¿Y ahora qué? La salida de Biden deja el calendario electoral sumido en la incertidumbre y a un Partido Demócrata en una carrera contrarreloj
Cuando el consejero de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, fue interrogado en el Foro de Seguridad de Aspen Institute, el viernes, acerca de las facultades de Joe Biden no sólo para llevar a cabo la campaña, sino para dirigir el país otros cuatro años, se remontó, para despejar las dudas, a la noche del 13 de abril, cuando Irán lanzó cientos de misiles y drones sobre Israel.
Aquella noche "vimos en directo y en carne y hueso la capacidad del presidente Biden, y cuando yo me fui de la sala de crisis [de la Casa Blanca] pensé 'tengo una condenadamente buena suerte de estar con este comandante en jefe', y lo sigo pensando ahora", concluyó Sullivan.
La declaración del consejero de Seguridad Nacional adoleció del problema clásico de las de Biden: se refería a algo que había sucedido hace tiempo. El problema de Biden no parece ser su competencia en el pasado, sino su aparentemente enorme deterioro psicológico y físico en las últimas semanas. Muchos lo achacan al golpe psicológico causado por la condena a su hijo Hunter por tenencia ilícita de armas. Biden es una persona muy conectada a su familia. Y ésta le ha dado tanto alegrías como disgustos. Su primera esposa y su hija murieron en un accidente de tráfico en 1972. Su hijo mayor, Beau, de un tumor cerebral en 2015. Hunter, entonces, se echó de novia a la viuda de Beau. Y, ahora, llegaba la condena a éste.
Con ese declive, Biden no podía hacer frente al calendario. Pero, con su salida, ese calendario ha saltado por los aires.
Por de pronto, en la primera o segunda semana de agosto debe celebrarse el debate entre los candidatos a vicepresidente. Por el lado republicano va a estar el senador JD Vance. Pero ¿quién va a estar por el de los demócratas? La idea al convocar el debate en una fecha tan temprana era que Harris iba a ser la candidata a la vicepresidencia del Partido Demócrata. Ahora, no se sabe quién va a tener ese título.
Es más, si alguien presenta una candidatura alternativa a Harris -con su propio candidato a vicepresidente- el equipo de Trump puede decir, con razón, que el debate no se puede celebrar. De hecho, ésa es ya su política. La semana pasada, la campaña de Trump se negó a fijar una fecha para el debate vicepresidencial, arguyendo que no se sabía quién iba a ser el aspirante demócrata.
La siguiente fecha es la Convención, que abre el 19 de agosto. Va a ser la primera vez que un partido político celebra ese evento sin que haya un vencedor claro en los comicios en 48 años, desde que Gerald Ford derrotó a Ronald Reagan en 1976. El Partido Demócrata deberá demostrar en ella lo que le cuesta más, tal y como ha demostrado en estas elecciones, y tal y como remachó, con extraordinaria habilidad, en 2016, cuando la oposición de la izquierda de Bernie Sanders hizo todo lo posible por torpedear la candidatura de Hillary Clinton.
Después llega el segundo debate presidencial, el 10 de septiembre. Las cosas deberán estar claras para entonces. Al menos, desde el punto de vista de los candidatos.