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Bochorno napolitano
José Luis Ábalos –a quién Sánchez tanto «echaba de menos» durante el eclipse de su amistad– ha dejado con el tafanario al aire a los integrantes del pelotón de fusilamiento (ministros, diputados y trompeteros de las ondas o del papel prensa) que La Moncloa ordenó formar entre el filosanchismo para ajusticiar –por revelar «conversaciones privadas»– a la UCO de la Guardia Civil y al juez del Tribunal Supremo, por las filtraciones que dejaban emerger a la Pájara, al Petardo, al Tronco y al Tocacojones, entre otros. Con la confesión de la autoría de la filtración, Ábalos les ha dejado un poco tarumbas a todos los que se echaron el fusil a cara pues ya no se pueden agarrar a ese clavo ardiente del supuesto delito para desacreditar el «interés general» de esas conversaciones con Sánchez. Y no eran privadas y sí de «interés general» porque sugerían comportamientos mafiosos para castigar financieramente a los ciudadanos de las autonomías comandadas por los barones que se habían declarado 'en rebeldía' respecto a la consigna de pactar con proetarras y separatistas con el fin de que Sánchez pudiera sobrevivir en La Moncloa. Eran de «interés general» porque, por ejemplo, trataban del rescate multimillonario, con el dinero de todos, de una empresa que financió luego los negocios particulares de la mujer del presidente del Gobierno. Y porque en aquel tiempo la 'banda de Transportes', con Ábalos convertido en el 'señor Lobo' del líder que arreglaba problemas en el partido, había montado un pestilente tinglado para enriquecerse vendiendo mascarillas 'fake' con dinero público en tiempo de pandemia, cuando morían todos los días centenares de españoles.