España y Estados Unidos constatan sus diferencias sobre el reconocimiento del estado palestino
El ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, y su homólogo estadounidense, Antony Blinken, han constado este viernes en Washington las diferencias de ambos países sobre el reconocimiento del Estado palestino: mientras Albares ha anunciado la intención del Gobierno español de dar ese paso en los próximos días; Blinken ha reiterado que dicho reconocimiento debe producirse “al final de proceso”, como resultado de un acuerdo de paz entre israelíes y palestinos, según fuentes diplomáticas españolas. Eso sí, según han subrayado las mismas fuentes, el secretario de Estado ha añadido que se trata de una decisión soberana de cada país y ha mostrado su respeto.
En declaraciones a los periodistas, Albares ha insistido en que el objetivo de su visita a Washington no ha sido, en ningún caso, “pedir permiso” a la Administración estadounidense, como se le ha reprochado desde Izquierda Unida, ni informarle con carácter previo de la decisión que adoptará el Gobierno. “Ni se ha planteado en estos términos ni tampoco Blinken entiende que esto sea una solicitud de aquiescencia”, ha dicho el ministro. Sí ha reconocido que, cuando han hablado del conflicto de Oriente Próximo, ha expuesto a su interlocutor estadounidense la ya conocida posición española, que incluye un alto el fuego permanente, el acceso de la ayuda humanitaria sin restricciones a la Franja, la liberación incondicional de los rehenes en manos de Hamás y también el reconocimiento del Estado palestino con carácter inmediato, como “la mejor manera de hacer irreversible la fórmula de los dos estados, que es la que garantizará la paz y la seguridad de toda la región”, una posición que Blinquen “respeta”, según Albares. No ha querido confirmar si la fecha elegida para que España y otros países europeos, como Irlanda, Malta o Eslovenia, formalicen el reconocimiento diplomático de Palestina es el 21 de mayo y ha asegurado que no ha comunicado la fecha a sus interlocutores estadounidenses;, subrayando que “lo importante es la decisión política, que ya está tomada”.
Aunque el ministro español de Exteriores ha minimizado las diferencias entre Washington y Madrid sobre la guerra de Gaza, estas han quedado patentes este viernes en la votación que ha celebrado la Asamblea General sobre el ingreso de Palestina como miembro de Naciones Unidas, en la que España (junto a otros 142 países) no solo ha votado a favor sino que la ha copatrocinado; mientras que Estados Unidos lo ha hecho en contra.
El conflicto árabe-israelí ha sido el único punto de fricción en una reunión que se ha desarrollado en un ambiente de “gran cordialidad”, según fuentes diplomáticas españolas, y se ha prolongado durante una hora y 25 minutos, precedida por una breve charla entre los dos ministros en la que se han abordado “asuntos confidenciales”.
Las dos delegaciones, reunidas en la sede del Departamento de Estado, se han mostrado de acuerdo en impulsar, en la próxima cumbre de la OTAN, que se celebrará del 9 al 11 de julio en Washington, en conmemoración del 75 aniversario de la fundación de la Alianza Atlántica, adoptar “mecanismos para que la ayuda a Ucrania sea lo más efectiva posible”. La situación del Sahel o Centroamérica y la defensa de los derechos de las personas LGTBQ+ también han formado parte de la “agenda progresista global” impulsada por los dos países, en palabras de Albares. Este último ha informado a sus interlocutores de la marcha del “plan de retirada de los restos radiactivos [por el accidente nuclear] de Palomares”, ante la que Blinken ha mostrado una actitud “muy positiva y constructiva”, según el ministro, sin mayores concreciones.
Antes de la reunión, Blinken y Albares ha firmado un memorando de entendimiento (MOU) para establecer un marco de colaboración e intercambio de información en la lucha contra la desinformación, especialmente en español, “dentro de las respectivas leyes, reglamentos y políticas”, según fuentes diplomáticas. El acuerdo alude expresamente a “la injerencia extranjera que representa una amenaza para la Seguridad Nacional” y que busca “fomentar la división dentro de los países y comprometer la integridad de los procesos electorales”, en un año en que tanto Europa como EE UU celebran elecciones.