La única española que ha sido princesa de Gales y ayudó a Inglaterra a ganar batallas: borrada por culpa del país

Kate Middleton o Diana Spencer, más conocida como Lady Di. Si piensas qué tienen en común esas dos mujeres, te sale la respuesta fácil: ambas han estado casadas con el heredero al trono de Gran Bretaña.

Podríamos profundizar mucho más, por supuesto, y decir que ambas han ocupado muchos espacios en las revistas y programas del corazón, por el incesante interés en su vida privada. Sin embargo, lo que ambas tienen en común, más allá de todo eso, es que ostentaron un título que pocas mujeres antes han conseguido: el de princesa de Gales.

Un título que hemos escuchado mucho (e incluso tenemos interiorizado) por la popularidad que alcanzó Lady Di en el siglo pasado y lo que supuso para millones de personas que se sentían solas. Sin embargo, es un título histórico que pocas han podido poseer.

Se reserva, por supuesto, a la consorte del príncipe de Gales, que es un título exclusivo del heredero natural de la Corona y que comenzó a usarse en el siglo XIV. Como curiosidad, las herederas mujeres no lo pueden ostentar, y solo pueden hacerlo las esposas del heredero.

De ahí que solo diez princesas hayan podido ser llamadas princesas de Gales. Y entre esas honrosas filas se encuentra una española, la única compatriota que ha podido compartir título con Lady Di y la que consiguió aumentar el relato victorioso de Inglaterra.

La única española que consiguió ser princesa de Gales

Era agosto de 1501, y Catalina de Aragón, hija de los Reyes Católicos, viajaba hasta Inglaterra. El objetivo era claro: casarse con el heredero al trono, el príncipe Arturo. Los padres de los novios los habían prometido cuando apenas eran unos niños, en 1489.

Pese a que Catalina de Aragón tenía solo 17 años, aceptó la mano de Arturo en matrimonio, uniendo dos coronas que fortalecerían sus lazos para luchar contra Francia, enemigo común. Así, la hija de los creadores de la Monarquía Hispánica, se convertía en la princesa de Gales.

Catalina estaba destinada a unir a los Trastámara y a los Tudor y a dominar gran parte de Europa, sin embargo, sus sueños pronto se truncaron. Fue a los cinco meses, cuando, tras empezar la convivencia, Arturo Tudor enfermó gravemente de lo que se conocía como “sudor inglés”, causándole la muerte.

Catalina de Aragón

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Catalina de Aragón

En ese momento, la recién nombrada princesa de Gales adquiría un título que nunca había querido tener: el de princesa viuda. A pesar de todo, Catalina debía permanecer en el país y ver cuáles eran sus posibilidades, si regresar a Castilla y reorganizar su vida, o casarse con otro noble inglés.

La oportunidad le llegó casi ocho años después sin esperarlo. El que había sido su cuñado hasta la muerte de Arturo, Enrique, necesitaba unirse en matrimonio cuanto antes tras la muerte de su padre, Enrique VII, y eligió a la princesa de Gales.

Su reinado, borrado por la Leyenda Negra

Enrique VIII ascendía al trono en 1509 y lo hacía de la mano de Catalina de Aragón, quien había comenzado siendo su cuñada. Pese al incesto que podía suponer, el heredero al trono pidió una bula papal para contraer matrimonio con la hija de los Reyes Católicos, argumentando que el matrimonio con Arturo no se había consumado.

Así pues, la princesa de Gales se convertía en reina consorte, y, con ello, empezaba a tener una influencia en la corte inglesa difícil de superar por sus sucesoras. No solo la quería la familia real, sino que, poco a poco, se iba ganando un hueco en el corazón de sus súbditos.

Eso hizo que Enrique VIII comenzase a valorarla mucho más, algo que se desvaneció cuando la reina no fue capaz de darle un hijo varón. Pese a que tuvo hasta seis embarazos, y llegó a parir a varones, solo una hija sobrevivió: María Tudor, quien sería esposa de Felipe II.

Enrique VIII y Catalina de Aragón

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Enrique VIII y Catalina de Aragón

Catalina de Aragón seguía siendo una de las monarcas más queridas que el pueblo había tenido jamás. Aupado por el sentimiento llano, Enrique VIII la nombró regente de la corona mientras iba a Francia a luchar.

Aunque no esperaba que tuviera un papel especialmente protagonista, Catalina de Aragón fue de armas tomar, como su madre, mientras los ingleses luchaban contra Escocia. Ella misma se puso al frente de las tropas, a caballo, mientras estaba embarazada.

Una imagen que elevó todavía más su imagen, uniéndola a la mano izquierda que tuvo para ganar batallas a Escocia. Como triunfadora sobre los Estuardo, envió una carta a su marido con un trozo de la chaqueta ensangrentada de Jacobo IV, caído en batalla.

Querida por el pueblo y por la corte, le faltaba el amor de Enrique VIII, que se había ido alejando de su esposa tras no concebir varones y, además se había enamorado de Ana Bolena. Con ella se acabaría casándose y por ella quebraría la obediencia a Roma y crearía su propio cisma.

Fue cuando su amor por Ana Bolena se materializó cuando desterró a Catalina de Aragón en Kimbolton, donde vivió en pésimas condiciones hasta su muerte. A su enfermedad, se sumó la crueldad del que había sido su marido, que la tenía en prácticamente en una prisión sin permitirle ver a su hija María.

Así fue cómo el rey la fue condenando al ostracismo hasta provocar su muerte, tremendamente doliente para una reina que había sido muy querida por el pueblo y por la corona. Por su culpa y la herencia de la Leyenda Negra, provocaron que Catalina de Aragón pasase de puntillas por la Historia, algo totalmente inmerecido.