Álvaro, que ha intentado encontrar el amor en el programa de citas de Cuatro varias veces, se reencontró con una chica que conocía muy bien
El primer escollo con Charo (57), su cita, estaba salvado: era Tauro. La mujer, enfermera y matrona de Madrid, aspiraba a encontrar «una persona respetuosa, que fuera un caballero tuviera inquietudes intelectuales y de actividad física». Una persona vital. Además, la primera impresión entre ambos fue inmejorable. A Charo le pareció que Eduardo tenía buena planta, dándole el aprobado. Él también quedó encantado y arrancó la velada logrando impresionarla al regalarle una litografía suya realizada en Nueva York.
Charo no está nada de acuerdo con el comentario de Eduardo
La conversación fluyó entre ellos y en cuestión de humor eran muy parecidos. La cita transcurría inmejorable. Hasta que Eduardo sacó a relucir un pensamiento retrógrado que la truncó por completo. «Yo creo que todas las mujeres en el mundo les gustaría tener un hijo. Si para algo existe la mujer es para tener hijos. No es una visión machista», acabó manifestando cuando Charo le preguntó si era padre.
«Me ha rayado», reaccionó la soltera, negándose a dar por bueno el comentario. «No estoy de acuerdo. Quiero decir, soy super maternal, pero lo que yo siento no tienen por qué sentirlo igual todas las mujeres».
Eduardo y Charo durante su cita en el restaurante de 'First Dates' Cuatro
Pese a todo, Charo siguió con la mente abierta intentando encontrar los punto en común con su cita. Él, sin embargo, no le pudo 'perdonar' que fuese agnóstica y cambio radicalmente de opinión tal revelación. «Lo que menos me ha gustado es el físico. Realmente no es la chica que estoy buscando», comentó delante del equipo del programa. Quería una chica más joven con la esperanza de formar una familia. Algo que la madrileña no se esperaba en la decisión final.
Tanto es así que ella sí quiso una segunda cita. «Me caes genial, pero prefiero que no la tengamos», explicó el soltero. Charo entendió que le gustaban las mujeres «más clásicas», a lo que él le daba la razón, reconociendo que prefería «a una mujer que llevase un crucifijo».