Indonesia es, con diferencia, el país mas golpeado. Las autoridades han confirmado la muerte de al menos 753 personas, una cifra que crece a medida que los equipos de emergencia consiguen acceder a las aldeas completamente aisladas. Las provincias mas afectadas son Sumatra y Aceh, donde, donde muchas comunidades quedaron enterradas bajo el lodo tras días de precipitaciones ininterrumpidas, y alrededor de 650 personas continúan desaparecidas.
Sri Lanka tampoco escapa a la tragedia. El país insular registra 465 fallecidos, aunque su presidente ha advertido de que aún es pronto para conocer la cifra definitiva, ya que cientos de personas permanecen en paradero desconocido y continúan las labores de búsqueda en áreas montañosas gravemente afectadas por los deslizamientos de tierra .
En Tailandia, las autoridades han confirmado 185 víctimas mortales, mientras que en Malasia se han registrado al menos tres muertes, un número menor pero que también refleja el alcance regional del desastre.
En total, mas de 2,3 millones de personas se han visto afectadas u obligadas a desplazarse a causa de las inundaciones.
Tormentas, ciclones y un monzón destructivo
El origen del desastre reside en una cadena de eventos meteorológicos extraordinarios. La estación del monzón trajo consigo lluvias de gran intensidad, amplificadas por el paso de varios ciclones y tormentas tropicales. Estos han sido el tifón Koto, que golpeó Filipinas; el ciclón Senyar, que ha dejado afectado el norte de Indonesia; y el ciclón Ditwah, en Sri Lanka.
Las autoridades han señalado que este episodio constituye el peor desastre natural que vive el país desde el terremoto y tsunami de Sulawesi de 2018. En algunas zonas de Sumatra, carreteras, puentes y líneas eléctricas quedaron completamente destruidos, dificultando el acceso de los equipos de rescate y complicando la entrega de suministros básicos. En Indonesia, miles de familias quedaron atrapadas en los tejados de sus casas o en las copas de los árboles mientras esperaban ser rescatadas. Las infraestructuras clave han quedado arrasadas, dejando muchas zonas sin electricidad ni telecomunicaciones.
El suministro también esta siendo complicado ya que escasea el combustible y la distribución de alimentos está resultando irregular o inexistente en varias zonas de Sumatra. Los mercados locales comienzan a quedarse sin productos básicos y los precios se han disparado. Las organizaciones humanitarias están advirtiendo de un riesgo severo de escasez de alimentos, donde es necesario restablecer la rutas de suministro en los próximos días.
En Sri Lanka, la destrucción de zonas agrícolas, especialmente campos de arroz y regiones productoras de verduras, podría obligar al gobierno a utilizar sus ya escasas reservas de divisas para importar alimentos y otros productos esenciales .
Indonesia no declara la emergencia
Los gobiernos han reaccionado con distintas estrategias y niveles de coordinación. En Indonesia, a pesar de ser donde más victimas se han producido, el presidente Prabowo Subianto ha evitado declarar el estado de emergencia después de visitar a los afectados y prometerles ayudas para la reconstrucción. Esta decisión ha sido fuertemente criticada, ya que la declaración permitiría movilizar mas recursos y solicitar ayuda internacional.
Sri Lanka, por su parte, sí ha declarado el estado de emergencia y ha solicitado ayuda internacional. Con el apoyo logístico de India y Pakistán, su fuerza aérea se ha dedicado a evacuar a residentes aislados y distribuir suministros esenciales. Sin embargo, la magnitud del desastre amenaza con golpear duramente las finanzas públicas y ralentizar la frágil recuperación económica del país insular .
Tailandia asegura haber restablecido el suministro eléctrico y el acceso al agua en la mayoría de las regiones afectadas, y ha desembolsado más de mil millones de baht en compensaciones a los hogares damnificados. Malasia, con un volumen menor de daños, también ha activado sus mecanismos de emergencia para atender a los afectados.
¿Un desastre agravado por el cambio climático?
Los meteorólogos y expertos coinciden en que este tipo de fenómenos extremos son cada vez más frecuentes y devastadores. Una atmósfera más cálida puede retener más humedad, lo que incrementa la intensidad de las lluvias, mientras que el calentamiento de los océanos puede alimentar la fuerza de los ciclones. Según un análisis reciente, varias de las regiones afectadas han sufrido este año algunas de las precipitaciones más intensas en más de una década .
Aunque las aguas comienzan a retirarse, el impacto humano, económico y social perdurará durante meses. Millones de personas se enfrentan ahora a la escasez, la pérdida de sus hogares y la incertidumbre de cómo reconstruir sus vidas tras un desastre que, una vez más, evidencia la vulnerabilidad del sudeste asiático ante los efectos cada vez más severos del clima extremo.