Los cuadros de Robbie Williams: ansiedad, drogas y autoayuda

El Robbie adolescente de Take That, el Robbie ídolo de masas, el Robbie que bebía una botella de vodka cada noche, el Robbie que escribe himnos como Angel, el Robbie con agorafobia, el Robbie que se abre en canal en su serie de Netflix... Pero aún falta otro Robbie Williams: el artista. El Robbie que desde los 90, en pleno frenesí de giras y drogas, empezó a dibujar y a pintar. Asus 50 años, el cantante muestra por primera vez sus obras de arte en la exposición Confessions of a Crowded Mind(Confesiones de una mente desbordada), que se inaugura hoy en el Modern Contemporary Museum (MOCO) de Barcelona.

«He visto más de 5.000 obras suyas y puedo asegurar que tiene una nueva voz, un prisma completamente diferente en el mundo del arte», explica la veterana galerista Kim Logchies, directora del MOCO. «Muchos amigos me han preguntado si lo exponemos por ser Robbie Williams... ¡No, de ninguna manera! Su obra es realmente novedosa, de una honestidad brutal e incluso transforma a la gente», añade. Porque en estas confesiones Robbie Williams no teme a mostrar sus miedos, sus demonios internos, sus pensamientos más ocultos, aunque algunas veces los comparte en sus largos posts de Instagram. Como el que escribió recién aterrizado en Barcelona: «Estoy tratando de racionalizar todas las enfermedades que me rodean en este momento y, como siempre, estoy luchando para lidiar con la vida (...) Es como si el universo lo hubiera almacenado y hubiera decidido liberarlo todo de una vez. A medida que se desarrollan estos acontecimientos, agradezco estar sobrio y ser un individuo más completo que en el pasado».

Para saber más

Confessions of a Crowded Mind despliega 17 cuadros de gran formato creados digitalmente con ipad, al estilo de las últimas obras de David Hockney (por cierto, el maestro británico le ha dado más de un consejo a Robbie). La muestra se abre con una sorprendente galería de cuadros de estética pop: corazones sobre fondo rosa o amarillo con mensajes como You are fucking amazing (Eres jodidamente maravilloso) o Be my dopamine (Sé mi dopamina), arcoiris de reminiscencias hippis a lo Woodstock, lunares de colores, paisajes de verano... Demasiado luminoso, demasiado colorista, demasiado esperanzador para una mente torturada. Estas son las obras de los días buenos. O de los momentos buenos. Porque en una hora Robbie puede pasar de la cima del mundo al infierno, de la alegría más exultante al abatimiento absoluto. Robbie y cualquiera. «Su obra es una fotografía del presente que vivimos con la complejidad de todos los problemas de salud mental... Pero los presenta desde la esperanza y el humor, no desde el cliché de obras oscuras y pesadas. Antes tratábamos de apartar la ansiedad, ahora la miramos de frente», señala Logchies.

El pasado marzo, Williams ya causó furor en el MOCO de Ámsterdam con la première de Pride & Self-Prejudice (Orgullo y autoprejuicio),la primerísima exposición de su obra, que ya ha superado los 150.000 visitantes y que coincide con la de Barcelona. Son las dos caras de un mismo disco. Ansiedad, depresión, bipolaridad, adicciones, fobias... Y mensajes de autoayuda.

La exposición se cierra con una instalación digital, Things I have hidden so Ifit in (Cosas que he escondido para encajar), en la que se acumulan decenas de ítems: drogas, celos, creencias paranormales, que tu esposa es malvada, que tienes envidia de mí... «Yaún hay más por venir», advierte Logchies, que no quiere desvelar mucho pero se le escapa la palabra «esculturas». La próxima parada de Robbie Williams no será para llenar el estadio de Wembley sino el nuevo museo de Londres: otro MOCOque abrirá en septiembre.