OpenAI empieza su transición a una compañía con ánimo de lucro
En el año 2015, más de una decena de inversores -nombres conocidos de Silicon Valley con los bolsillos bien llenos, como Elon Musk o Greg Brockman- decidieron crear una organización sin ánimo de lucro enfocada a desarrollar avanzados sistemas de inteligencia artificial. El miedo, en aquella época, era que el desarrollo de avanzadas herramientas de inteligencia artificial gracias a novedosas aproximaciones al aprendizaje máquina que comenzaban a despuntar acabase monopolizado por Google.
Casi una década mas tarde cuesta reconocer a esa organización en la actual OpenAI. En 2019, Sam Altman, convertido en máximo responsable, inició una transición hacia una estructura mixta en la que la empresa sin ánimo de lucro pasaría a controlar una subsidiaria con ánimo de lucro con retorno de inversión limitado y capaz, por tanto, de atraer nuevos inversores.
El cambio era necesario porque el desarrollo de herramientas como ChatGPT había terminado siendo increíblemente costoso. OpenAI necesitaba acceso a enormes centros de datos y grandes recursos de computación para poder entrenar y seguir mejorando los modelos que hacen posible la creación de imágenes, vídeos o textos a partir de instrucciones en lenguaje natural.
Necesitaba también talento y para atraer a los mejores ingenieros y científicos de Silicon Valley no suele ser suficiente con un buen salario. La mayoría de competidores ofrecía paquetes de acciones y participación en los proyectos.
El cambio de estructura permitió que Microsoft inyectara en la sociedad mil millones de dólares y aceptara sufragar los costes de computación de la compañía en sus servidores.
Pero ahora llega la segunda parte del pacto faustiano de Sam Altman. Ni siquiera esa estructura híbrida bastará para mantener OpenAI competitiva, según sus responsables. Este año, la empresa quiere cortar el control que la rama sin ánimo de lucro tiene sobre la compañía capaz de dar beneficios y transformarse en algo más parecido a una compañía convencional.
"A medida que avance 2025, tendremos que convertirnos en algo más que un laboratorio y una startup, tenemos que convertirnos en una empresa duradera", explican desde la empresa en un extenso post en el que detallan los planes de la nueva estructura.
Si la junta directiva y los actuales accionistas están de acuerdo, el plan es transformar la actual subsidiaria con ánimo de lucro de OpenAI en una corporación "de beneficio público", una empresa con ciertas consideraciones y regulaciones especiales pero que se diferencia mucho menos de una compañía convencional de la estructura existente en estos momentos.
La rama no lucrativa de OpenAI pasará a ser una inversor más en esa nueva sociedad, en lugar de tener control directo sobre la misma. "Nuestro plan daría como resultado una de las organizaciones sin ánimo de lucro con mejores recursos de la historia", apuntan desde OpenAI.
El movimiento, sin embargo, llega tras un turbulento año para el organigrama de la compañía. Varios de los máximos responsables de las diferentes divisiones han abandonado la organización, en ocasiones abiertamente descontento por la forma en la que Sam Altman está transformando la misión original de OpenAI. La salida más destacada ha sido probablemente la de la ingeniera Mira Murati, responsable de tecnología de OpenAI hasta el pasado mes de septiembre.