Von der Leyen sobrevive a su flirteo con las fuerzas euroescépticas y tiende la mano a Meloni
Desde hace meses, Ursula von der Leyen está atrapada en unas arenas movedizas. No se ha hundido pero cada paso, cada movimiento, revela su debilidad y cómo depende de otros para salir adelante. La ultraderecha la desprecia por casi todo. Está en la diana de su propio partido, los populares europeos, que la consideran blanda y demasiado proclive a fijar la agenda con la oposición, ignorando las prioridades de su electorado.
Los socialistas y Verdes la critican por dar por poner marcha atrás en sus políticas medioambientales, y los liberales y la Izquierda, por el pacto migratorio o su repentina apertura a trabajar y pactar con las fuerzas euroescépticas, aunque ella defiende que sólo con las menos radicales. No hay jugada sencilla y los ojos están sobre ella, deseosos de un desliz, un tropiezo, un calentón que la descarte para repetir en un cargo para el que todavía es, de lejos, la favorita.
Casi todos los matices de esa trampa, en gran parte autoinducida, se vieron este jueves en Bruselas, en la celebración del gran debate previo a las elecciones europeas. Una cita en un plató gigante en medio del hemiciclo del Parlamento Europeo, junto a otros cuatro 'candidatos', de la que Von der Leyen salió ilesa. Es la única que no tiene mucho que ganar y sí mucho que perder. El resto no tienen ninguna opción, puesto que si la alemana no repite como presidenta, su reemplazo no saldrá de la Eurocámara ni estaba el jueves ante las cámaras. Los rivales buscan hacerse un nombre contra ella, contra sus políticas, por sus debilidades. Y ella sólo puede defender su gestión, pero sin ser agresiva, porque depende de equilibrios demasiado frágiles.
Desde que presentara su campaña para la reelección en marzo (pese al nombre y sus viajes a todas las capitales en busca de apoyos, en realidad nada tiene que ver con las elecciones, no va en ninguna lista ni está encontrándose con ciudadanos), toda la atención está en su relación con quienes están a su derecha. Bruselas ha funcionado durante décadas con la Gran Coalición histórica de socialdemócratas y democristianos, con la incorporación de liberales y verdes en la última legislatura. Las encuestas dicen que las fuerzas radicales, escépticas y eurófobas están en ascenso, y el PPE ya no descarta trabajar con ellas, lo que ha revolucionado e irritado a los aliados de siempre. Von der Leyen no estaba cómoda, pero empieza a estarlo. No sabe muy bien cómo defenderlo, pero como apenas concede entrevistas, sus intervenciones son enlatadas y la presión de la oposición política es mejor de lo que cabría esperar, está logrando sobrevivir.
Ella repite que tiene tres líneas rojas y que sólo trabajará con quien sea proeuropeo, pro Ucrania (y por tanto, anti Putin) y pro Estado de Derecho, pero cuando se le piden nombres y apellidos ella sólo repite que no hay entendimiento posible con Marine Le Pen, la AfD de su propio país (expulsada este jueves de su grupo europeo) o los ultras polacos. En el primer debate de esta primavera, en Maastricht hace un mes, Von der Leyen no cerró la puerta a los miembros del euroescéptico grupo ECR, que dirige Giorgi Meloni y del que forma parte Vox, y hubo un pequeño escándalo muy de la burbuja de Bruselas, con una sorprendente candidez.
Esta vez, sin embargo, Von der Leyen hizo lo mismo en el debate, pero defendiendo abiertamente a Meloni, a la que calificó de "proeuropea y pro Ucrania y a favor del Estado de Derecho" y con la que presumió de "haber trabajado muy bien". Y ya no hubo aspavientos, escenas ni falsas sorpresas. El tablero está bastante claro y la combinación de fichas ya sólo depende de los ciudadanos: "Si su posición se mantiene, le ofreceré trabajar juntas", zanjó la presidenta.
Voltaire se burlaba del Sacro Imperio Romano Germánico diciendo que "ni era Sacro, ni Imperio, ni Romano". Algo parecido se puede decir del debate electoral de este jueves entre los mal llamados spitzenkandidaten o candidatos líderes de las familias políticas, porque si bien hubo algo de intercambio, no era realmente un debate, poco tenía que ver con las elecciones cuando apenas la mitad va en listas, ni había realmente candidatos reales a presidir la Comisión Europea, salvo Von der Leyen, la única que juega en primera división.
La narrativa y la épica sobre el acto se encuadra en la necesidad que sienten las instituciones europeas de comunicarse con la ciudadanía y trasmitir la importancia de las elecciones trasladando las categorías clásicas de la política. Y si en las convocatorias nacionales o en EEUU hay macrodebates en escenarios espectaculares, se busca algo parecido. Pero con un resultado más agrio que dulce. Lo que funciona al otro lado del Atlántico aquí no, y menos en un formato que fuerza a hablar en lenguas no maternas sobre instituciones no lo suficientemente conocidas y con referencias nada cercanas.
La relevancia del debate
La UE hace muchas cosas bien, y es muy importante en muchos ámbitos. La celebración de ese debate tiene su relevancia en el proceso de luchas internas y por la aspiración perpetua de la Eurocámara en no sólo fiscalizar a la Comisión, sino de tener un papel decisivo en la elección de su presidente/a. Ahora les corresponde ratificar o no a quien escogen los jefes de Estado y de Gobierno, según indican los Tratados. Los diputados querrían más y que los aspirantes tenga que encabezar listas, dar la cara a los ciudadanos, aparecer desde el inicio y no surgir de la nada un día. Pero no es el caso, no por el momento.
El PP europeo eligió a Ursula von der Leyen en su congreso de Bucarest. Los socialistas apostaron por el luxemburgués Nicolas Schmit en su congreso de Roma. Los Verdes nominaron a Terry Reintke (Alemania) y Bas Eickhout (Países Bajos). Y Walter Baier (Austria) es el candidato de La Izquierda. Pero a partir de ahí, los problemas.
En la cita en el hemiciclo de la Eurocámara estaban junto a Von der Leyen, Schmit, Reintke y Baier, flojos ellos y más sólida ella. Pero no estaban las dos fuerzas a la derecha del PP, ni los Reformistas y Conservadores (ECR) ni Identidad y Democracia (ID), porque no creen en el proceso de spitzenkandidat y creen que la Eurocámara se extralimita en sus funciones y engaña a la ciudadanía.
El problema es que ellos sí querían participar, al menos ID, pero no han sido invitados por no tener un candidato principal formal. Y es un problema porque en el escenario sí estaba el italiano Sandro Gozi, el hombre de Macron, a pesar de que los liberales tampoco creen en el modelo del spitzenkandidat, pero por razones opuestas. Los liberales sostienen que no tiene sentido mientras no haya listas transnacionales y las europeas sean sólo 27 elecciones nacionales cerradas. Pero peso a ello han designado a tres personas que los van representando en foros y debates, como ha ocurrido este miércoles.
El objetivo pues de este debate, el único realmente 'oficial' pero el tercero en las últimas semanas, era forzar a Von der Leyen a posicionarse. Está en una situación incómoda y delicada y se aprovecharon de ello, pero poco. Schmit, acusado de ser poco incisivo con su jefa, le reprochó duramente sus pactos migratorios con Túnez o tender la mano a Meloni después del discurso de la italiana el fin de semana para el congreso que reunió en Madrid a derecha dura de todo el planeta. Gozi, italofrancés, le advirtió de que el grupo Meloni "están totalmente en contra de Europa y quieren desmantelarla desde dentro". Y Verdes y la Izquierda se sumaron calificando de "shock" su giro tras tanto hablar del Estado de Derecho el último lustro.
La alemana, sin mover un músculo, señaló que su postura sobre los derechos LGBTQI "es completamente diferente" a la del Gobierno italiano, pero argumentó que Europa sería más débil sin el apoyo de Meloni, con la que se ha entendido sorprendentemente bien tras unos inicios tensos, y vino a decir que los Verdes no son en este momento de fiar cuando ante votaciones clave. Pero reiteró que no abogaba por alianzas permanentes con los grupos, sino más bien por entendimientos puntuales y con diputados o delegaciones concretas.
El formato del debate, con cambios constantes de tema o posición, buscaba el dinamismo, pero hizo imposible el verdadero debate. Los reproches se podían evitar casi todos y la alemana, como el resto, pudo colar su mensaje sin tener que sudar para defenderlo. Los problemas llegarán a partir del 10 de junio, cuando se vea la composición de lo grupos, en julio cuando los líderes pacten los cargos de la legislatura y en septiembre, cuando el nuevo Parlamento tenga que respaldarlos.