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El fin de semana, mientras la Casa Blanca ponía en marcha las tarifas sobre productos canadienses y mexicanos y amenazaba directamente a los europeos porque en palabras de Trump «la UE nos ha tratado terriblemente mal», un portavoz de la Comisión tuvo que advertir que -en contra de décadas de política de expansión comercial- «la UE respondería con firmeza a cualquier socio comercial que imponga aranceles de manera injusta o arbitraria a sus productos».
Más allá, los líderes que llegaban ayer a Bruselas a esta reunión que se celebró en el Palacio de Egmont y no en la sede del Consejo, ahondaban en esta misma posición. El presidente francés, Emmanuel Macron, lo dijo claramente: «Si somos atacados en temas comerciales, Europa, como una potencia firme, tendrá que hacerse respetar y, por lo tanto, reaccionar». El primer ministro polaco, Donald Tusk, que era el presidente del Consejo durante el primer mandato de Trump, dijo por su parte que las guerras comerciales son «totalmente innecesarias y estúpidas» y se pronunció por «mantener en todo caso el sentido común».
El canciller alemán, Olaf Scholz, considera también que una guerra comercial no sería buena para nadie. «Estados Unidos y Europa se benefician del intercambio de mercancías y servicios. Si una política arancelaria vuelve todo esto más complicado, es malo para Estados Unidos y es malo para Europa», aunque si se considera a la UE, como «una gran zona económica, puede reaccionar a políticas aduaneras con políticas aduaneras», aunque «el objetivo debe ser siempre la cooperación».
En un intento de dejar abiertas las puertas a una solución, la jefa de la diplomacia europea, la estonia Kaja Kallas, recordó que en la UE «necesitamos a Estados Unidos, y Estados Unidos nos necesita también mientras que los aranceles aumentan los costos, y no son buenos para el empleo».
Estados Unidos y la Unión Europea habían intentado establecer un tratado de libre comercio hace casi una década, pero el proyecto fracasó porque no encontró el respaldo necesario en ninguno de los dos lados del Atlántico, a pesar de que los dos mercados juntos suman prácticamente la mitad del comercio mundial. Hasta que fue superada por China en 2020, la UE era el principal socio comercial de Estados Unidos. Sin embargo, en término de inversiones o comercio de servicios, los dos mercados se complementan extraordinariamente. Las inversiones norteamericanas en Europa son cinco veces más que en toda la región de Asia-Pacífico, mientras que las de la UE en EE.UU. son diez veces más que todas las que los europeos hacen en China y la India juntos.
Con este extraño contexto, la posibilidad de una guerra comercial transatlántica sería catastrófica en todos los sentidos y obligaría a la UE a acercarse a China, a pesar de todas sus reticencias, ante la necesidad de defenderse de tal posibilidad. Por ello, la posición más sensata de los europeos por ahora es la de evitar echar leña al fuego mientras Trump esté en efervescencia, aunque sin olvidar prepararse para lo peor.