El error en la migración de datos hizo desaparecer el historial de geolocalización de los maltratadores que provocó «una gran cantidad» de absoluciones y sobreseimientos de agresores, tal y como denunció la Fiscalía. Este fallo informativo no fue puntual, como defendió ayer la ministra de Igualdad, Ana Redondo, sino un problema que provocó un «infierno» en el equipo y en las mujeres maltratadas. Este infierno se alargó «durante ocho meses», según ha explicado a ABC uno de los trabajadores de Cometa, el equipo del Ministerio de Igualdad que tiene como misión identificar en todo momento la ubicación de los maltratadores.
«En el momento en el que arranca el nuevo sistema y se activan las pulseras renovadas vemos que algo no cuadra. Los registros anteriores al 20 de marzo de 2024 no aparecen en el sistema, y perdemos todo el historial de las localizaciones de los casi 5.000 dispositivos que hay activos en España». Este trabajador, que prefiere no identificarse, también indica que «durante ese tiempo le reiteramos a Igualdad el problema que teníamos entre manos, pero no recibimos respuesta de su parte. Con nosotros, que somos el equipo encargado de dar la voz de alarma si una mujer está en peligro, no hicieron nada».
Sin embargo, la Fiscalía sostiene que las víctimas «estuvieron protegidas en todo momento, puesto que los dispositivos funcionaron. No se pudo obtener la información requerida por los juzgados en un periodo de tiempo, pero insistimos en que el dispositivo funcionaba correctamente», aseguró en un comunicado.
«Le reiteramos a Igualdad el problema que teníamos entre manos, pero no recibimos respuesta de su parte»
Desde Cometa se insiste en que varias de las pulseras telemáticas eran «defectuosas». «Empiezan a dar falsos positivos, se congela la ubicación de los agresores durante horas y se dan imprecisiones geográficas por errores en el sistema de GPS». Fuentes del Sindicato Unificado de Policía (SUP) también afirman a este medio que han detectado problemas con las nuevas pulseras. Y recuerdan un caso ocurrido en mayo de 2024 —justo cuando finalizó el traspaso de datos— donde un maltratador decidió ir a la casa de su víctima para infundirle miedo, a lo que la mujer avisó a la Policía, y pese a la insistencia del Cuerpo de que «la pulsera estaba a más de 500 metros de ella», acabaron acudiendo a su domicilio y finalmente deteniendo al agresor. «Dimos parte a Cometa de lo que sucedió, y nos avisaron de que era una cuestión del volcado de datos al nuevo sistema, una incidencia que no debería durar más de un par de días», sostienen desde el SUP.
Más allá de los fallos en la transmisión de datos, se pone en duda el propio dispositivo: «Las nuevas pulseras son muy fácilmente manipulables. Las primeras funcionaban como una camisa de fuerza o unas esposas, el maltratador no podía, por ningún medio, quitárselas. Y al momento de manipularlas saltaba un aviso, ahora se quitan como si se tratasen de un reloj», explica el trabajador de Cometa, quien también justifica la respuesta que le dieron al SUP: «Al principio, sin indicaciones de parte de Igualdad ni de las empresas que gestionan los sistemas —Vodafone y Securitas Seguridad—, no sabíamos qué decir y pensábamos que sería algo temporal».
«Problemas puntuales»
En cualquier caso, la Fiscalía sí reconoce «problemas puntuales» debidos a la migración de datos que afectaban a procesos penales. «En este tiempo, la coordinación entre las distintas fiscalías fue absoluta, lo que permitió detectar el problema de inmediato y ponerlo en conocimiento de la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género», destacaba, a la vez que indicaba que «la mayoría de los casos en los que no se pudieron aportar datos se resolvieron posteriormente» y que los sobreseimientos provisionales se reabrieron una vez recuperados los datos.
La ministra de Igualdad, Ana Redondo, optó ayer por minimizar estos «problemas puntuales» afirmando que «aproximadamente solo se vieron afectados el 1% de los casos» de víctimas con agresores geolocalizados. Cabe recordar que en España solo se ponen dispositivos de geolocalización a los agresores de víctimas categorizadas en el sistema VioGén como de riesgo «medio, alto o extremo» dentro de los más de 100.000 casos registrados en la plataforma, lo que las asociaciones de víctimas tachan de «decepcionante» y un «peligro agravado» para todas las mujeres de riesgo bajo. Según Redondo, «las pulseras en funcionamiento son más que suficientes, funcionan y salvan vidas», pese a que el ministerio tenga acumulados alrededor de 15.000 dispositivos que no están en funcionamiento.
«La ministra de Igualdad ha dado cumplidas explicaciones, el asunto está resuelto»
Yolanda Díaz
Ministra de Trabajo
Además, la ministra justificó el fiasco de las pulseras argumentando que se trataron de «errores técnicos» derivados del cambio de contrato de las pulseras entre las empresas concesionarias. Por su parte, Yolanda Díaz, ministra de Trabajo, ha salido a la defensa del departamento de Redondo: «La ministra de Igualdad ha dado cumplidas explicaciones, el asunto está resuelto, todo puede fallar, pero creo que se han tomado ya las medidas precisas».
«Un fallo humano»
No obstante, para los expertos en la materia, «reducir» el problema a un «fallo informático» no casa con la realidad de esta situación. «Nosotros vemos justificaciones del estilo de manera continua, parece que el término de 'fallo informático' es una excusa para muchas males», apunta Fernando Suárez, presidente del Consejo General de Colegios Profesionales de Ingeniería Informática.
El ingeniero enumera desde el representante público que vota mal en un parlamento cuando tiene que pulsar un botón u otro, en la entrega de informes médicos, de salarios, cuando no coinciden en las pantallas las horas de vuelos o trenes etc. «Un sistema bien diseñado y supervisado no tiene por qué fallar. Entonces cuando falla es porque se ha construido mal, o porque hay un fallo humano detrás de esto».
Con respecto al proceso de migración que comenzó en febrero de 2024 y que culminó en mayo de ese año, cuando Cometa detectó los errores en el sistema, Suárez defiende que «faltaba dimensionar bien el trabajo». «Los procesos de migración de este estilo pueden tardar medio año, o incluso más. Porque los datos se pueden trasladar bien de un sistema a otro, pero si la interfaz cambia, o el lenguaje de programación no es el mismo, los datos desaparecen, pese a que estén volcados».
Suárez insiste en que la migración de datos «no puede improvisarse» y que requiere planificación, pruebas y supervisión para evitar errores críticos. «Un fallo de este tipo no debería poner en entredicho la tecnología, sino la gestión del proyecto», concluye.