El repetido patrón en las estafas de las querellas contra Laporta

Joan Laporta salió del juzgado hablando del árbitro en Getafe pero los cargos por los que fue interrogado son de una gravedad extraordinaria. Según Andreu Rauet, Adrià Tellà y Víctor Gómez autores del documental 'El caso Reus' (2022), el más serio y trabajado de cuantos se han publicado hasta la fecha, y según también lo denunciado por los abogados querellantes, las presuntas estafas se producían siempre según un mismo patrón: los mismos captadores (Sandra Soler, Fernando de Oliveira, entre otros) se dedicaban a buscar víctimas de parecidas características. En especial, que no tuvieran ningún conocimiento de fútbol ni de inversiones, lo que las hacía más vulnerables al engaño. Tanto los autores del documental como los letrados de la acusación consideran también que Laporta y sus socios sabían, en el momento de ofrecerla, que jamás podrían alcanzar la rentabilidad del 6%, porque por aquel entonces el CF Reus había ya incurrido en impagos.

Además, la deuda por la que el club fue liquidado coincide aproximadamente con el total de lo recaudado por los presuntos estafadores. Dicho de otro modo, si hubieran dedicado los cerca de ocho millones que consiguieron 'levantar' a sus inversores, el Reus se habría salvado. Pero muy poco de aquel dinero fue a parar al club, en el que las operaciones que se solían hacer eran de coste cero. Ni fichajes solventes ni las imprescindibles reformas que necesitaba el estadio según las exigencias de la Segunda División, motivo por el que la entidad era sistemáticamente multada.

La sospecha que tienen los que han estudiado lo que pasó es que el grueso del dinero se desviaba a China. Una parte, admitida abiertamente por Laporta y sus socios, iba al club de fútbol BIT, pero la sensación es que la mayor parte del capital era destinado a negocios particulares en Hong Kong que no salieron como se esperaba, con el infortunio añadido de que se cambió la ley del deporte en aquel país prohibiendo a los chinos invertir en negocios deportivos en el extranjero, de modo que el enjambre de operaciones pensado para que no les cayera su pirámide Ponzi se les cayó como suele pasar siempre en este tipo de enredos. De esta parte china no hay pruebas concluyentes pero sí clamorosos indicios y las explicaciones que en privado han dado algunas de las personas implicadas creyendo que hablaban con personas de su más absoluta confianza. De lo que sí hay constancia para acusar a Laporta y a sus colaboradores de estafa agravada es que buscó a 'víctimas' fáciles de engañar y que en el momento de ofrecerles las condiciones de la inversión sabía perfectamente que no podría cumplir con ellas.

La supuesta Masía (como la del Barça) que había que llevar a cabo en China así como la idea de crear, con el Reus y el equipo chino BIT, una suerte de City Group como el que habían creado Ferran Soriano, Pep Guardiola y Txiki Begiristain (entre otros) en Manchester, quedaba como ensoñación en el mejor de los casos, y en el más probable como anzuelo falsario para atraer a inversores distraídos.

Tampoco hay pruebas tangibles, aunque sí testimoniales, de personas que por miedo o por vergüenza no han querido presentar denuncia, ni tampoco que aparezca su nombre en los periódicos. La razón es obvia: invirtieron, según lo que explican, en dinero B, de modo que cualquier reclamación les comprometería además de que sería muy difícil, por no decir imposible, de concretar. En este sentido, sin pruebas para demostrarlo pero con conocimiento de causa, los cargos de Joel González (medalla de oro de taekwondo en los Juegos de Londres 2012) como director de la Oficina de Atención al Jugador y de Toni Cruz (uno de los creadores de Gestmusic), se interpretan como una devolución gradual.

A pesar de que algunas de las penas por este tipo de delito conllevan años de cárcel, es poco probable que tal extremo le sea aplicado al presidente del Barcelona. En especial la parte china es densa y difícil, aunque no imposible de demostrar, o por lo menos de acreditar. Del mismo modo, es altamente improbable también, dada la meridiana claridad de los casos, que Laporta se libre de una condena –y su correspondiente multa económica– por estafa. Y no, no será culpa del árbitro.