Washington mantiene su veto al uso de misiles contra Rusia tras las "serias amenazas" de Putin

Vladimir Putin volvió a agitar el fantasma de una guerra mundial a gran escala entre Rusia y la OTAN. El Kremlin reaccionó al rumor de que EEUU y Reino Unido iban a dar su consentimiento para que Ucrania usara sus misiles de medio alcance contra objetivos en Rusia. Putin dijo el jueves que permitir estos ataques «significaría que los países de la OTAN, Estados Unidos y los países europeos están en guerra con Rusia». Este viernes, el embajador de Rusia ante la ONU reiteró ante el Consejo de Seguridad que "la OTAN desatará una guerra directa si permite a Ucrania usar armas de largo alcance contra su país".

Esta es la décima línea roja trazada por el Kremlin desde que comenzó la invasión de Ucrania y Moscú no ha respondido a ninguna de ellas. De momento, en este caso parece haberle funcionado. La primera fue la advertencia sobre enviar «ayuda letal» a Ucrania y la última, la entrega a Kiev de cazas F16. En la lógica escalatoria de la guerra, esta discusión sobre el veto de ataque a Rusia se produce por la exportación de misiles balísticos iraníes a Rusia para bombardear a su enemigo, de la misma forma que Moscú ya utiliza como rutina los enviados por Corea del Norte contra las ciudades ucranianas. En ese caso, las amenazas de Putin sonaron más explícitas que las anteriores y consiguieron su objetivo de que EEUU no levantara el veto.

Según el Instituto de Estudio de la Guerra (ISW, en inglés), «las frases de Putin no son la típica inflexión en la retórica rusa sobre el riesgo de una escalada y probablemente tienen como objetivo influir en los actuales debates políticos».

La Casa Blanca publicó ayer un comunicado en el que aseguraba que «no hay ningún cambio en su política de ataques a Rusia» con este tipo de armamentos, aunque sonó a rectificación tras las palabras amenazadoras de Vladimir Putin. «Nos lo tomamos muy en serio», terminaba ayer el portavoz de la Casa Blanca, John Kirby. El diario The New York Times publicó horas antes que era muy probable que a Kiev le levantaran el veto para usar estos misiles (Storm Shadow, de crucero y ATACSM, balísticos) contra Rusia, pero en situaciones muy determinadas, contra ciertos blancos y siempre bajo aprobación previa de los aliados para evitar errores que supongan una escalada aún mayor. Finalmente, Washington cerró esa posibilidad, al menos de momento.

Rusia había comenzado a mover sus aviones y sus polvorines fuera del alcance de estos misiles (unos 300 kilómetros), ya que el Kremlin daba por hecho que los primeros ataques llegarían en breve. Para el analista de Defensa del centro Carnegie Michael Kofman, «Occidente está directamente involucrado en la selección de objetivos, la planificación, el análisis de inteligencia y varias otras formas de apoyo a los ataques contra Rusia». Eso, en la percepción del Kremlin, que también hace lo mismo con sus aliados de Teherán o Pyongyang, supone otro nivel de amenaza.

«Mi principal preocupación no es la escalada nuclear sino la escalada horizontal. Es decir, que los rusos contraataquen y tomen represalias transfiriendo tecnología, conocimientos y personal especializado a países aliados. Otra preocupación es la creciente campaña de sabotaje rusa en Europa y la trayectoria que podría tomar, que ha sido muy notable durante el año pasado», dice Kofman en su último podcast.

Frente de Kursk

En cuanto a la actualidad sobre el terreno, también está siendo una semana de sobresaltos. La respuesta a la invasión ucraniana de Kursk ha tardado más de un mes en llegar, lo que ha tardado Moscú en reunir tropas competentes y disponibles. Este martes, una columna de 11 blindados cargados de tropas de élite rusas partieron de Korenevo hacia el sur, por el territorio ocupado por Ucrania. En ese avance perdieron al menos tres vehículos, pero llegaron a la aldea de Snagost e hicieron algunos prisioneros.

Un soldado ruso dispara un obús en Kursk.
Un soldado ruso dispara un obús en Kursk.AP

Las tropas de la Z publicaron un par de vídeos, mientras que los ucranianos guardaron silencio en ese momento, como suele ser habitual.

Horas después, el presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, publicó un mensaje en sus perfiles que sonó extraño: «Los rusos han lanzado una contraofensiva en la región de Kursk, pero todo va según nuestro plan». Como si sus palabras sirvieran para lanzar a sus tropas, Ucrania volvió a perforar la frontera rusa -a unos 40 kilómetros hacia el oeste de su invasión inicial de agosto- y abrió camino. Esa cuña de penetración, a la espalda de los rusos, ha llegado a Veseloe y su objetivo parece Glushkovo.