El adelanto de las legislativas siembra el desorden en la política francesa

El adelanto de las elecciones legislativas ha puesto la política francesa patas arriba. La decisión, que el presidente Emmanuel Macron anunció por sorpresa el domingo tras sufrir una derrota humillante en las europeas, está dinamitando a la derecha, coloca a la izquierda ante sus contradicciones, y abre un enorme interrogante sobre el futuro del macronismo. Después de las elecciones del 30 de junio y el 7 de julio, nada será lo mismo en Francia.

Se están viendo estos días escenas que jamás nadie habría imaginado. Dos ejemplos. Un presidente, Macron, adelantando elecciones y arriesgándose así a que su propio partido quede fuera del Gobierno y tomen el poder los rivales a los que prometió debilitar a lo largo de su mandato. Inquietud entre los suyos, y la sensación de que el líder les empuja al abismo, o a quedarse sin escaño.

Más escenas, propias de vodevil. El jefe de un partido histórico, que ha dado presidentes de la República como Jacques Chirac y Nicolas Sarkozy, acuartelado en su despacho y en rebeldía. Sus lugartenientes lo han destituido por querer pactar con la extrema derecha. Eric Ciotti, presidente (o ya no) de Los Republicanos (LR), se asoma a la ventana y asegura a los periodistas desde ahí: “Estoy trabajando”.

Hay en Francia tres bloques ideológicos: una izquierda dominada por los euroescépticos y soberanistas de Jean-Luc Mélenchon; el centro amplio de Macron, y una derecha ultranacionalista, la del Reagrupamiento Nacional (RN) de Marine Le Pen. La disolución parlamentaria y los breves plazos para presentar candidaturas obligan a los tres bloques a hacer en menos de una semana un trabajo programático y de alianzas que suele requerir meses, si no años.

Si el objetivo de Macron era apretar el acelerador y culminar la remodelación del paisaje político que inició el 2017 al jibarizar a los socialistas y la derecha moderada, el éxito es parcial. La derecha sale muy tocada de esta semana; la izquierda aguanta el tipo por ahora.

El único partido que se siente fuerte de verdad es el RN de Le Pen, triunfante el domingo y al que los sondeos sitúan en primera posición en las legislativas. Es el único partido que atrae a personalidades de los otros. Ciotti es una. Otra es Marion Maréchal, la sobrina de Le Pen. Encabezó la lista europea de Reconquista, el partido del tertuliano ultra Éric Zemmour. Ahora Maréchal ha declarado apoyar al RN en las legislativas, junto a otros cuatro eurodiputados electos de Reconquista. “Es el récord del mundo de la traición”, se ha indignado Zemmour.

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Marion Maréchal, elegida al Parlamento Europeo por el partido ultra Reconquista, llega a la sede de Reagrupamiento Nacional, formación de su tía, Marine Le Pen, el 10 de junio en París.
Marion Maréchal, elegida al Parlamento Europeo por el partido ultra Reconquista, llega a la sede de Reagrupamiento Nacional, formación de su tía, Marine Le Pen, el 10 de junio en París. Stephanie Lecocq (REUTERS)

Todo cambia, y rápido. Hoy existen, por ejemplo, dos partidos con el nombre de Los Republicanos (LR), la formación de la derecha tradicional hermanada con el PP español. Uno es el que dice presidir todavía Ciotti. El otro LR es el de los barones, los senadores y los diputados (excepto Ciotti y otra parlamentaria), y estos republicanos votaron por unanimidad el martes, en el buró político, expulsar al dirigente, quien ha presentado una denuncia en los juzgados. Los dos LR, el ciottista y los demás, se pelean por el relato. ¿Dónde? En las redes sociales. La cuenta de X (antiguo Twitter) estuvo unas horas en manos de los anti-Ciotti; la de Facebook, de los pro-Ciotti.

La izquierda, cuyos principales partidos acudieron por separado a las europeas, también vive su momento de la verdad. Su ambición es, como mínimo, ser la primera fuerza de oposición a un hipotético Gobierno de la extrema derecha. Tras alcanzar un principio de acuerdo para presentar candidaturas únicas y repartirse la mayoría de circunscripciones (299 para La Francia Insumisa de Mélenchon, 175 para el Partido Socialista, 92 para los ecologistas, 90 para los comunistas), sus dirigentes negociaban el jueves contra el reloj las candidaturas restantes y un programa común.

No es fácil. Los socialistas liderados por Raphaël Glucksmann sacaron en las europeas mejor resultado que la lista de Mélenchon. Y muchos se resisten a unirse a la coalición, a menos que los melenchonistas se comprometan a aumentar la ayuda militar a Ucrania o apoyen el proyecto de construcción europea. Las posiciones del sector radical sobre Israel y Hamás también plantean problemas a los moderados.

Fin de ciclo

¿Y la (todavía) mayoría presidencial? Hay un aire de fin de ciclo. Esta mayoría la integran los tres partidos que apoyan a Macron: el suyo, Renacimiento, el centrista MoDem y el conservador moderado Horizontes. Aunque conforman el primer grupo en la Asamblea Nacional, no llegan a la mayoría absoluta, y de aquí vienen parte de los problemas que llevaron al presidente a dar por terminada la legislatura.

Desde el domingo por la noche, cuando Macron se dirigió a los franceses para llamar a las urnas, la mayoría parece paralizada. Caras largas, como las que se ven en las fotos oficiales, en blanco y negro, de Macron anunciado a sus ministros el domingo que adelantaba las elecciones. Diputados que empiezan a marcar distancias con Macron y piensan que ya no es un activo, sino una carga. Desconcierto hasta en los más altos rangos del Estado. “Había otro camino”, lamentó la presidencia de la Asamblea Nacional, la macronista Yaël Braun-Pivet.

Existe, pues, una mayoría presidencial, pero podría desaparecer tras la segunda vuelta, el 7 de junio. Y una vez que haya ocurrido esto, y con un presidente debilitado y en cohabitación con un primer ministro de la oposición, ¿qué quedará del macronismo?

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