El FMI anticipa un enfriamiento de la economía española que deja de ser la que más crezca entre los países avanzados en 2025

Al economista jefe del Fondo Monetario Internacional (FMI), el francés Pierre Olivier Gourinchas, le gusta hablar del "giro en la política monetaria" para referirse a las bajadas de tipos que prácticamente todos los grandes bancos centrales del mundo están llevando a cabo. El aterrizaje suave de la economía mundial está siendo un éxito, con una caída de la inflación tras el repunte de ésta causando por la recuperación posterior al Covid-19, y con un crecimiento estable. Así lo revela el informe Perspectivas de la economía mundial, que ha sido presentado hoy en Washington que, aunque admite la persistencia de factores de incertidumbre - especialmente por la caída del crecimiento en China- es una relativa llamada a la calma.

El problema, sin embargo, está en lo que no se refleja en los números: el riesgo político y, vinculado a éste, una posible victoria de Donald Trump en las elecciones de Estados Unidos de dentro de exactamente dos semanas, que amenazaría con desatar una oleada de proteccionismo a escala mundial.

Por definición, el FMI no comenta la evolución política de sus países miembros, pero la preocupación por una vuelta de Trump a la Casa Blanca es evidente. El candidato republicano prometió el martes de la semana pasada "unos aranceles tan altos, tan horribles, tan odiosos que (las empresas extranjeras) deberán venir" e invertir en Estados Unidos. Trump ha prometido en repetidas ocasiones a lo largo de la campaña subir todos los aranceles de Estados Unidos al 20% del valor de los bienes y servicios importados. En el caso de los que procedan de China, la tasa será del 60%. Según la Cámara de Representantes de EEUU, los aranceles promedio en ese país son del 2,77%. En el caso de los productos industriales, el porcentaje cae el 2%.

Así pues, de lo que está hablando Trump es de multiplicar esas barreras por más de siete y, en el caso de China, casi por 25. Eso devastaría el comercio mundial, lo que a su vez tendría un impacto brutal en el crecimiento de todos los países, incluyendo EEUU, donde, además, la inflación experimentaría un repunte porque los bienes que ese país compra en el extranjero son más baratos que los que produce.

Trump, además, combina esas amenazas con mentiras absolutas, entre ellas la de que los aranceles los pagan los extranjeros. En realidad, quienes corren a cargo de esas tasas son los importadores, con lo que, en realidad, el expresidente está amenazando con poner un impuesto extra a las empresas estadounidenses que compran bienes y servicios fuera. A ello debe sumarse una política fiscal absolutamente expansiva, que conllevaría un coste para las arcas del Estado de 7,5 billones de dólares (6,9 billones de euros), más del doble que lo que propone la demócrata Kamala Harris, según un estudio del Comité para un Presupuesto Responsable, una organización apolítica basada en Washington. En los últimos días, además, Trump ha prometido más bajadas de impuestos, esencialmente a todos los grupos sociales que le votan, incluyendo a los jubilados, los policías y hasta los bomberos. Desde Ronald Reagan, hace casi medio siglo, los déficit públicos en EEUU crecen más con presidentes del Partido Republicano que con lo del Demócrata (a pesar de lo cual, en un éxito del marketing político, es el primero de esos partidos el que tiene fama de practicar "responsabilidad fiscal"), pero lo que está proponiendo Trump no tiene parangón.

El triunfo de Trump -que además podría afectar directamente al Fondo dado el unilateralismo extremo del candidato- no es el único riesgo político que afronta el mundo. Está también la permanente tensión entre China y sus vecinos, especialmente Taiwán, que amenaza con una guerra en el Pacífico, la invasión rusa de Ucrania y el conflicto armado en Oriente Medio, que se está extendiendo a Irán y puede tener consecuencias en el precio del petróleo.

Otros factores de riesgo más ligados a la economía se derivan de la tardanza de la Reserva Federal en bajar los tipos de interés y en la caída del crecimiento en la segunda mayor economía mundial, China. En este último apartado, el informe no incorpora las medidas extraordinarias anunciadas por Pekín en las últimas dos semanas para revitalizar su crecimiento y combatir el peligro de deflación.

En el medio plazo, las expectativas del FMI tampoco son excesivamente favorables, en un mundo en el que las opiniones públicas cada vez requieren de los Estados políticas más activas -con lo que eso comporta para los déficit públicos, que este año llegarán al 93% del PIB mundial- y con una creciente ausencia de reformas económicas en la mayoría de los países, en los que la esperanza de que la Inteligencia Artificial fomente el crecimiento y la productividad parece haber desatado una especie de "pensamiento mágico" que hace innecesario pensar en la modernización de la estructura económica

En el terreno de las previsiones, las diferencias entre esta edición del Perspectivas de la Economía Mundial en relación a la última, en abril pasado, son mínimas. Las más significativas son las de la zona del euro, que ve recortada su previsión de crecimiento para 2025 en tres décimas. Eso se debe a que Alemania no crecerá este año y solo lo hará en ocho décimas el que viene. Desprovista del gas natural ruso a precios inconfesables, la mayor economía de Europa ha visto rebajada su previsión de crecimiento, ahora al cero. De hecho, los datos de la institución revelan una brecha de crecimiento en la eurozona entre aquellos países en cuyas economías el sector industrial tiene un peso importante y los que los que las tienen basadas en los servicios, como España, que sigue dependiendo del turismo. Los primeros están teniendo problemas para crecer; los segundos, mantienen su expansión.

En todo caso, la situación de España también tiene claroscuros. Su economía se está frenando y, si en 2024 va a ser la que más crezca (2,9%) de lo que el Fondo llama "países avanzados" -aunque sea por solo una décima de ventaja respecto a EEUU- en 2025 caerá a la tercera posición, con un alza del PIB ocho décimas menor a este año (2,1%). Queda el consuelo de que la inflación española será el año que viene menor que la de la eurozona, algo que no sucede desde 2022. Eso indica una mínima recuperación de la competitividad. Con todo, los precios de los servicios están mostrando más resistencia a caer en España.

Aparte está la tasa de paro, un eterno problema español. Aunque el diferencial de la tasa de paro con la media de la zona del euro se está reduciendo (las proyecciones de 2024 son de 11,6% frente a las de 2025, del 11,2%), aún es casi el doble que la media de la zona del euro. Las últimas propuestas políticas en España -reducción de la semana laboral y aumento del coste del despido- no van en la dirección de lo que suele recomendar el FMI para reducir la tasa de empleo, sino más bien lo contrario.