Agresiones a agentes de la Guardia Civil: «Picoleto, a ver si te voy a dar dos tiros»

En el primer trimestre de 2025 las agresiones descendieron un 5% en comparación con el año pasado, aunque la cifra continúa siendo alta: 232 en tan solo tres meses. Desde Jucil recuerdan que «la sociedad exige mucho a sus guardias civiles», pero no se les «protege con justicia», una preocupación que varios agentes compartieron con este diario.

Gráfico de las agresiones, fuente: JUCIL abc
Imagen - Gráfico de las agresiones, fuente: JUCIL

Desde Almería, el territorio con más agresiones a la Benemérita en España en el pasado año, Javier (por motivos de privacidad no se menciona su apellido) atiende a ABC para contar la última agresión que vivió. Una de tantas otras. «Vi que mi esposa estaba riñendo a unos muchachos que se estaban metiendo con una señora mayor», rememora. «Le estaban dando pataditas y metiéndose con ella».

Al ver la situación, les recriminó la actitud, pero los chicos reconocieron a Javier y comenzaron los problemas. «Tú calla picoleto, a ver si te voy a meter dos tiros», respondieron al agente, una amenaza que acabó en disputa: «Sin mediar palabra empezaron a golpearme. Las chicas me agarraron del cuello y el cuerpo con las uñas.

«Esto te pasa por ser guardia»

Yo vi una lluvia de golpes impresionante, bajaron algunos vecinos y, finalmente, se marcharon». Tras recibir el «palizón» que le provocó la fractura del pómulo, Javier recordaba lo que los asaltantes, de etnia gitana, gritaban mientras le golpeaban: «Esto te pasa por guardia».

Para Marcos (nombre ficticio) iba a ser un día normal, uno más de los 16 años que lleva sirviendo en el cuerpo. Marcos rememora en ABC la agresión que sufrió. «Recibimos un aviso para auxiliar a una persona que estaba tirada en el suelo de un bar», explica, recordando que al llegar se encontraron «a una persona con actitud violenta sentada en la terraza».

Tras reconocer que no necesitaba asistencia, los agentes abandonaron el lugar, pero recibieron otro aviso de nuevo en el mismo lugar porque el episodio estaba tomando un tinte cada vez más agresivo. Rápidamente, Marcos y su compañero se trasladaron por segunda vez a la localización. Al ver a los policías, el atacante comenzó a lanzar sillas contra estos provocándole a Marcos importantes daños en los antebrazos al intentar protegerse.

Los agentes detuvieron al agresor, aunque el peligro real sucedió en el coche patrulla al trasladarse al cuartel al no disponer de un «un vehículo con mampara». Además de la agresión en la calle, Marcos y su compañero sufrieron «patadas en el costado, los brazos y las piernas» provocando que casi pierdan «el control del automóvil en varias ocasiones», algo que pudo haber empeorado lo que parecía ser un aviso normal en principio.

«No me reventó de milagro»

El 6 de noviembre de 2014, Daniel Flores tenía servicio de patrulla de seguridad ciudadana hasta las diez de la noche. Aquel turno lo compartía con su compañero Lázaro. Lo que debía haber sido un control rutinario acabó marcando su vida para siempre.

Estaban en La Línea de la Concepción, donde colocaron en la rotonda situada al final de las dos salidas del municipio, una hacia Málaga y otra hacia Cádiz. Todo seguía el procedimiento establecido, hasta que, a lo lejos, apareció una furgoneta. Daniel le dijo a Lázaro: «Este no va a parar». Y no paró.

«Saltamos dentro del coche patrulla y pisé a fondo». La persecución comenzó. El furgón, conducido por un varón marroquí, no solo no se detuvo, sino que embistió hasta en tres ocasiones su vehículo. La tercera fue la definitiva: lanzó a los agentes fuera de la vía, hacia el lado izquierdo. «Sentía impotencia al ver cómo se escapaba después de habernos embestido».

La barrera quitamiedos atravesó el coche de los guardias, «no me reventó de milagro», asegura. Estuvo 27 días ingresado, con varias operaciones en la pierna izquierda. Le colocaron placas de titanio, tornillos. Pasó por una gran depresión tras lo ocurrido. Recuerda que, durante su ingreso, apareció el capitán de la compañía, el mismo día que le daban el alta. «Mi capitán», pensó. «Sentí un nudo en el estómago. No era emoción ni alivio. Era decepción».

La herida que sufrió el exagente Daniel Flores abc
Imagen - La herida que sufrió el exagente Daniel Flores

La furgoneta iba cargada con 500 kilos de hachís. En un intento por identificar al conductor, Daniel trató de acercarse lo justo para verle la cara. «Casi nos matamos. La pierna me la destrozó. Estuve tres años de baja. Me operaron varias veces. En su momento no quise retirarme, me reincorporé… pero ya no podía más».

Durante la baja médica, de un sueldo de 1.700 euros se redujo a 1.500. Hace dos años y medio, con 56 años, mujer y dos hijos, tuvo que retirarse definitivamente del cuerpo. «No fue una decisión voluntaria, fue porque no podía más». El conductor fue detenido tres meses después, aunque «lo soltaron en libertad provisional» hasta que se celebró siete años después. Le sentenciaron a cinco años de prisión, de los cuales solo cumplirá dos años y medio, según el abogado de Flores.

Durante todo ese tiempo, asumió todos los gastos: los desplazamientos a Sevilla y Cádiz para hacerse pruebas, la gasolina, la comida y medicamentos que superaban los 150 euros… «Todo de mi bolsillo. ¿Por qué tiene que salir de mi bolsillo una agresión en acto de servicio?», se pregunta.

Desde la Asociación Española de Guardias Civiles (AEGC) denuncian que no encuentran «justificación para la dejadez del Gobierno ante la inseguridad que sufren los guardias civiles». Y, para que no vuelva a suceder, reclaman al Parlamento Europeo el reconocimiento del «riesgo profesional» de su labor, y piden que agredir a un agente sea considerado un eurodelito.