Pues bien, aún así, ninguna de estas dos transformaciones pueden compararse con el tsunami que provocó la entrada de la música en la era digital a principios del siglo XXI. Eso es lo que opinan, al menos, la gran mayoría de los músicos y profesionales del sector consultados por ABC Cultural para este especial, en el que intentamos averiguar cuáles han sido los hitos –cada uno ha elegido tres– que han transformado esta disciplina y a su industria durante el primer cuarto de esta centuria.
'Streaming'
Descargas ilegales / piratería
Música latina / Reguetón
Rosalía
Fusión
Para bien o para mal, la digitalización lo arrasó todo. Casi nadie lo duda. Primero, a través de las descargas gratuitas y, después, del 'streaming'. Estos dos fenómenos provocaron un impacto en la música «impensable hace años», reconoce Raphael. Una metamorfosis mucho más salvaje que la generada por otros hitos señalados por nuestros encuestados. Empatados en segundo lugar, la irrupción de Rosalía, la consolidación de la música latina y el auge de los macrofestivales; y en tercero, la reciente aparición de la inteligencia artificial. «Porque voy a recordar toda mi vida haber visto a la Reina de Inglaterra rapear con The Notorious B.I.G.», comenta entre risas Zatu, de SFDK, que valora igualmente que las redes sociales permitiera a los artistas acercarse a su público y Spotify, «llegar a todo el mundo con inmediatez y cobrar mensualmente por sus canciones para llevar una vida más cómoda».
Ya lo advirtió David Bowie en 1999: «No creo que hayamos visto ni la punta del iceberg». Durante esa misma entrevista en la BBC, el compositor aseguró que «el potencial de lo que internet le hará a la sociedad y a la música es inimaginable». Y cuando el periodista, Jeremy Paxman, le replicó escéptico que solo era una herramienta más, lo interrumpió y calificó ese nuevo mundo que se abría ante sus ojos como «una forma de vida extraterrestre que va a destrozar nuestras ideas sobre el significado de los medios».
'Streaming'
El Camaleón no se equivocó. Las webs 2.0 y el 'streaming' no solo alteraron la difusión y el mercado discográfico, al que se dio por muerto una vez más, igual que había ocurrido antes con la aparición de las casetes. 'La piratería pone en peligro de muerte la industria discográfica', titulaba ABC en 1978. Pero la red fue mucho más allá, porque también transformó la forma de escuchar, de interpretar e, incluso, de componer. Según la Mala Rodríguez, «gracias a la rebelión de quienes pirateamos y quisimos cambiar las reglas del juego, se abandonó la pureza de los géneros y se diluyó la tradición en formas globales».
«El 'streaming' ha enriquecido la creatividad de los músicos y el oído del público nunca ha estado tan abierto a nuevas propuestas»
Loquillo sufrió esa transición del vinilo al cedé y del cedé a las plataformas digitales: «El 'streaming' cambió las reglas del juego. Pasamos a tenerlo todo en el móvil y la industria tuvo que reinventarse por completo. Los que veníamos del mundo analógico tuvimos que adaptarnos o quedarnos atrás». Raphael, con la perspectiva de alguien que ya había triunfado en el Madison Square Garden de Nueva York allá por 1967, cree que «lo más positivo fue precisamente esa democratización del acceso a la música, porque antes solo podías encontrar rarezas en tiendas especializadas y ahora están todas al alcance de un clic».
«Democratizar» es el término usado también como elogio por el presidente de Sony Music Iberia, José María Barbat; la co-directora general de Universal Music Spain, Alicia Arauzo, y el fundador de Subterfuge, Carlos Galán, cuyo sello encabezó el impulso de la música independiente en España en los 90. Raphael, a sus 82 años, va más allá en su optimismo: «El fenómeno ha enriquecido la creatividad de los músicos, pues las influencias fluyen con una libertad y velocidad impensables hace años. El oído del público nunca ha estado tan abierto a nuevas propuestas. En los últimos Latin Grammy, por ejemplo, tuve la oportunidad de disfrutar de Ca7riel y Paco Amoroso, artistas muy interesantes surgidos de ese nuevo paradigma».
Juanma Latorre, guitarrista y compositor de Vetusta Morla, se muestra más escéptico: «Es cierto que las plataformas han expandido hasta el infinito el acceso a la música, pero al mismo tiempo han desactivado su poder simbólico, aislándola de su contexto físico y social y reduciéndola a una mercancía o ruido de fondo. Nunca se escuchó tanta música, pero nunca significó tan poco en nuestras vidas». Para el fundador de la revista 'Ruta 66', Ignacio Juliá, «la contrapartida es la subyugación del criterio personal al que imponen los algoritmos, con el que los artistas y los sellos independientes perdieron el control, vencidos por los monopolios y oligarcas tecnológicos». En este mismo sentido, Lara Lopez, ex directora de Radio 3 y responsable del programa 'Derivas', defiende que «la música ha pasado del sector cultural al financiero del algoritmo», que no solo «desprecia al artista independiente, sino que lo ha matado».
Napster
La chispa la prendieron dos programadores estadounidenses de 19 años, Sean Parker y Shawn Fanning, cuando lanzaron Napster en 1999, un programa que permitía compartir archivos mp3 a través de internet. Su éxito fue tan rotundo que, un año después, ya había más de veinte millones de personas compartiendo música de manera gratuita. Cómo dice el compositor, escritor y ex presidente de la SGAE, Antón Reixa, fue como tener «una Biblioteca de Alejandría digital» al alcance de la mano sin pagar un euro.
«Gracias a la rebelión de quienes pirateamos y quisimos cambiar las reglas del juego, la tradición se diluyó en formas globales»
En Napster, incluso, se filtraron canciones de discos todavía no publicados, como le ocurrió a con 'Kid A'. Sus seguidores las grabaron a escondidas en el concierto de la banda en el Teatro Tívoli de Barcelona y las subieron a la plataforma. Lejos de irritarse, Thom Yorke hizo públicas sus simpatías hacia los piratas y el grupo habilitó una aplicación en su web para que cualquier aficionado pudiese escuchar el álbum en 'streaming' antes de su salida y hasta embeberlo libremente en sus blogs para que otros lo disfrutaran.
Metallica adoptó una actitud mucho más beligerante al descubrir que millones de seguidores habían empezado a descargarse 'I Disappear', un tema grabado para la banda sonora de 'Misión Imposible 2' que aún no habían lanzado. «Si queremos regalar nuestra música, la regalamos. ¡Eso no es problema! Pero esa elección nos fue arrebatada por otra compañía», declaró furioso su batería, Lars Ulrich, que se alió con las grandes discográficas para demandar a Napster, que tuvo que cerrar en 2002. «En España –subraya Loquillo–, el Gobierno miró hacia otro lado y la piratería se convirtió en deporte nacional. La industria cultural española fue arrollada por las descargas ilegales. Música, cine y videojuegos circularon sin control, dejando a miles de profesionales sin trabajo. Fue un golpe directo al oficio de crear».
Ainara Legardon, compositora, investigadora y divulgadora en materia de propiedad intelectual, sitúa aquella demanda entre sus hitos, pero advierte: «No hablo de la creación de Napster, sino de la decisión de litigar por parte de las multinacionales, porque aquello allanó el terreno para la implementación del acceso legal gratuito a la música grabada, primero de la mano de iTunes y después de las plataformas de 'streaming' como Spotify. Fue la primera vez que las discográficas trataron de monetizar lo inevitable. Si no puedes combatir al enemigo, cómpralo».
Antonio Luque, que lleva grabando discos desde 1990 bajo el alias de Sr. Chinarro, habla directamente de «gran estafa». Y se explica: «Las multinacionales vieron en la piratería la oportunidad de ahorrarse los costes de fabricación y distribución y se destaparon como los grandes piratas organizados que son. Cuando pudieron, no protegieron su producto, los discos, porque el plan era hacer creer que salvaban la papeleta mientras se quedaban con ella, al comprar a esas plataformas».
Redes sociales
Los discos fueron finalmente desplazados por páginas webs como MySpace (2003), que permitía subir canciones propias o ajenas para que se escucharan gratis en 'streaming'. Durante un tiempo fue la red social más popular del mundo, a pesar de que Facebook ya había nacido. Su impacto fue también enorme, como demuestra el caso de Arctic Monkeys. En 2005, antes de lanzar ningún álbum, alguien creó un perfil de la banda y subió sus maquetas. Eso atrajó a miles de personas a sus conciertos. Su batería, Matt Helders, reconoció que ellos no conocían la plataforma, pero que fue fundamental para que 'Whatever People Say I Am, That's What I'm Not' se convirtiera en el disco de debut más vendido de la historia de Gran Bretaña.
Las redes sociales, efectivamente, pusieron en contacto a los artistas con sus seguidores y a unas comunidades de músicos con otras, por muy alejadas que estuvieran entre sí. «Un carácter global que ha permitido romper fronteras y proyectar escenas locales a audiencias masivas», apunta el capo de Subterfuge. Un aspecto igual de relevante es que los compositores pudieron explorar los sonidos de cualquier rincón del planeta para crear música cada vez más inclasificable. «Así llegó a la fusión de estilos, cuyo referente claro es Rosalía, que arrancó del flamenco. Solo hay que escuchar su nuevo trabajo, 'Lux', para darse cuenta de que no hay límites», declara la co-directora de Universal Music Spain.
Rosalía y la música latina
Santi Carrillo, director de la revista 'Rockdelux' durante 37 de sus 40 años de vida, sitúa a la compositora catalana en primer lugar –seguida de cerca por Kendrick Lamar– porque, desde su debut con 'Los Ángeles' en 2017, ha conseguido «el éxito universal que solo Raphael, Julio Iglesias y Alejandro Sanz alcanzaron parcialmente, pero ella, en solo ocho años y con más efectividad contemporánea y disruptiva desde un punto de vista creativo». Y puntualiza: «Ha dinamitado el pop de consumo y se ha convertido en la cantante femenina más relevante, a medio camino entre Björk y Beyoncé, creando y rompiendo tendencias sin igual desde su portentosa base flamenca, que no flamenquita».
«La llegada del reguetón en los primeros dosmiles lo cambió todo y no nos dimos cuenta hasta 2017, al menos yo»
En primer lugar también la sitúa Barbat, como protagonista de la «revolución estética y sonora que ha redefinido el pop» en este primer cuarto de siglo. Según el presidente de Sony Music Iberia, Rosalía ha «fusionado tradición y vanguardia con una coherencia artística excepcional, ampliando los límites del pop en español y posicionándolo en el mapamundi con una ambición inédita». Reixa, que la incluye en su podio –«lamento no ser muy original»–, califica su irrupción de «insólita». «Y si escuchas su propuesta sin prejuicios, te das cuenta de que ha creado un sonido que tiene que ver con la música culta contemporánea, aunque se apoye en el marketing tradicional y el fenómeno fan».
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Según Eugenio González Cremades, director de La Mar de Músicas y el Cartagena Jazz Festival, Rosalía es la última artista que «ha convertido al español en la lengua vehicular del pop internacional», en compañía de otras estrellas como Bad Bunny y Karol G, que «ya no son excepciones exóticas, sino parte de un cambio cultural que ha desplazado el eje de influencia hacia el sur de la Tierra». Y para Miren Iza, la compositora detrás del grupo Tulsa, Premio Nacional de Músicas Actuales 2024, «la llegada del reguetón en los primeros dosmiles lo cambió todo y no nos dimos cuenta hasta 2017, al menos yo».
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Además de los citados, en la elaboración de este reportaje han participado con sus opiniones y votos: Javier Arnaiz (director del Mad Cool), Antonia Jiménez (guitarrista flamenca), Julián Hernández (Siniestro Total), Julieta (cantante), Karmento (cantautora), Carmen Linares (cantaora, Premio Princesa de Asturias de las Artes 2022), Marta Robles (Las Migas) y Lucas Vidal (compositor de cine).