Por eso, una vez que este jueves León XIV concluyó su agenda política, dedica a los católicos los primeros encuentros en Estambul. A primera hora del viernes se ha reunido en la catedral de esta ciudad, a orillas del Bósforo, con los obispos, sacerdotes, religiosas y religiosos y los diáconos. No ha sido un encuentro para sacar músculo, sino una reunión para dar ánimos. León XIV se ha conmovido al entrar, y al escuchar a un coro formado por católicos turcos y emigrantes, y ver los rostros asiáticos, africanos y europeos, espejo de la situación de los cristianos de este lugar.
«La historia que nos antecede no es simplemente para recordar y después archivar en un pasado glorioso, mientras observamos resignados cómo la Iglesia católica se ha reducido numéricamente», les advirtió el Papa para que no caigan en un pozo de nostalgia. Les ha recordado que «también Dios ha escogido el camino de la pequeñez para descender en medio de nosotros» y que «esta lógica de la pequeñez es la verdadera fuerza de la Iglesia». «Esta fuerza no reside ni en sus recursos ni en sus estructuras, ni los frutos de su misión derivan del consenso numérico, de la potencia económica o de la relevancia social».
«La visita del Papa a una Iglesia católica tan pequeña como la de Turquía es extremadamente importante, porque en momentos como este, esta minoría se da cuenta de que, en realidad, forma parte de un cuerpo mundial, activo desde hace 2.000 años y que abarca todos los continentes», explica a ABC fray Paolo Raffaele Pugliese, superior de los capuchinos en Turquía. «Es una forma de sentirse viva, vivificante, y espero también que el Papa pueda aportar algo de luz, alguna pequeña contribución, pero también para que los cristianos locales tengan una mayor conciencia de su propia importancia», añade.
Aunque hay cristianos turcos, la mayoría de los bautizados en este país son emigrantes iraquíes, iraníes y sirios. En cualquier caso, «en Estambul, la ciudad más grande e importante del país, nuestra presencia como católicos es pequeña, numéricamente no relevante», reconoce Pugliese, que habla de unos 15.000. Viven en una especie de limbo institucional pues «la Iglesia no tiene personalidad jurídica, hay cierta precariedad jurídica, y aunque funciona la Cáritas las ayudas se vehiculan a través de relaciones personales o realidades informales».
Terrorismo
La última vez que fueron noticia en el país fue en enero de 2024 cuando dos terroristas extranjeros ligados al Estado Islámico asaltaron durante una misa una iglesia de Estambul. Cuando entraron, se les enfrentó un empleado de la parroquia, de religión musulmana, y lo asesinaron a tiros. Escaparon a pie, pero fueron arrestados más tarde. En la operación fueron detenidas 60 personas y deportadas 26. Esos días, los católicos recibieron muchas muestras de solidaridad y hasta que se calmaron las aguas, el ejército protegió los templos; y el entonces vicario apostólico en Estambul, dio las gracias al gobierno por el apoyo y la resolución del caso.
En este contexto, explica Pugliese, «hay personas que se interesan al cristianismo y quieren bautizarse: personas que descubren sus raíces cristianas -como descendientes de griegos o búlgaros- y que quieren recuperar su identidad religiosa. Por eso, dedicamos mucho tiempo a catequesis». Asegura que en los últimos años son mirados con respeto, pues «han resonado las denuncias de Papa Francisco y Papa León XIV sobre Gaza, y eso nos ha dado credibilidad y autoridad». Pero eso no significa que puedan intervenir sobre cuestiones públicas. «Estamos llamados a ser sacerdotes, hay un territorio fuera del cual no debemos ir. No nos compete entrar en cuestiones políticas. Debemos ocuparnos solo de la Iglesia».
La ley turca prohibe que las pocas iglesias abiertas en el país tengan la fachada en la calle, por eso para entrar en la catedral, el Papa ha tenido que atravesar este viernes un patio en el interior del edificio que acoge este templo. En ese patio le esperaban algunos españoles, estudiantes de Erasmus en Turquía. «Aquí vengo a misa, nos tratan bien, nos sentimos un poco en casa», explica Javier, estudiante de Madrid. «Básicamente casi todos los que vienen a la misa en inglés son de África, pero el otro día vinimos a la misa con turcos y también había mucha gente», añade Nuria.
Magali, mexicana casada con un turco musulmán que desde hace 11 años vive en Estambul, representa la situación de muchos de los que vienen frecuentemente a esta catedral. «Nuestra hija está bautizada, pero vive entre dos mundos, dos religiones, dos modos de ver a Dios. Es un gran reto», explica mientras espera al Papa. «Ella va una escuela pública, tiene amigos turcos y nosotros no la limitamos porque no queremos ponerla en un dilema», explica.
En la catedral el Papa se ha conmovido al mirarles y al escuchar al coro formado por personas de varias razas y continentes, que ha entonado cánticos en latín, árabe y turco, dirigido por una monja argentina. Como ella, la mayoría de los obispos y sacerdotes que hay en este país son extranjeros, y el Papa les ha pedido que no se gueticen y que adopten «la lengua, los usos y las costumbres de Turquía».
En recuerdo de la visita, el párroco Nicola Masedu, un sardo italiano que lleva quince años en Turquía, le ha entregado un cáliz con los apóstoles Pedro, Andrés, Juan, Bartolomé y Felipe, que son los que predicaron en esta tierra. También ellos en aquel tiempo eran extranjeros.