De mantener relaciones sexuales en una iglesia a ser fecundada sin parar, las fantasías de cientos de mujeres que Gillian Anderson recoge en el libro 'Quiero'
El libro, cuyas tapas duras forradas de rosa encierran más de 500 páginas de confidencias íntimas, lleva por subtítulo 'Qué piensan y sienten las mujeres sobre el sexo cuando tienen la libertad de ser ellas mismas'. En España lo publica Temas de Hoy, y todo apunta a que se convertirá en una de las lecturas de la temporada. Muy lejos del Informe Hite de 1976 (aquél de hechuras científicas, éste sin más ánimo, declarado por la propia autora, que el de "cuestionar las categorizaciones en las que las mujeres se ven metidas a la fuerza"), comparte sin embargo con aquel algo esencial: dar voz, sin censuras, a las mujeres y sus fantasías sexuales, que a veces (en absoluto siempre, sería un error leer este libro únicamente en clave 'deseos no cumplidos') equivale a decir "...a las mujeres y lo que les gustaría pero no tienen".
Como la misma Gillian Anderson escribe, "[leer las cartas] me permitió ver en qué circunstancias entran en juego las fantasías. Para muchas mujeres, las fantasías desempeñan un papel vital como vía de escape, son un descanso frente a las presiones y a las exigencias del trabajo y de la maternidad, de lo mundano de la vida cotidiana".
También se refiere a las fantasías como herramientas empoderadoras: "El poder de todas las fantasías sexuales intencionadas yace en que nosotras somos las autoras de esas historias. Nuestra es la voluntad y nuestro es el control de la acción: quién hace qué, a quién y cómo, hasta el más mínimo detalle elaborado, exquisito y erótico. Podemos elegir hacer lo que queramos con quien queramos, con la cantidad de gente que queramos y cuando queramos, sin miedo, juicios sociales o consecuencias. Creo que ahí está la clave: la fantasía puede ayudar a cristalizar nuestros deseos y necesidades". Otra vida dentro de la propia vida, donde cada una es su propia reina y señora.
Con qué fantasean las mujeres
El libro es una larga galería de fantasías contadas en múltiples claves, tantas como autoras. Muchas de ellas no asombrarán en exceso (la sombra de Cincuenta sombras de Grey es alargada); otras resultarán sorprendentes por los paisajes que proponen (mantener relaciones sexuales en una iglesia, mientras se mira un crucifijo, por ejemplo) o los usos del cuerpo que sugieren -por ejemplo, ser tratada como una vaca, es decir, ordeñada; o ser fecundada de manera constante, embarazada una y otra vez.
Hay mujeres que sueñan con robots realistas que satisfacen todos sus deseos, y otras que fantasean con que sus propios maridos hacen lo propio. "Que mi marido me diga que ha contratado a una limpiadora. Que mi marido me diga que ha hecho la compra en el súper. Que mi marido me diga que vayamos al cine. Que mi marido me diga he cambiado las sábanas y he hecho la colada y he doblado los trapos. Que mi marido me diga qué guapa estás y no menciona la papada incipiente de mis treinta y ocho años. Que mi marido me diga que los perros no están destrozando nada. Que mi marido me lleve a comer por ahí", empieza una de las cartas, antes de entrar en materia estrictamente erótica.
Con el marido o un total desconocido, también invisible
Algunas cartas son muy largas, otras brevísimas. Una mujer descrita como "Blanca virgenense británica, bisexual/Pansexual" escribe, por ejemplo: "Estoy enamorada de mi mejor amiga. Quiero tocarla. Me la follo en mi cabeza, en mi día a día normal". Como esta, muchas misivas, más de las que uno imaginaría, tienen por protagonista a personas cercanas a la autora: sus parejas, amigos, compañeros... Otras, a completos desconocidos. Incluso sin rostro.
Una neerlandesa soltera y heterosexual fantasea con que "estoy apoyada en la barra de un pub de iluminación tenue, muy concurrido. En el frontal de la barra, de madera, hay varias aberturas ovaladas cubiertas por dentro con un panel móvil. Sabiamente, las mujeres llevan falda pero no bragas y están ahí de pie, con la entrepierna pegada a los paneles. Al otro lado, camareros escondidos eligen qué panel abrir. En secreto, meten dedos, comen coños, juegan con vibradores, a veces hasta que llega el orgasmo; otras veces paran de repente y cierran el panel. Fingir que no está pasando nada es una tortura gloriosa. Esta fantasía me funciona siempre".
Una virgen fantasea con mantener relaciones sexuales con su jefe. Otra, con un dentista. La fantasía, explica, "implica la presencia de la silla del dentista y yo atada". Para quienes sientan la tentación de creer que esta 'Blanca estadounidense, cristiana y soltera' desea que eso ocurra en la realidad, su siguiente frase: "No sé lo que significa y seguramente me cabrearía muchísimo si mi verdadero dentista intentase follarme, pero haz lo que quieras con esta información. Y ya está". Pues eso; que los sueños, sueños son.
Quiero. Qué piensan y sienten las mujeres sobre el sexo cuando tienen la libertad de ser ellas mismas
542 páginas. Temas de Hoy. Puedes comprarlo aquí.