El presidente ruso, Vladímir Putin, ha admitido que el ataque terrorista que conmocionó a Rusia el pasado viernes fue obra de terroristas islamistas. Sin embargo, el mandatario sigue intentando vincular el ataque, sin presentar todavía pruebas, a su enemiga Ucrania. “Esta atrocidad podría ser un eslabón más en la serie de intentos de quienes luchan contra la Federación de Rusia desde 2014 y bajo el régimen neonazi de Kiev”, ha manifestado el líder ruso tras reunirse este lunes con los servicios especiales para reforzar la protección del país.
“Sabemos que el crimen fue cometido por islamistas radicales con una ideología contra la que el propio mundo islámico ha estado luchando durante siglos”, ha declarado Putin antes de apuntar que su país “sabe quién llevó a cabo el ataque en la sala Crocus, pero está interesada en saber quién lo ordenó”.
El Kremlin se aferra a que los cuatro atacantes de la sala de conciertos fueron detenidos supuestamente en la autovía que une Moscú con Ucrania, la M-3, pese a que el frente y la región fronteriza de Briansk son las zonas más vigiladas por sus fuerzas. “¿Quién los esperaba allí?”, se ha preguntado Putin durante la reunión.
“La investigación debe llevarse a cabo con el más alto grado de profesionalidad, objetividad y sin ningún sesgo político”, ha añadido el presidente ruso pese a que el mismo sábado apuntó a Kiev como partícipe del atentado sin esperar a las conclusiones de las pesquisas. Horas después, un canal del Estado Islámico del Khorasán (ISIS-K), una filial centroasiática del grupo terrorista, publicó un vídeo grabado por los propios atacantes en la sala de conciertos. Los cuatro terroristas detenidos proceden precisamente de la república centroasiática de Tayikistán.
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