Es la disyuntiva del invento: para proteger hay que saber. El invento es español, por cierto. Lo impulsó la popular Esperanza Aguirre siendo presidenta de la Comunidad de Madrid. Lo extendió después el Gobierno de ZP, con Miguel Lorente como delegado de violencia de género. A esta concatenación de hechos podríamos llamarla 'Pacto de Estado': uno que ha hecho mucho por las mujeres. Uno de los que ha ido bien. Porque, con sus pros y sus contras, la misma Fiscalía reconoce que la pulsera se trata, probablemente, de la mejor herramienta con la que contamos a día de hoy en la lucha contra la violencia de género. Habla en su Memoria de «la indiscutible utilidad de los dispositivos como instrumento para proteger a las víctimas, resultando incontestable que hasta la fecha ninguna de las mujeres asesinadas portaba dispositivo telemático de control».
La pulsera, a la vez que conecta, marca una distancia clave. Es una distancia que ayuda. Que defiende a la mujer. Que garantiza que ante la mínima sospecha, puede resguardarse, pedir ayuda. En un mundo ideal no existirían estas pulseras. Mejor dicho, en un mundo ideal no existirían este tipo de hombres. Pero existen. Esos hombres y esas pulseras.
La última campaña institucional del Ministerio de Igualdad por el 25N, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, la del año pasado, se llamó 'Ni una más. Ni una menos'. En la presentación oficial se incidió en la importancia del entorno a la hora de denunciar. No se incidió en la importancia del Gobierno porque se da por hecho. Porque para eso hay un Ministerio y un presupuesto. Aún así, cada año, vemos cómo cerca de cincuenta asesinos matan a sus mujeres, parejas o exparejas. También sabemos que a muchas les cuesta denunciar. Y que muchas, ni siquiera lo hacen. Porque faltan herramientas y garantías.
Sabemos, por todo esto, que aún queda mucho trabajo. Que debe haber más formas para acabar con esto. Aún no las conocemos. Por eso no es perdonable ni el mínimo error en lo que sí funciona. Ni un 1 por ciento. La ministra minimiza el fallo de las pulseras. Pero ella misma ha defendido que ni una menos. Según la Fiscalía, 4.595 mujeres portan una de estas pulseras. Feminista o no, un Gobierno no puede permitirse ese porcentaje de error. ¿Porque son muchas? Ni aunque fuera una sola. Podría ser A.