Cara y cruz

Eran las seis y siete minutos de la tarde, las 18.07 horas del 8 de mayo, cuando la fumata blanca anunciaba al mundo que el cardenal Prevost era el nuevo Papa, León XIV para la historia. Las campanas de las iglesias de Zamora y de toda la cristiandad repicaban por el aire la alegría de la Iglesia, el inicio de un nuevo papado. Casi a la misma hora, los muros de la Colegiata de Toro rezumaban dolor en el funeral de Javier Prieto, el joven párroco, el amigo, la vocación, el futuro, la sonrisa. Un joven del siglo XXI, un zamorano de Fuentesaúco que, después de estudiar ADE y trabajando en una consultora internacional en Madrid, sintió la llamada, la llamarada de Dios -llama de Amor Vivo- y se dejó abrasar por su amor.

Quizá fuera por amor que su corazón rebosó y se detuvo de repente en la madrugada, así, sin más, llenando de preguntas sin respuestas este mayo de contrastes y de incredulidad los corazones de los zamoranos, de sus parroquianos, sus cofradías, sus niños, sus monjas del Amor de Dios, de esa familia de sangre -una madre, un padre, un hermano- que tan generosa lo puso en las manos del Señor. Ese Amor al que consagró su vida apenas dos meses antes en su ordenación, aquel día de febrero lleno de luz, compromiso y abrazos; ese Amor que le hacía inmensamente feliz.

Así me lo dijo la última vez que le vi; así lo manifestaba con la sonrisa de quien tiene en la vida aquello que desea, aquello que ama, y se entrega y no se guarda nada. Así lo vivía, lo transmitía, tan de verdad, como quien ha encontrado su lugar en el mundo y no necesita nada más.

Mientras la tierra de Toro abría amorosa su vientre para acoger el último sueño de Javier, la basílica de San Pedro abría sus balcones para el primer saludo de un Papa nuevo, un tiempo nuevo; mientras el silencio lo inundaba todo en nuestros corazones, el mundo estallaba en júbilo en el Vaticano.

El mismo día, la misma hora, tantas lágrimas de la emoción al dolor, de la parafernalia a lo humilde. Mayo de contrastes como la misma vida, como este cielo azul que hace apenas unos minutos volcaba su negrura y su agua sobre mi cabeza. Cara y cruz bajo la sombra de la Cruz, cruz de mayo, gozos y sombras. Inicio del pontificado de León XIV en la tierra y la sonrisa de Javier ya eterna desde el cielo.