Originario del Mediterráneo oriental y del Medio Oriente, el Coriandrum sativum ha acompañado a la humanidad desde hace más de 3.000 años. Se han hallado sus semillas en tumbas egipcias y en textos antiguos que ya mencionaban su uso culinario y medicinal.
Griegos y romanos lo valoraban por su aroma y lo utilizaban tanto en comidas como en perfumes y remedios. Con el tiempo, se extendió por Europa y, gracias a las rutas comerciales y a la colonización, cruzó océanos para asentarse en América, Asia y África.
Hoy el cilantro es un ingrediente global: está presente en las salsas mexicanas, los curris de la India, las sopas tailandesas, los ceviches peruanos y el mojo verde canario.
Un sabor que no pasa desapercibido
El cilantro tiene un aroma intenso, fresco y ligeramente cítrico. Sus hojas se usan como hierba aromática y sus semillas —el coriandro— como especia dulce y cálida. Sin embargo, su sabor genera divisiones: mientras unos lo consideran indispensable, otros no soportan su sabor, que describen como 'a jabón'.
La razón de esta diferencia no es cultural ni de costumbre, sino genética. El gen que decide si amas o detestas el cilantro
El cilantro contiene aldehídos, compuestos orgánicos que también están presentes en algunos productos de limpieza. Algunas personas poseen una variante del gen OR6A2, que hace que sus receptores olfativos sean especialmente sensibles a esos compuestos.
Como resultado, perciben el olor del cilantro como desagradable o jabonoso. Se calcula que alrededor del 15 % de la población mundial tiene esta variante genética. Para el resto, los mismos compuestos generan una sensación de frescura y vitalidad.
Así, el cilantro se convierte en un ejemplo de cómo la biología y el ADN influyen directamente en la experiencia sensorial.
Nutrientes y beneficios del cilantro
Más allá de la controversia, el cilantro posee un perfil nutricional interesante:
- Es rico en antioxidantes, que ayudan a combatir el daño celular.
- Aporta vitaminas A, C y K, así como potasio, calcio y magnesio.
- Se le atribuyen propiedades digestivas y depurativas, ya que favorece la digestión y puede contribuir a reducir la retención de líquidos.
- Algunos estudios sugieren que tiene efectos antibacterianos y antifúngicos, aunque aún se necesitan más evidencias científicas.
- También se ha difundido la idea de que el cilantro ayuda a eliminar metales pesados del cuerpo. Sin embargo, la comunidad científica advierte que no existen pruebas concluyentes que respalden esa afirmación.
En la cocina
El cilantro se ha ganado un lugar destacado en la cocina saludable por su versatilidad y bajo contenido calórico. Puede añadirse fresco a ensaladas, cremas, zumos o marinados, aportando un toque natural y aromático.
Para quienes no toleran su sabor, una alternativa es usar sus semillas —más dulces y suaves— o sustituirlo por otras hierbas como el perejil, la albahaca o la hierba limón.
Más que una hierba, el cilantro representa siglos de historia culinaria, diversidad cultural y un fascinante vínculo con la genética humana. En cada hoja verde se unen la tradición, la ciencia y el bienestar.
Amarlo o detestarlo no solo es una cuestión de paladar: también es una expresión de identidad sensorial y cultural que nos recuerda lo diversa que puede ser la experiencia del sabor.
Sabías que...
El cilantro y el perejil se parecen, pero el cilantro tiene hojas más redondeadas y un aroma más intenso.
Las raíces del cilantro también son comestibles y se usan en sopas y curris del sudeste asiático.
Guardar el cilantro en un vaso con agua y cubrirlo con una bolsa de plástico ayuda a conservarlo fresco por más tiempo.
Cómo usarlo en casa
En crudo: picado en ensaladas, tacos, sopas frías o ceviches.
En salsas: triturado con aceite, ajo y limón para obtener un aliño fresco.
En infusión: hervido con un poco de jengibre para favorecer la digestión.