Al mismo tiempo que la serie de Netflix «Adolescencia», en la que un niño de 13 años es acusado de asesinar a una compañera de clase, ocupa titulares en todos los medios y obliga a familias, colegios y responsables políticos a enfrentarse al espejo incómodo de una juventud en crisis, el informe anual de la Agencia Nacional contra el Crimen del Reino Unido (NCA, por sus siglas en inglés), no podría llegar con más crudeza ni con mayor urgencia.
Y es que lo que denuncia la ficción parece ser una realidad en un país donde hay redes de adolescentes varones que, lejos de limitarse a reproducir discursos de odio o pulsiones violentas aisladas, están colaborando activamente para infligir daño real, físico y psicológico, a otras personas, incluidas niñas de su misma edad o incluso menores.
«Estamos ante un fenómeno complejo y profundamente preocupante», aseguró Graeme Biggar, director general de la NCA, al presentar la Evaluación Estratégica Nacional, que este año da una atención destacada a lo que ha sido denominado «Com networks», es decir, comunidades «online» de jóvenes que comparten contenido sobre delitos con un componente explícitamente sádico, misógino y cruel e incluso compiten por su por su grado de brutalidad, buscando reconocimiento y estatus dentro del propio grupo en función del daño que son capaces de infligir o incitar a otros a cometer. Estas redes, según Biggar, «no están escondidas en la «dark web», existen en los mismos espacios digitales que nuestros hijos usan cada día».
La miniseria tendencia de Netflix expone términos que son desconocidos para la población y pone en el punto de mira a Internet como propagador del odio en la sociedad actual
La advertencia no es abstracta ni simbólica. Y para mostrarlo están los datos, que son contundentes: el número de reportes conocidos sobre esta amenaza emergente se multiplicó por seis entre 2022 y 2024 en el Reino Unido, y los analistas estiman que hay miles de usuarios que han intercambiado millones de mensajes con contenido relacionado con abuso sexual y físico, tanto en el país como en otras naciones occidentales.
Lo escalofriante no es sólo la escala del fenómeno, sino su naturaleza, ya que muchos de estos adolescentes no sólo consumen contenido violento, sino que ejercen una violencia activa, ya sea cometiendo delitos violentos y también de fraude, lanzan ataques informáticos, manipulan a menores con técnicas de grooming, o incluso incitan a niñas, algunas de tan sólo once años, a autolesionarse, a abusar sexualmente de sus hermanos pequeños, o a infligir daño a sus mascotas, todo ello mientras los ofensores obtienen notoriedad, estatus o incluso beneficios económicos por compartir ese material.
«Hay niñas que han sido inducidas a intentar suicidarse», denunció Biggar. «Estamos viendo el nacimiento de una generación de ciberdelincuentes jóvenes que actúan en grupo para causar daño real. El hecho de operar online les da la falsa sensación de estar protegidos, pero no es así: ya hay arrestos, condenas, y la respuesta policial está en marcha», advirtió.
«Los jóvenes están mejor protegidos cuando tienen adultos a su alrededor en quienes pueden confiar y hablar sin miedo a ser juzgados», afirma el informe
El informe, que sitúa estas redes en el centro de las amenazas delictivas organizadas que enfrenta el país, incluye ejemplos concretos de individuos que ilustran la gravedad de la situación. Uno de ellos es Richard Ehiemere, condenado recientemente por delitos relacionados con fraude y posesión de imágenes indecentes de menores, cometidos cuando tenía solo 17 años, y vinculado a uno de estos grupos de delincuencia digital. Otro caso, incluso más inquietante, es el de Cameron Finnigan, de 19 años, condenado a prisión por haber promovido un suicidio, por posesión de contenido terrorista y por dañar bienes materiales, entre otros delitos.
Lo perturbador, como subraya el informe, es que el daño que estas redes buscan no es incidental, sino constitutivo. No se trata de delitos colaterales al uso de la red, sino que su objetivo es infligir dolor, humillar y destruir. «Estos grupos colaboran o compiten entre sí para infligir daño», advierte la NCA. Y lo hacen, en muchos casos, motivados por la búsqueda de estatus entre pares, ya que cuanto más cruel o degradante el contenido que comparten, mayor el reconocimiento; por placer sexual, o por beneficio económico. En todos los casos, la violencia no es un medio, sino el fin.
El paralelismo con la serie «Adolescencia» es inquietante. La ficción británica, que ha captado la atención de público y crítica por su retrato descarnado del mundo interior de los adolescentes abandonados a su suerte ante una pantalla con acceso a Internet, parece haber capturado una realidad que ahora el Estado británico documenta con cifras y nombres propios.
«Esta lucha nos implica a todos»
«Los jóvenes están mejor protegidos cuando tienen adultos a su alrededor en quienes pueden confiar y hablar sin miedo a ser juzgados», afirma el informe, que insiste en la importancia de crear entornos familiares y educativos donde haya espacio para conversaciones reales, regulares y abiertas. La idea es que los adolescentes deben saber que no están solos, que lo que hacen online importa, y que pueden contar lo que les ocurre.
Jess Phillips, secretaria de Estado para la Protección de la Infancia y contra la Violencia de Género, reaccionó diciendo que «la magnitud del abuso sexual infantil que refleja este informe es absolutamente horrenda. Hemos visto el impacto devastador del grooming y la sextorsión» y «algunos niños se han quitado la vida tras haber sido chantajeados emocionalmente para compartir imágenes de sí mismos». Phillips prometió que «este Gobierno usará todas las herramientas a su alcance para hacer del Reino Unido un país más seguro para la infancia, incluyendo la aplicación del Online Safety Act, que contiene algunas de las leyes más duras del mundo en este ámbito».
A su vez, Alastair Simpson, jefe adjunto de policía y responsable nacional de la lucha contra el abuso sexual infantil online, advirtió que «las redes Com que incitan a niños y adultos vulnerables al suicidio, la autolesión o la violencia son motivo de enorme preocupación» y envió un aviso a navegantes de que «ya hay investigaciones en marcha y los criminales deben saber que no hay rincón en Internet donde no podamos llegar».
Pero el papel de las autoridades no basta, y tanto la NCA como los distintos responsables gubernamentales han querido subrayar que la respuesta debe ser compartida. «Los padres deben hablar con sus hijos. Los colegios deben estar alertas. Las plataformas tecnológicas tienen la responsabilidad de vigilar y limpiar sus espacios digitales. Esta lucha nos implica a todos», concluyó Biggar.