Belorado se ha convertido en un catálogo de sedevacantistas. Cuando hace apenas diez días anunciaban la presencia en Arriondas del obispo Rafael Cloquell, de origen valenciano pero formado en el sedevacantismo en Alemania, ahora parece que un discípulo suyo ha tomado el relevo y, desde ahora, el padre Manuel -»de origen alemán», según afirma la nota de prensa- será el encargado de «administrar los sacramentos» a las exreligiosas, en la que ha rebautizado, sin ningún rubor, como «capilla del restaurante de clausura Santa María del Chicu».
Según afirma el jefe de prensa, la colaboración de los religiosos sedevacantistas con las exmonjas «es rotativa». Así, «ayudan a las hermanas en las misas diarias y son figuras que van y vienen, se van rotando y colaboran con la actividad religiosa diaria», añade, a la par que confirma que «el sacerdote padre Manuel ya ha realizado la primera misa en la capilla del restaurante de clausura Santa María del Chicu de las monjas en Arriondas».
En realidad, los motivos de este continuo tránsito son bien diversos y las circunstancias que les llevan a abandonar los monasterios mucho más mundanas de lo que cuentan las exreligiosas en sus notas de prensa. Los primeros en llegar a Belorado, justo en el origen del cisma, fueron el obispo excomulgado Pablo Rojas y su fiel sacerdote, el cura coctelero Jose Ceacero. Llegaban con el aura de representar a una importante entidad sedevacantista, la Pía Unión de San Pablo Apóstol, que, según ellos contaba con varias capillas, un floreciente seminario en Alar del Rey (Palencia) y el respaldo de la alta sociedad vizcaína.
Pero, como demostró ABC, ni existían los fieles, ni pasado nobiliario, ni propiedades, ni capillas, y el seminario de Alar del Rey apenas estaba habitado por Rojas y Ceacero y sus pastores alemanes, con los que el obispo se da bucólicos paseos por la ribera del canal de Castilla que allí nace. La Pía Unión quedó más bien reducida a una pareja de amigos -se conocen desde sus años de infancia en Linares- que trataron ser curas católicos pero no fueron aceptados en el seminario.
El protagonismo que tomaron en los primeros momentos del escándalo, en especial el del cura coctelero que se convirtió en improvisado portavoz como su parte diario a las puertas del monasterio. Una actitud que no gustó a las exreligiosas, en especial a la exabadesa, que los expulsó de Belorado justo cuando el arzobispado de Burgos decretaba la excomunión de las diez religiosas que habían protagonizado el cisma al renegar de la autoridad del Papa y de los obispos católicos. Rojas se mostró muy dolido por la decisión y reconoció entonces a ABC que habían sido «utilizados» por las exreligiosas.
«Caminamos libres y solas en defensa de la fe católica», dijeron entonces, pero lo cierto es que la abrupta expulsión del obispo excomulgado y el cura coctelero dejó entonces a las exmonjas sin un capellán que celebrara los sacramentos en el cenobio y les diera asistencia religiosa. Algo poco acorde para una comunidad que sostiene que en el origen de su ruptura con Roma se encuentra su deseo de vivir con autenticidad la vida consagrada.
Se acercó por Belorado algo después, ya a finales del verano, el cura argentino Sergio Casas Silva, que a su formación eclesiástica sumaba en su currículum el ser juez colegiado de boxeo y campeón nacional de cebado de mate en 2017. Casas Silva fue ordenado sacerdote dentro de la Iglesia católica, pero su relación con el sedevacantismo llevó a que fuera excomulgado. Además, según Casas Silva se hizo volver a ordenar 'subconditione' por el obispo sedevacantista John Hesson, aunque este niega haber presidido esa ordenación.
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