La cara de Montero

Montero se ha convertido en la mayor representante del sectarismo impuesto por Pedro Sánchez, que ha borrado de facto la línea que separaba el contexto partidista del institucional. Su frialdad en el saludo con Moreno, a diferencia de la cercanía que mostraba con el presidente andaluz antes de ser proclamada baronesa del socialismo en esta tierra, hace patente un estilo marrullero de hacer política sin bajarse jamás del escaño, con un permanente tono mitinero y hasta faltón hacia quienes trata como enemigos, más que rivales en el arco parlamentario.

Se la vio incómoda cada vez que le apuntaba la cámara, revolviéndose en la silla, como si estuviera en un entorno hostil del que Óscar Puente ha dado buena cuenta: «Sevilla es el territorio donde me resulta más difícil trabajar y recibo más hostilidades», dijo. No se pregunta públicamente el ministro follonero de Transportes por qué aquí goza de una enorme impopularidad: retrasos del AVE, la ampliación interminable del puente del Centenario, el humo de la SE-40, el plan inexistente para conectar Santa Justa con el aeropuerto... Este representante público, experto ajustador de cuentas en Twitter, no se pregunta por qué en Andalucía ganó por mayoría absoluta el PP tras 40 años de socialismo por más que quieran borrar el robo de los ERE, y por qué perdió su partido el poder en la capital. O por qué el Estado es, objetivamente, la administración que menos inversiones realiza en la provincia en la que encuentra tantas hostilidades.

Esa misma medicina la probó María Jesús Montero el viernes, cuando Juanma Moreno recibió una cerrada ovación al exigir una «financiación justa» y «una España sin privilegios» en la misma cara de la también ministra de Hacienda. Porque hay que tenerla de cemento armado para utilizar el mecanismo de la quita de deuda -sin leer la letra pequeña- para comprar los votos que le han volado al PSOE en Andalucía. Un déficit en el que Montero tuvo un 90% de la culpa en su etapa de consejera y con el que ahora chantajea al Gobierno andaluz al que aspira.