Y todos contentos en Palencia con el trébol de puertas grandes de Manzanares, Roca y Ginés

Casi medio siglo después de la alternativa de un torero de Cisneros, su nombre volvió a lucir en Palencia. La imagen de Pedro Giraldo ilustraba la cartelería de San Antolín, esparcida por toda la ciudad. Muriel Feiner, la fotógrafa norteamericana de la que se enamoró, soltó por una vez su cámara: era ella la retratada. En el ruedo, rodeada de su familia, recibió un ramo de flores y una ovación con ecos al cielo, adonde ni un solo brindis llegaría luego...

Antes, con las peñas en el redondel, sonaron los himnos de España y Palencia, en medio de un aluvión de «¡vivas!». Y a las seis y veintidós, después de la música, los tributos y los siete minutos de retraso del reloj, apareció el primer toro y se produjo el milagro de la faena más deliciosa de la tarde. El autor: uno de los maestros de la 'espantá' en la polémica corrida de Álvaro Núñez en Linares, con –¿adivinen?– uno de Núñez del Cuvillo. Fue su pieza más templada del año. Una gozada el alicantino con una pinturita burraca de suma calidad y con bondad de Convento de San Pablo. Sabía que a Tabacalero no le sobraba la fortaleza y lo cuidó entre algodones. Desde la primera serie diestra lo cosió con despaciosidad, con una suavidad que embelesaba y que se potenció en un cambio de mano de excelsa lentitud. Y por ese pitoncito siguió, saboreando su clase. En jornada roquista, se atrevió con un giro por la espalda. Para disfrutar, a modo de festival, con el de los botines blancos. Faltó un epílogo, pero la estocada recibiendo fue de categoría. Como tardó en caer, el premio se redujo a una oreja en tan gentil escenario, donde se ha dado más por menos. Otra logró del cuarto, con un animal andarín y con una pegajosa 'prontitud'. No se le podía perder la cara, que colocaba en el embroque y que respondía mejor cuando lo apretó por abajo entre descensos y subidas.

Molestaba entonces una barbaridad el viento, con la maquinaria a tope en el lote de Roca Rey. Si deslucido era a estribor el segundo –¡vaya carita!–, peor era a babor. Entre enganchones transcurrió el capítulo, con el limeño muy incómodo. Pero en el quinto, con más transmisión, el Cóndor del Perú expuso toda su autoridad y ni Eolo le privó de la conexión. Tras dominar a Campanito con aplomo y media muleta a rastras, se metió en las cercanías en un alarde de valor que encendió el fuego en los tendidos, ya con la rebeca puesta. Tras enterrar la espada, cortó dos orejas con más fuerza que varios toros. Hasta le pidieron el rabo.

  • Coso de los Campos Góticos. Lunes, 2 de septiembre de 2024. Quinta y última corrida de la Feria de San Antolín, aunque fuera de abono. Casi lleno en los tendidos, con una calva en lo alto del 1. Festejo goyesco en memoria de Pedro Giraldo. Toros de Núñez del Cuvillo, de agradables caras y de variado pelaje y juego.
  • José María Manzanares, de café con hilo tabaco. Espadazo recibiendo (oreja). En el cuarto, media tendida con derrame (oreja).
  • Roca Rey, de espuma de mar y pasamanería negra. Estocada corta desprendida (silencio). En el quinto, espadazo desprendido (dos orejas con petición de rabo).
  • Ginés Marín, de fucsia con adornos en azabache. Pinchazo y estocada desprendida (silencio). En el sexto, estocada desprendida (dos orejas).

Después de toparse con un descastado tercero –de mal estilo–, no entraba en los planes de Ginés hacer la ruta a San Fernando, un ratito a pie y otro caminando. Con técnica y gusto dibujó notables series al nobilísimo sexto, sin faltar esos guiños para meterse al gentío en el bolsillo. De tú a tú el espadazo, que hizo aflorar la doble pañolada y el trébol de puertas grandes.