En vídeo | Los efectos del seísmo y la llegada de las olas a las costas de distintos países
Las olas provocadas por el fuerte seísmo, de 8,8 grados, comienzan a llegar a las costas de algunos países dejando imágenes temibles
La Tierra volvió a recordar su fuerza la madrugada de este miércoles desde el corazón del Anillo de Fuego del Pacífico. Un terremoto de magnitud 8,8 sacudió la península de Kamchatka, en el extremo oriental de Rusia, generando un tsunami con olas de hasta cuatro metros y desencadenando una cadena de advertencias y evacuaciones a lo largo de todo el Océano Pacífico. La sacudida, considerada la más intensa en la región desde 1952, ha dañado edificios y provocado escenas de alarma en una de las zonas más sísmicamente activas del planeta.
En Estados Unidos, las autoridades de Hawái y California emitieron alertas inmediatas, instando a la población a alejarse de las playas y zonas bajas. Las primeras olas han llegado a la isla de Maui, en Hawái, confirmando el alcance del fenómeno más allá de las fronteras rusas.
Kamchatka y el Lejano Oriente ruso forman parte del conocido Anillo o Cinturón de Fuego del Pacífico, una vasta y peligrosa cadena tectónica de 40.000 kilómetros de longitud que rodea el océano homónimo. Este cinturón concentra cerca del 90 % de toda la actividad sísmica global y alberga más de 450 volcanes activos, así como algunas de las fosas oceánicas más profundas del planeta, como las Marianas, Java y Aleutianas.
Pese a la magnitud extraordinaria del sismo, su impacto en superficie fue menor de lo esperado. «Debido a ciertas características del epicentro, la intensidad del temblor no fue tan alta como cabría esperar de tal magnitud», explicó Danila Chebrov, director del Servicio Geofísico de Kamchatka, a través de Telegram. Aun así, las réplicas continúan y su intensidad se mantiene elevada, aunque los expertos descartan por el momento nuevos movimientos de mayor fuerza.
El Anillo de Fuego es el epicentro invisible del drama sísmico mundial. Según National Geographic, en esta región convergen varias placas tectónicas —entre ellas la del Pacífico, la de América del Norte, la de Nazca, la de Filipinas y la de Australia— que se deslizan, chocan y se hunden lentamente bajo otras capas de la corteza terrestre. Ese constante fricción y acumulación de tensión se libera periódicamente en forma de terremotos y erupciones volcánicas, configurando un paisaje de inestabilidad natural con consecuencias muchas veces trágicas.
Además de Rusia y Japón, países como Chile, Perú, México, Indonesia, Nueva Zelanda y Estados Unidos también bordean este anillo volcánico. No es casualidad que algunos de los terremotos más devastadores de la historia moderna hayan tenido lugar aquí: Chile (1960 y 2010), Alaska (1964), el tsunami del Índico (2004) y el terremoto de Japón (2011) son solo algunos ejemplos de la violencia geológica que se oculta bajo el fondo del Pacífico.
Tras el Anillo de Fuego, la segunda región más sísmica del planeta es el llamado Cinturón Alpino, que atraviesa Asia desde Indonesia hasta Europa, pasando por el Himalaya y el Mediterráneo. Pero esta vez, una vez más, ha sido el Pacífico quien ha hablado, recordándonos que bajo nuestros pies la Tierra nunca está realmente en reposo.
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