La música clásica 'retoca' la microbiota bucal relacionada con los efectos del autismo

José Luis Jiménez

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El estudio genético de los efectos de la música clásica en nuestro organismo sigue dando pequeños pasitos en una dirección prometedora, aunque dentro de los parámetros de la prudencia. Ya era sabido que el estímulo musical modificaba la expresión génica del organismo en personas sanas y pacientes con trastornos cognitivos asociados a la edad, como el Alzheimer. Pero lo último conocido va un poco más allá, al revelar que también provoca alteraciones en la microbiota vinculada a la producción del ácido propiónico, que distintas investigaciones previas relacionan con los efectos del trastorno autista (TEA).

Estas novedades fueron presentadas este martes en el IDIS por el grupo de investigaciones GenPoB que lideran la musicóloga Laura Navarro y los doctores Antonio Salas y Federico Martinón, dentro del programa Sensogenómica, en el que colabora la Real Filharmonía de Galicia. Desde hace tres años, dos conciertos de la orquesta compostelana han venido sirviendo para la toma de muestras de sangre, lágrima y saliva de las personas participantes, cuya secuencia génica posteriormente se secuencia y transcribe para observar qué efectos produce la exposición a la experiencia musical.

Por primera vez, el pasado año se incorporaron para la toma de muestras personas con daño cerebral y pacientes con TEA. «Las bacterias no tienen oídos, no escuchan la música», aclaró Salas, «pero existe un cambio en la microbiota bucal», modulando bacterias que producen el citado ácido propiónico. Y ese 'retoque' génico se hace «con expresiones correctoras» en 15 familias de microorganismos que se encuentran en la saliva. Una de las zonas de sombra es si esos cambios en los microorganismos son una respuesta neuronal o fisiológica a la música, o bien derivan de cambios en la secreción salival, como reconocen los investigadores en uno de los 'papers' publicados. «Investigaciones posteriores deberían explorar la potencialidad de focalizar el eje microbiota-estómago-cerebro a través del estímulo musical como una estrategia terapéutica en TEA, en paralelo con aproximaciones como suplementación probiótica o, de manera más amplia, intervenciones para manipular íntegramente el microbioma para aliviar los síntomas del autismo«, recoge la publicación entre sus conclusiones.

En pacientes con daño cerebral, la investigación se inclina por creer que la música puede afectar a genes vinculados con la neuroplasticidad y la reparación neuronal; en pacientes con Alzheimer, el estímulo afectaría a mecanismos relacionados con la neuroinflamación y la progresión de la enfermedad. Todos los resultados están en una fase muy inicial. Una de las derivadas de Sensogenoma es el proyecto Euterpe, en colaboración con la Universidade do Miño portuguesa, que extiende la estimulación musical en el tiempo a través de talleres con pacientes de distintas patologías, a los que también se les toman muestras para su análisis y secuenciación, y cuyos primeros resultados deberían ver la luz el próximo año.

«Por cada pregunta que respondemos salen mil nuevas cuestiones», añadió Martinón. Constatada la reacción génica a la música, ahora la investigación debe determinar mediante qué cauces se produce, es decir, que cambios moleculares están detrás de esta respuesta y de qué manera puede usarse con fines terapéuticos. «Ojo a la gestión de las expectativas», alerta el también jefe del servicio de pediatría del CHUS.

Los investigadores del IDIS son pioneros en este área, y su decena de publicaciones científicas –algunas pendientes de revisión por pares– son las únicas que estudian por el momento la relación entre la estimulación musical y la respuesta que da nuestro genoma. Su trabajo recibió en 2024 el primer premio en investigación e innovación responsable (RRI) en salud del Instituto Carlos III del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades.

La próxima edición de Sensogenómica se celebrará el 3 de octubre en el Auditorio de Galicia, en el que participarán distintas asociaciones de pacientes y, por primera vez, personas sordas asistirán con mochilas vibratorias. Para condensar esfuerzos, de los dos conciertos se pasará a una cita única, en la que de nuevo se recogerán muestras de sangre (a través de una punción capilar en un dedo), saliva (mediante frotis bucal) y lágrimas de los voluntarios mayores de 18 años.

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