Alcaraz vence a Sinner en una guerra de nervios y jugará su primera final de Roland Garros
El padre de Carlos Alcaraz hacía el gesto de secarse el sudor de la frente; cuánto sufrimiento. Por primera vez su hijo disputará la final de Roland Garros después de aguantar para vencer a Jannik Sinner por 2-6, 6-3, 3-6, 6-4 y 6-3 en unas semifinales de nervios, temblores y calambres. Hasta dos veces estuvo derrotado el español y hasta dos veces se levantó para llevarse una victoria que recordará por lo que fue. No hubo disfrute, pero sí supervivencia. La madurez era esto.
Los dos jugadores, sus equipos, el público y la televisión esperaban un partidazo, un choque en los cielos, un 'remake' de los duelos que protagonizaron el 'Big Three' y no sucedió de esa manera. Alcaraz y Sinner estuvieron agarrotados la mayoría del tiempo y triunfó quien se liberó en los momentos decisivos, quien jugó mejor al final, quien supo concluir. Los 102 errores no forzados que sumaron entre ambos resumen lo ocurrido en la Philippe Chatrier, pero el valor histórico de la victoria es el mismo. El domingo (15.00 horas, Eurosport), ante el vencedor del duelo entre Alexander Zverev y Casper Ruud, Alcaraz puede convertirse en el décimo español que levanta la Copa de los Mosqueteros, puede heredar el trono de Rafa Nadal.
Hubo una constante en el encuentro que duró más de cuatro horas: cuando jugaba uno, no jugaba el otro. Y hasta el desenlace los instantes de brillantez siempre pertenecieron a quién perdía. Toda la expectación, la motivación y la ilusión que portaban Alcaraz y Sinner se convirtieron en nervios y el intercambio fue extraño. Desde el principio.
El inicio arrollador de Sinner
Durante la primera hora de partido, Alcaraz apenas levantó la mirada; el público no le vio los ojos. Sinner lo dominaba todo, el tenis era suyo, todo lo que ocurría nacía de sus manos. El italiano, menos emocional, apareció en la Philippe Chatrier como un ciclón, destructivo y veloz, y al otro lado no había respuesta. La mirada al suelo. El ánimo por los suelos. Pero la proximidad de la derrota despertó a Alcaraz.
Mientras Sinner empezaba a bajar su efectividad -sobre todo en el saque-, Alcaraz se calmaba, desplegaba su juego, movía a su rival y veía la luz. Al final, el nuevo número uno del ranking ATP, un hombre de hielo, sereno como pocos, también sucumbió al miedo. Con calambres en los brazos y más lento, concedió el segundo set y los temores de uno y del otro chocaron en el tercer set.
La reacción de Alcaraz
Un aficionado canta, "Papapapapapapapapapa", y el resto contesta: "¡Olé!". Es una tradición en muchas pistas de tenis, más en la muy española Philippe Chatrier pero en ese tercer periodo nada salía bien. "Papapapapapapapapapa", entonaba un espectador en ese momento y soltaba tal gallo que nadie respondía; un escalofrío recorría las gradas. Sirva la anécdota para resumir lo ocurrido. La angustia de los dos primeros sets vivió su catarsis en unos minutos que parecían cruciales. Las opciones de break cambiaban de un lado a otro sin acierto, hasta que Sinner tumbaba para su lado el intercambio.
Ahí Alcaraz volvió a parecer eliminado. En el cuarto set, pese a que el italiano no encontraba la manera de encadenar primeros servicios -acabó con un 56%-, protegía sus juegos con cierta facilidad y empujaba al español ante el abismo. Si perdía su saque, perdía su lugar en Roland Garros. Pero ocurrió lo contrario: con 5-4, Alcaraz construyó su única opción de rotura en todo el set y la utilizó.
Entonces, sí, su triunfo era un hecho. Con algunos puntos marca de la casa y Sinner tocado físicamente, el quinto set fue el mejor de Alcaraz. Llegaron sus 'pashing shots', se gustó con la dejada y, sobre todo, movió al nuevo número uno a su gusto. De un lado al otro, de un lado al otro. Después de los temblores, las rampas y los fallos, el español necesitó tres bolas de partidos para asegurar la victoria: el partido lo exigía. Pero igualmente ganó para clasificarse para su primera final de Roland Garros. Su padre hacía el gesto de secarse el sudor de la frente; cuánto sufrimiento.