Los timos y estafas más comunes a la hora de comprar y cobrar los premios de la Lotería de Navidad
Décimos falsos, 'phishing' o 'el truco del tocomocho' pueden dar al traste con nuestras ilusiones
Desde hace muchos años por estas fechas, el número 13 suele convertirse en una codiciada elección entre los participantes. Contrario a las supersticiones que en ocasiones lo señalan como un número de mal augurio, hace unos años que resulta prácticamente imposible comprar un décimo cuya terminación sea el citado número. Pero, ¿por qué se produce este fenómeno?
Históricamente, el 13 ha estado vinculado a la mala fortuna en diversas culturas y religiones alrededor del mundo. Desde el judaísmo, que lo asocia con 13 espíritus malignos, hasta las creencias nórdicas que lo relacionan con divinidades malévolas. En el cristianismo, la figura de Judas como el decimotercer invitado en la última cena ha contribuido a la percepción negativa del 13, agravada por el hecho de que el capítulo 13 de la Biblia es el Apocalipsis.
La persistente conexión del 13 con supersticiones y mala suerte se refleja en la eliminación de la fila 13 en algunos aviones y la omisión del piso 13 en varios edificios, saltando directamente del 12 al 14 en los ascensores. En España, el martes 13 es temido como un día de mala suerte, mientras que en países anglosajones se asocia la misma con el viernes 13.
Sin embargo, esta reputación ha transformado al número 13 en una especie de 'desafío' para muchos participantes de la Lotería de Navidad, que vieron además su fe recompensada en 2016, cuando el premio gordo se lo llevó el 66513. Esta casualidad, sumada a toda la simbología que rodea al número, llevan al 13 a ser la primera terminación en agotarse en casi todos los sorteos.