Trump escoge al senador Vance, un ex crítico y voz del cinturón industrial en decadencia, como su candidato a vicepresidente

El ex presidente y de nuevo candidato Donald Trump ha anunciado este lunes que el senador de Ohio J. D. Vance será su 'número 2' en la campaña y el elegido para ser vicepresidente de Estados Unidos si ganan las elecciones de noviembre. Vance era el favorito de la terna que más ha sonado en las últimas semanas, que incluía al también senador de Florida Marco Rubio y al gobernador de Dakota del Norte, Doug Burgum. Y será el otro gran protagonista de la Convención Nacional Republicana que ha arrancado este lunes en la ciudad de Milwaukee (Wisconsin).

El senador, de 39 años, es de lejos el más joven y el que tiene una historia más singular. Una figura emergente pero no consolidada, que hace no tanto decía que sólo un "idiota" votaría a Trump. Un perfil en las antípodas de Mike Pence, el conservador religioso que Trump escogió en 2016 para apelar a las bases más rigoristas del Partido Republicano y que complementaba la candidatura del millonario excéntrico, divorciado, mujeriego y plagado de escándalos que se presentó rompiendo todos los esquemas contra Hillary Clinton.

Vance lleva menos de un lustro en la política, a la que llegó tras conseguir la fama al publicar un libro de memorias. Nacido y criado en el 'Rust Belt', el antaño cinturón manufacturero del país, en un entorno pobre, deprimido, de familias rotas y agresividad diaria. Donde el alcohol y las drogas son parte del kit de supervivencia, el salario mínimo la norma y las oportunidades, muy escasa. En una zona, junto a los Apalaches, donde se llega a fin de mes gracias a ayudas públicas, pero eso no impide un cerrado orgullo personal y el rechazo brutal al Gobierno, el intervencionismo y los impuestos.

Vance, rápido, inteligente, con enorme determinación, logró acabar el instituto, fue al Ejército, logró un título universitario en Yale, ganó dinero en el sector privado y publicó, a instancia de Amy Chua, la profesora de Derecho que una década antes se hizo ella misma una figura pública por un libro sobre las Madres Tigre y cómo educar al estilo asiático a los niños para ser competitivos en el mundo moderno, 'Hillbilly, una elegía rural. Memorias de una familia y una cultura en crisis'.

La obra, una narración sobre el ocaso de una parte de la clase trabajadora, rural y blanca, en agónica decadencia en las últimas décadas, abrió los ojos con una prosa ligera a un fenómeno menospreciado. Ese testimonio en primera persona de un mundo en crisis, rabioso, violento y rencoroso, en busca perpetua de culpables para su pobreza y miseria, fue una de las biblias para intentar explicar la victoria de Trump ese año. Y una historia de éxito y superación como gustan en el país, de alguien que con trabajo, sacrificio y talento personal logra auparse y enriquecerse. Cómo cualquiera puede ser presidente, el sueño americano.

Vance pasó de ese entorno muy conservador, fervientemente religioso, orgulloso e iracundo, despreciado por el resto del país, tratado con desdén y soberbia, abandonado, al otro extremo. Lo crio su abuela, una 'blue dog' demócrata, como se conocen a los moderados del partido, con 19 armas en casa. Ganó dinero como abogado de empresas, en el sector tecnológico y en el mundo del 'venture capitalism'. Se rodeó de millonarios de la órbita libertaria y conservadora, como Peter Thiel (fundador de PayPal y Palantir y uno de los primeros inversores en Facebook, Uber, Airbnb, SpaceX, Lift o Spotify), que sería su jefe, amigo, socio y financiador principal de su campaña cuando dio el salto, en 2022, y consiguió el puesto en el Senado.

Thiel y Tucker Carlson, la ex estrella de la Fox convertido en el rey del ecosistema mediático del Mundo MAGA, fueron sus pilares. El primero puso millones de dólares y le presentó a Donald Trump, cuyo apoyo en el último minuto fue decisivo. El segundo lo llevó más de una decena de veces a su programa en la televisión de referencia del mundo conservador, convirtiéndolo en una pequeña celebridad.

La ideología de Vance se ha ido moviendo a la derecha con el tiempo. Si en 2016 era el puente entre el mundo más progresista de los medios y una parte del país que no lo entendía, poco después se convirtió en un crítico feroz. El hombre que en 2016 criticó y despreció a Trump, diciendo que jamás votaría por él, que sus políticas eran "inmorales y absurdas", que su candidatura era "heroína cultural" para gente como la que había conocido toda su vida en el sur en depresión. Que incluso lo comparó con Hitler se ha convertido poco a poco en uno de sus mayores fans, defensores y admiradores.

Ha pedido disculpas públicas por lo que dijo en el pasado, por su "error de juicio", ha purgado y ha logrado lo que soñaba. En los últimos tres años, ya con una plataforma más sólida, Vance se ha vuelto todavía más conservador. Una voz contra la inmigración, escéptico del cambio climático, de los que asegura que las elecciones de 2020 le fueron robadas, suscrito a muchas teorías de la conspiración.

Es también muy crítico con la ayuda militar de EEUU a Ucrania y de un giro al Este en la Política Exterior del país, pero no sólo por la retórica trumpista habitual, o porque el discurso de los más simpatizantes con Rusia, creciente en el que fuera el partido de Reagan y Bush. Sino apelando a la memoria de hace 20 años, la Guerra de Irak, y lo que considera la propaganda y engaños que llevaron a muchos como él a alistarse e ir a zonas de combate. "A nadie le preocupa la continuación de los conflictos militares en el extranjero. Nadie parece preocuparse por las consecuencias imprevistas", es la base de su Política Exterior en material militar. Salvo en lo que respecta a Israel y a ayudar a cristianos amenazados.

¿Qué aporta Vance a Trump? El país entero conoce al candidato y tiene un control absoluto del Partido. En el mundo de 2024 no busca alguien que lo 'complemente' como en 2016, para llegar a colectivos concretos o minorías. Vance es el más joven y Trump siempre dijo que quería a alguien "presidenciable" como 'número 2'.

Es el único con experiencia en el ejército en ambos partidos. Y seguramente, de los aspirantes en las quinielas, el que pueda poner en más apuros a Kamala Harris si son los protagonistas del tradicional debate televisado de vicepresidentes. Pero al mismo tiempo, su juventud y poca experiencia son la gran vulnerabilidad, porque Trump y los Republicanos han masacrado estos años a Harris acusándola precisamente de eso, de no tener bagaje.

Con la fe del converso, durante esta campaña Vance ha sido uno de los senadores más activos, asistiendo a eventos, apareciendo constantemente en los medios y ayudando a cortejar a donantes reacios en Ohio pero también California. Por ejemplo, en una velada de recaudación de fondos de junio en Silicon Valley organizada por el empresario David Sacks, él hizo de punto de contacto, y la campaña recaudó 12 millones de dólares. Y ofrece algo especial: un pasado que apela a la clase trabajadora que lo pasa mal, el mismo idioma de las élites, con las que se codeó tanto en Yale como en Sillicon Valley. Y una capacidad notable de comunicarse en televisión.

Los estrategas decían en los últimos días que el gobernador hubiera sido la elección prudente si lo que preocupa es gobernar. Rubio, la opción si hubiera miedo a perder y la necesidad de activar al colectivo hispano. Pero J.D. Vance es el candidato si lo que tienes en mente es qué forma darle forma al partido en el futuro. Y el favorito de la jefa de campaña de Trump, Susie Wiles, una operativa con mucha experiencia en el mundo republicano, y de dos de los hijos de Trump, que lo han dicho abiertamente en sus podcast.

Vance no es el favorito del mundo de la empresa o de Robert Murdoch y el mundo de la Fox, que parecía decantarse por Burgum, alguien más previsible y en la línea tradicional del partido. Pero puede calmar a las bases más religiosas y al movimiento antiabortista, molesto porque la campaña de Trump haya optado por ponerse de perfil estos meses, ya que el tema, y más después de que el Supremo diera marcha atrás al caso Roe Vs Wade en 2022, es uno de los principales activadores de voto en el mundo demócrata. Pero sin una posición tan dura como Rubio o Burgum.