más para Luis Gordillo o la cita de Giacometti en el Prado de 2019, en la memoria de Soledad Sevilla.
Maribel López, directora de ARCO, no quiere olvidar el legado de grandes galeristas españolas (Soledad Lorenzo, Juana de Aizpuru y Helga de Alvear) cuyo cese de actividad cierra un ciclo. Nuria Enguita, desde la dirección artística del lisboeta MAC/CCB, menciona a Bruno Latour, Judith Butler, Paul Gilroy, Donna Haraway o Aníbal Quijano: «Del pensamiento del Antropoceno a la performatividad de género, pasando por las relaciones interespecies y el binomio modernidad-colonidad, estos pensadores han determinado el curso del primer cuarto de siglo, materializado en planteamientos artísticos, exposiciones y libros de todo el mundo».
Estos años han sido los de los grandes museos desarrollando redes internacionales y dando lugar a marcas globales –Guggenheim, Louvre, Pompidou, como tiene en cuenta Miren Arzalluz– y las ferias franquiciadas –Basel, Frieze– y bienales descentralizadas, explica Bárbara Rodríguez Muñoz. Miguel López-Remiro, director del Picasso-Málaga, nos invita a fijarnos también en la consolidación de España como uno de los ecosistemas museísticos más relevantes del siglo XXI y la aparición del 'slow museum' y el arte como experiencia: Schaulager en Basilea, Grace Farms (Connecticut), e instituciones del Sur Global (Thread o el futuro Bat Bi Museum en Senegal, o el Centre for Less Good Idea de Johannesburgo, tras el cual se sitúa William Kentridge), descentralizando de nuevo la narrativa.
Si no somos escrupulosos con la cifra, el siglo XXI se abrió con la nueva Tate Modern y se cierra con la reapertura del Museo del Cairo. Entre ambos contenedores, un sinnúmero de protagonistas, acontecimientos y realidades que desconocíamos hace 25 años. Sin duda alguna, tras la caída de las Torres Gemelas nada volvió a ser como antes. El arte da fe de ello.