Kamala Harris asume más riesgos en la campaña tras agotar el entusiasmo del inicio

Quedan apenas 19 días para las elecciones en Estados Unidos y la ola de entusiasmo que sacudió al Partido Demócrata con la salida de Joe Biden y la llegada de Kamala Harris se ha desvanecido. La euforia por el éxito de la Convención Nacional en Chicago, a finales de agosto; por la entrada masiva de dinero, más de 1.000 millones de dólares en menos de tres meses, o por la clara victoria en el único cara a cara con Donald Trump ante las cámaras de la ABC no se ha traducido en una ventaja clara o suficiente en las encuestas. Los esfuerzos se centran en los estados clave, y aunque ahí parece que la vicepresidenta está algo por delante, la inquietud es evidente.

Los demócratas aspiran a que EEUU se transforme en Francia por unos días y que los ciudadanos, aunque sea tapándose la nariz, vayan a las urnas para impedir la victoria de Donald Trump, al que su ex jefe de Estado Mayor, el general Mark Milley, ha descrito como un "fascista hasta la médula" y "la persona más peligrosa para este país". Pero por ahora, la estrategia no parece funcionar. Los partidarios del ex presidente no compran esa retórica grandilocuente y argumentan que estuvo cuatro años en la Casa Blanca y no fue el fin del mundo. De hecho, el recuerdo de esos años parece mejorar en sus recuerdos, según los barómetros más recientes, y lo que preocupa, en todo el país y en los feudos más importantes, son los temas que él está poniendo sobre la mesa: la economía o la inmigración ilegal.

El equipo de Harris es consciente y por eso asume más riesgos. Hasta ahora ella se ha prodigado muy poco en los medios de comunicación tradicionales, y nada en prensa escrita. Un poco de televisión, algo de radio y sobre todo muchos podcast o charlas con youtubers que abren universos demoscópicos a los que los medios no parecen llegar. Pero el miércoles por la noche, la vicepresidenta se sentó con uno de los principales presentadores de la cadena FOX (pero no el favorito de Trump, que criticó que es el más tibio), Bret Baier. Fue una entrevista larga y muy tensa, incómoda. Con interrupciones constantes, reproches. Pocos republicanos duros habrán cambiado su opinión sobre Harris, pero ella quiso mandar un mensaje. Mejor dicho, dos. El primero, que está preparada para remangarse, salir de la zona de confort y afrontar preguntas y temas que la perjudican. El segundo, que no tiene miedo a la pelea, al barro, y que puede ser la líder de la primera potencia nuclear, no la "idiota" sin sustancia que Trump y muchos de los colaboradores de la cadena dibujan constantemente.

Este jueves, la vicepresidenta y su número dos, el gobernador de Minnesota Tim Walz, se concentraron una vez más en dos de los estados clave. Harris recorrerá todo Wisconsin, con eventos previstos en Milwaukee, La Crosse y Green Bay, de la mano del millonario Mark Cuban, uno de los ricos más críticos con el partido republicano, Elon Musk y los ricos que sostienen sus campaña. Walz estará en Carolina del Norte, junto ex presidente Bill Clinton, muy involucrado, y el rapero Common en Durham y Winston-Salem. Por su parte, el ex presidente hablará en la cena anua benéfica en Nueva York, donde tiene previsto también un mitin en el Madison Square Garden el día 27. Y su elegido como vicepresidente, J.D. Vance se moverá de Carolina del Norte a Pensilvania una vez más.

Según una nueva encuesta nacional de Fox News, el ex presidente Trump tiene una ventaja de dos puntos (50% frente al 48%), la primera vez que la supera desde julio. Sin embargo, Harris tendría una ventaja de seis puntos entre los votantes de los siete estados clave en disputa y ambos estarían empatados entre los votantes de los condados en los que el margen Biden-Trump en 2020 fue inferior a 10 puntos. Siempre según la FOX, la ventaja de Trump saldría de los condados en los que ganó por más de 10 puntos en 2020.

Salud mental

Según la media de encuestas Harris va ligeramente por encima en Carolina del Norte, Michigan, Nevada, Wisconsin y Pensilvania, pero dentro del margen de error y con un colchón muy inferior al que disfrutaron Hillary Clinton o Joe Biden (si bien es cierto que ella llegó muy tarde a la carrera y remontó los malos números del actual presidente). Mientras que Trump se ha hecho fuerte en Georgia y consolida Arizona, a pesar de que cada vez hay más duda sobre su salud mental.

No es el lenguaje cada vez más básico que usa en sus intervenciones, según ha identificado The New York Times. Ni los ataques xenófobos o las amenazas de usar al ejército contra "el enemigo interiores". Sino la incapacidad de articular un mensaje, sus mensajes caóticos en redes sociales o actitudes como la del pasado lunes a las afueras de Filadelfia, cuando tuvo que interrumpir su discurso por dos incidentes médicos entre el público y se quedó más de media hora simplemente contoneándose en silencio al son de su música favorita, sin retomar.

Harris sigue sin quitarse el cartel de vicepresidenta de un líder no especialmente popular ni efectivo vendiendo sus éxitos, aunque intente, como hizo en la Fox, convencer de que su presidencia "nada tendrá que ver con la de Biden". Y no logra articular un conjunto coherente de posiciones política ni cambiar la narrativa pesimista sobre economía e inmigración que tiene una gran mayoría de la población ahora mismo. Ella ya tiene el respaldo de todos los que no tragan o temen a Trump, pero con los números en la mano parece que eso no es suficiente.