En un lado y otro del río reconocen que el enfrentamiento ha marcado y opacado el CILE de Arequipa. No sólo ha sido el gran tema de conversación, muy por encima de los asuntos centrales del congreso –mestizaje, lenguaje claro e inteligencia artificial–, sino también ha lastrado el programa académico y cultural de la gran fiesta del español. El ejemplo más evidente es el homenaje duplicado a Mario Vargas Llosa, organizado primero por el Cervantes y luego por la RAE. Pero no es el único. «El programa es el resultado de una pelea de niños –nos cuentan desde dentro–. Si Santiago estaba aquí, Luis también tenía que estar. Y al revés».
Es algo que lleva sucediendo años. Desde el CILE de Córdoba, celebrado en 2019, las tensiones son constantes: para elegir la sede, para componer el programa, para figurar… «Pero lo que sucedió en la rueda de prensa del lunes fue algo inaudito», nos cuenta un académico. «Bochornoso», apunta otro. Recordemos: Luis García Montero dijo delante de la prensa, los diplomáticos y los principales participantes del CILE que sus diferencias con Muñoz Machado «eran muchas» y que había que hablar de la sucesión que estaba preparando este al frente de la RAE. Luego, él mismo reconoció que se refería a Juan Luis Cebrián. El mandato de Muñoz Machado al frente de la RAE termina en diciembre de 2026. ¿Pero qué tiene que decir sobre eso el director del Cervantes? Recordemos otra vez: el Cervantes depende del Ministerio de Exteriores, pero la RAE es una sociedad autónoma.
«Vi a Luis demasiado nervioso, estaba agitado», nos dice otra fuente, en referencia a lo sucedido el lunes. Los gestos eran evidentes, no solo en ese acto. Muñoz Machado también ha estado muy serio, con cara de circunstancias. De hecho, no estuvo en la clausura del CILE: se marchó de Arequipa el jueves... Tampoco asistió Luis García Montero.
¿Guerra personal o política?
Hay quien sostiene que la guerra iniciada por García Montero es solo por motivos personales, y que le tiene una especial inquina o envidia a Santiago Muñoz Machado. Son muchas las teorías del porqué; algunas se remontan más de una década, pero ninguna está confirmada. Todo eso queda en el terreno del chisme más o menos increíble.
La otra postura es que detrás de la guerra hay una orden política. Arturo Pérez-Reverte la ha defendido en público, con vehemencia. El miércoles aseguró a través de su cuenta de X que el Ministerio de Exteriores quiere «colonizar el ámbito natural de la RAE abriéndose paso a codazos para protagonizar la fotografía». También llamó a García Montero «mediocre y paniaguado». Otro escritor de la Academia, Álvaro Pombo, cargó contra el director del Cervantes en un artículo publicado en ABC el pasado domingo: «Es un poeta menor, agradablemente menor, pero faltón; chiquito pero faltón». Con ellos quedaba claro que el desprecio era mutuo y grave. Y eran respuestas que se entendían por el primer golpe de García Montero, que la semana pasada vino a decir que Muñoz Machado era un simple jurista que no estaba a la altura de filólogos como Fernando Lázaro Carreter o Víctor García de la Concha que habían dirigido la RAE, y con los que él estaba acostumbrado a despachar.
Por cierto: dentro de la hipótesis política, son muchos los que afirman que García Montero habla directamente con Pedro Sánchez… Lo único que sabemos es que, después de todo, no ha habido ninguna llamada de atención pública por parte del Gobierno por su comportamiento.
Fue el discurso del Rey del miércoles lo que cambió el tono del jaleo. Por momentos, pareció casi una reprimenda. «Esta reunión es, también –y más allá, incluso, de la lengua–, un ejemplo de comunidad de valores: una conversación en torno a lo que une, no a lo que separa. Una valiosa lección en tiempos en que se oye hablar constantemente de competencia, de rivalidad, de desconexión, de resurgimiento de bloques…, de intereses y no de cooperación». Esa misma tarde, García Montero dijo sobre el escenario: «Javier Cercas me ha dicho que los poetas son buenas personas hasta que se vuelven tocapelotas. Yo espero seguir siendo buena persona». A la mañana siguiente, fue el ministro de Cultura, Ernest Urtasun, quien se sumó al apaciguamiento. «Estamos en el CILE y creo que lo que están esperando todas las personas que quieren que defendamos el español es que en este congreso se compartan ideas y propuestas de política pública y de cooperación para reforzar el español. Cuando se trata de defender el español, no me van a encontrar en polémicas, me van a encontrar trabajando», aseveró.
Tal vez el mensaje que más se ha repetido en este CILE es que había que hablar de los asuntos del programa, la prueba definitiva de que se estaba hablando de otras cosas. «Lo que debía haber sido una celebración del idioma que hablan cerca de seiscientos millones de personas en el mundo se ha convertido en un semillero de disputas y un sembradero de intrigas», reconocía Juan Luis Cebrián en un artículo publicado en 'The Objective' este jueves. Él, claro, también asume que es un ataque político.
Algo se ha roto en el CILE de Arequipa, y puede que no sea solo la relación entre el Cervantes y la RAE. Ya se empieza a hablar de que hay que repensar estos congresos…