Menos el Madrid, que tiene tres (Vinicius, Rodrygo y Mbappé), todos los clubes cuentan hoy con un buen atacante por la izquierda, y eso desata en el piperío el síndrome del lateral derecho. ¡Estamos sin lateral derecho! Del Liverpool vino Trent, que está roto. Del hospital volvió Carvajal, que es un ex lateral derecho. Y a Valverde, que podría, si se lo propusiera, ser el mejor, no le gusta el puesto de lateral derecho, porque él se ve de centrocampista, pero en el tiquitacón que propone Xabi Alonso para el centro del campo un trotón como Valverde sólo tendría sitio fijo si fuera Sócrates Brasileiro Sampaio de Souza Vieira de Oliveira, el doctor Sócrates.
Con la experiencia del último año de Ancelotti, más los revolcones de PSG y Atlético con Xabi Alonso, hay, más que pánico, terror a un Clásico sin lateral derecho, por donde ha de entrar el culé bueno, que es Raphinha. La diferencia entre pánico y terror en el fútbol la explicó para la posteridad un personaje atrabiliario de esta industria en España, Pablo Porta (el «Pablo, Pablito, Pablete» de García), con un chascarrillo sexual: «Pánico es fallar el segundo; terror, fallar dos veces el primero». Perder el Clásico sería fallar varias veces seguidas el primero, pero ahora después de una inversión seria en defensa, con Huijsen, que no parece estar (casi mejor, dada su velocidad), y con Carreras, un Feliciano López que vino a tapar el lateral izquierdo al que nunca llegó Davies. De Yoro/Davies a Huijsen/Carreras. Así que todos encomendados al espíritu de Valverde para el lateral derecho.
–Fírmeme usted… y póngame cualquier tontería –acostumbra decir el pesado de Feria del Libro al escritor en su caseta.
Lo mismo sucederá con Valverde: Xabi se acercará al jugador, sorprendido a medio vestir, y le pedirá que juegue en el lateral derecho y despeje cualquier balón que le caiga en evitación de la escabechina defensiva de los últimos Clásicos. Si la cosa se repitiera la próxima semana, sobre el Bernabéu volvería a cernirse la sombra de Zidane, aunque Zidane viene de hacer una declaración sobre Lamine que ni pintada para quitarse de en medio. «Un jugador que me mueve cuando toca el balón es Lamine –ha dicho Zidane–. Contra el Inter, Lamine lo hizo todo, en los dos partidos. Demostró lo que pocos hacen en ese tipo de encuentros». No importa que el eliminado en ese partido fuera Lamine. Y tampoco importa que Zidane fuera el hombre que el único futuro en el fútbol que vio para Vinicius fuera el de lateral derecho, aunque luego ganara dos Champions como extremo izquierdo. Sabido es que Zidane ve donde los demás nos quedamos a oscuras. Él recibe visitas misteriosas en la noche de un ser que le dice cómo obrar. Eso le contó Zidane a 'France Football': el ser misterioso lo visitaba a las tres de la madrugada y le aconsejaba «vete» o «vuelve». El Visitante, según Zidane, venía de muy lejos, y cuando el periodista intenta sonsacarle, se lleva un chasco: «Hasta mi último suspiro, no lo diré. Es demasiado fuerte».
Total, que mientras Solari y Carletto sólo veían en Vinicius un modesto extremo izquierdo capaz de meter dos Champions en el Museo del Bernabéu, Zidane atisbaba el futuro y proyectaba a Vinicius como ese lateral derecho del que tan huérfanos nos sentimos ahora que llega el Clásico, al que tememos más que Bale a la bancarrota. «Temo a la bancarrota», ha dicho Bale en América, un tipo tan inteligente que nadie diría que ha sido futbolista, y legendario, cuando todos lo hacíamos preocupado por la opinión que sobre él propagaba la prensa de Madrid, y todo por no haber jugado de lateral derecho.