España, aplastada por República Checa y obligada a una heroicidad>
Quiso o le quisieron hacer sufrir a la selección en los primeros minutos de partido. Una mezcla de errores propios y buen hacer checo dibujaron un árido escenario para las chicas de Ambros Martín, que demandaba mucha más velocidad en ataque. Pero como en el debut ante Kazajistán, la respuesta estuvo en los extremos, arma española por antonomasia para desatascar situaciones peliagudas. Sin embargo, los engranajes estaban obstruidos.
Mostraban cierta ansiedad las españolas, demasiadas faltas en ataque a la hora de afrontar la portería rival, y el abordaje no acababa de llegar. Muy buen hacer de las checas en defensa, por supuesto, que incluso se jugaban el físico para desviar los lanzamientos nacionales, como Julie Franková, que se quedó sin respiración por momentos tras parar un tiro con el estómago. Las maderas tampoco ayudaron y la República Checa se fue al descanso con una ventaja de cuatro tantos. Las alarmas se encendieron.
El duelo era un yermo de impotencia. Se desfondaba el equipo nacional a la hora de defender y tejer contraataques, pero siempre faltaba una pizca de acierto para recortar distancia, incluso a las más entonadas en el Mundial, como Maitane Echeverría o Paula Arcos. Y, para más frustración, ahí estaba Kudlackova como un cerbero bajo palos, infranqueable. En cambio, República Checa estaba bendecida, jugaba con pausa y el balón, salvo sorpresa, siempre acariciaba la red.
El acierto de Paulina Pérez desde los siete metros (cinco aciertos) y la entrega de Arcos, una auténtica kamikaze en el mejor sentido de la palabra, le dieron vida a España en el último tramo. Alicia Pérez aumentó sus prestaciones en la distribución y el milagro, por momentos, pareció posible. Pero la irregular defensa y la pérdidas fueron demasiados males para poder equilibrar la balanza. Herida, España se entrega ahora al milagro.