'Touristgohomers go home'

'Tourist go home', proclaman aquí y allá. El otro día en San Sebastián, un puesto de turismófobos vendía sardinas y anunciaba el precio en cuatro idiomas. Si se hubieran quedado en casa, menos gente habría. 'Touristgohomers go home' sería un lema bello y oximorónico como aquel de Mark Handley que entonaba el 'Homeless go home'. Pero el turismófobo no puede quedarse quieto y hace lo que puede en su empeño por aparecer como el que menea la ikurriña junto al pelotón del Tour, y aprovecha las masificaciones de turistas para hacer valerse. Pasa lo mismo con los del PETA que usan los sanfermines para protestar contra los toros y ya se han convertido, con sus pechos al aire y su sangre de pega, en una parte del programa festivo. El antiturismo es una especie parásita del turismo porque, paradójicamente, vive de él. Va la gente al Levante a las manifas que protestan porque hay demasiada gente en el Levante. Yo mismo fui a la Fontana di Trevi y me llamó la atención que han cerrado la parte baja de la fuente por el gentío, de manera que tiran las monedas desde la parte trasera de la plaza, con un impulso 'eneko' de lanzador de cócteles molotov en la kale borroka de Alsasua. Digo que estuve en la Fontana di Trevi quejándome del gentío que había en la Fontana di Trevi. Después le compré unas galletas a una monjita, le di un euro de propina –lo que costaban las galletas–, y me sonrió tanto que se me pasó el cabreo.

Me pregunto a dónde irán de vacaciones los turismófobos como se preguntaba Ana Belén a dónde irán los besos que no damos, que guardamos, como el amor no correspondido del viajero. El otro día le preguntaron a la cantante si se podía seguir sosteniendo a Sánchez después de toda esta mugre corrupta y dijo que no sabía, que ojalá fuera politóloga. Cuarenta años, lleva dándonos la turra con la política y ahora, resulta que no sabe.