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El miércoles, el ministro israelí Benny Gantz, miembro del gabinete de guerra y principal adversario político de Netanyahu, pidió un adelanto electoral para septiembre, después de tres días de masivas protestas por la gestión del conflicto en Gaza del primer ministro israelí. El partido del mandatario, Likud, respondió que la petición conducirá al país a la «parálisis, división, perjuicio para los combates en Rafah y un golpe fatal a las posibilidades de un acuerdo sobre los rehenes» en poder de Hamás. Según los tiempos israelíes, no se deberían celebrar elecciones en el país hasta 2026.
Durante la rueda de prensa, Gantz fue meridianamente claro: «Debemos acordar una fecha para las elecciones en septiembre, aproximadamente un año después de la guerra. Esa fecha nos permitirá continuar el esfuerzo militar y, al mismo tiempo, mostrar a los ciudadanos de Israel que pronto renovaremos su confianza en nosotros».
El gabinete de guerra fue creado cinco días después del ataque de Hamás con el objetivo de aunar fuerzas para hacer frente a la situación que tenían por delante. Esta grupo de emergencia está constituido por el propio Netanyahu, el ministro de Defensa, Yoav Gallant, y el exministro de Defensa Benny Gantz, un veterano general que hoy lidera un partido opositor minoritario.
Ahora, y según la mayoría de las encuestas, Gantz conseguiría apoyo suficiente para convertirse en primer ministro si se celebraran elecciones.
Al mismo tiempo, Netanyahu se enfrenta a duras críticas de sus socios de coalición de extrema derecha, Itamar Ben Gvir y Bezalel Smotrich, por cualquier indicio de que esté vacilando en la guerra contra Hamás o en la expansión de los asentamientos israelíes en Cisjordania ocupada. Y para sumar a la lista de problemas, la cuestión de la incorporación de los judíos ultraortodoxos al Ejército israelí, también amenaza con dividir la coalición. Este malestar se traslada a las calles y ayer, la agencia de Inteligencia de interior (Shin Bet) aseguró haber frustrado un complot para llevar a cabo varios ataques y atentados «terroristas» en Israel y Cisjordania, incluida el asesinato de Ben Gvrir.
Y es que la falta de apoyo popular a Netanyahu y su forma de llevar la guerra en Gaza se ve cuestionada cada vez de manera más multitudinaria. Las protestas, como las de este fin de semana, están siendo protagonizadas por los familiares de más de 100 israelíes que permanecen como rehenes o están desaparecidos en Gaza.
En los últimos días, se han vuelto poner de relieve las profundas divisiones sociales en Israel disimuladas por la reacción inicial a los acontecimientos del 7 de octubre. En los meses previos al ataque, cientos de miles de israelíes participaron en repetidas manifestaciones contra las reformas propuestas por el Gobierno sobre el poder judicial y la erosión en los sistemas de controles y equilibrios. Sin embargo, el ataque terrorista hizo que los israelíes de todas las tendencias políticas se unieran.